sábado, 6 de marzo de 2010

Vatican Consulting

Este fin de semana se entregan los Oscar y aprovecho para recomendarles una película El desafío: Frost contra Nixon, una película política, ma non troppo; una recreación de la realidad, ma non fanaticamente. Quiero decir que sin ser una familiar de Disney para después de comer, se puede ver sin estar terminando el doctorado en Ciencias Políticas. Con unas interpretaciones bárbaras podrán ser testigos de las dudas de una estrella británica de la televisión, el entrevistador de programas ligeros Frost y las certidumbres de un político pesetero que se sentía superior, y posiblemente lo era, que al final sucumbe en un ataque de sincero engreimiento o culpable palinodia.


La enseñanza histórica es que un personaje como Nixon, dejando a un lado las enormes discrepancias, fue un tipo con un enorme liderazgo, con un propósito claro. Su famoso discurso de la mayoría silenciosa ante la guerra de Vietnam, reformuló los códigos de colaboración, algo que se echa de menos en nuestra Europa en estos momentos de sálvese quien pueda.

El único presidente que ha dimitido del cargo dijo en las famosas entrevistas de Frost: si un presidente lo hace, no puede ser ilegal que resume toda una concepción del poder y sus atributos, la seguridad en el destino y la responsabilidad sobre los acontecimientos. La confianza en ser el elegido para cambiar la historia como los chilenos, entre otros, podrían atestiguar. Un liderazgo para mal y para bien.

Nixon acepta su participación en los encubrimientos y cómo ha defraudado a los estadounidenses y lo hace de forma pública y explícita –no olviden que ha sido hasta la fecha el programa de entrevistas más visto, llegando a los 45 millones de espectadores-.

Y si tantas cosas de Nixon fueron execrables, esa admisión de responsabilidad más allá de jurados y jueces, le hace más grande. Más o menos como aquí, donde José María Iñigo le pidió a Aznar hacer el remake hispano de esas entrevistas y Josemari le enseñó el dedo.

Y es que en España nadie tiene culpa de nada, todo se hace bien y la autocrítica es la sección de motor de los periódicos. Basta con leer las obras completas de Economía y Hacienda o de la Patronal para ver que siempre hablan con ejemplos, creyendo que el tiro parabólico de aproximación tiene que ver algo con la parábola narrativa.

La verdad es que somos unos exagerados. Pillan a un barbado diputado imberbe, cocido como un piojo y se monta un número espectacular solidarizándose con el pobre dueño del viejo Opel golpeado, como si hubiera sido menos que el sodomizado fuera un potentado estrenando Mercedes, mientras el beodo padre de la patria, en lugar de callarse y dejar que pase la resaca, la social y la propia, saca pecho y dice que se puede seguir apostando por él. Apostemos pues: dos a uno a que reincide.

Ahora los taurinos catalanes hacen el paseíllo por los medios, me refiero a los de comunicación, y concluyen como Zenón 'Si no hay toros, no hay fiestas; y si no hay fiestas, no hay pueblo', quizá el Gobierno debería continuar con la aporía y decir sin pueblo no hay ayuntamiento, ni autonomías y sin corporaciones no hay administración local ni autonómica y, así, nos hemos ahorrado una pasta. Lástima que los mercados no entiendan de silogismos ni paradojas y acechen la deuda contraída. En su línea de populismo, nuestra Esperanza Aguirre, ha declarado a la fiesta de los toros bien de interés cultural, brindándoles ayudas públicas a partir de ahora. Se privatizan la sanidad y la educación y se estatalizan la garrocha y la montera. Como debe ser.


Pero además de exagerados somos más cortos que un celtas. A Willy Toledo le están masacrando por decir que el muerto en Cuba no era un preso político, sino un preso común. Esos mismos le hacían la hola a los cuerpos cetónicos de la huelga de hambre de De Juana Chaos. A Otegui le han metido dos años de cárcel por enaltecimiento del terrorismo, por decir que los presos de ETA eran políticos. Tengo las mínimas simpatías por este tipo, pero dos años por un delito de opinión, cuando a los primos de la gabardina les prescribe el arroz con sentencia firme de más de tres años por estafa, es bastante fuerte. De todas formas, con lo que sabemos en España de presos políticos y que aún no distingamos entre uno y otro es para hacérselo mirar. Pero es que cuesta, qué narices.

Fíjense lo que le está costando al Partido Popular decir estoy de acuerdo con esto, me gustaría esto otro pero al menos en esta parte podemos trabajar. No hay forma de que coincidan en algo con el Gobierno. Y es que cuando se hace metaoposición salirse de la vía y adentrarse en los contenidos es realmente complicado.

Aprovechando que nadie me pregunta quería lanzar una idea para gastar menos y recaudar más.
Es sencilla y debiera haberse hecho hace ya tiempo. Hay que dejar de contribuir al sostenimiento de la Iglesia católica –y por supuesto de todas las demás- y empezar a cobrar todos los impuestos exentos por el concordato.

Cada año se le entrega vía IRPF 150 millones de euros y dejamos de ingresar 750 millones por exención de impuestos; antes se les daba aún más. Se calcula que la Administración invirtió más de 5000 millones en las actividades de la Iglesia en 2008.

Sin duda gran parte de ese dinero se utiliza en colegios, hospitales, etc., pero todos los demás gastos y ahorros que sobrepasan el millar de millones de euros deberían pagarlo los fieles y no todos los españoles. Si son muchos mejor para ellos, si no son tantos que ahorren, pero ser católico practicante en este país y poner la crucecita significa contribuir con un 0,7% menos que el resto de contribuyentes a la construcción de España. Empresas del IBEX pondrán parte del dinero para la visita del Papa, allá sus accionistas, pero no creo que estén las cosas como para que el Estado ponga un solo euro en sostener una actividad tan íntima y privada como es el credo religioso.

Y si como dicen que la Iglesia ahorra mucho dinero a los españoles, que se presenten a los concursos de licitación del Estado como todo el mundo, a los hospitales, a los colegios, a las universidades, si su oferta es tan buena poco habrá que temer, pero no podemos perder la oportunidad de aplicar las reglas de libre mercado ni dejar de adorar el dogma ultraliberal propugnado justamente por los touroperadores del Papa. No parece justo que en estos tiempos de prevalencia de la necesidad patronal se expulse de nuevo a los mercaderes de los templos. Ni siquiera con la mano invisible de Dios. Y no me refiero a Billy Wilder.

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