sábado, 12 de marzo de 2011

Responsabilidades

En este país que habitamos parece que no hay forma de que a los electores nos acepten las decisiones tomadas. Después de tantos años bajo la Chiruca franquista, después de más de treinta años de democracia seguimos pensando que los presidentes surgen del error, quizá del azar, quizá de la necesidad. Si en su momento Zapatero fue el llamado presidente por accidente, que fue la forma de explicar aquella conjura delirante que aún colea, ahora se entiende que Rajoy es el heredero de la crisis como una forma de desvalorizar a Rajoy y dejar indemnes a los socialistas.

Si recuerdan, durante los meses subsiguientes a la elección de Zapatero, fueron subiendo sus méritos en las encuestas, aumentaba su prestigio político por el recambio que ZP representaba ante el desbarajuste sociata de secretarios generales por un día y suponía además el cambio a la cruzada medieval en la que nos había sumido Aznar. Quizá aquella ilusión informe no hubiera sido suficiente para romper la terrible mayoría absoluta que ostentaban, quizá el atroz 11M actuó como catalizador, quizá; sobre todo por el uso que el gobierno de Aznar quiso hacer de él y que esta misma semana se recuerda su séptimo aniversario. También Felipe González dijo que con una semana más de campaña no hubiera perdido en 1996. El caso es que el PSOE de Zapatero ganó en 2004 y volvió a ganar en 2008 sin catástrofes mediantes igual que Aznar ganó por poco en 1996 y por mayoría absoluta en 2000.

Sin duda es cierto que Rajoy no levanta el ánimo ni a sus seguidores. Si vence, que vencerá, se deberá sin duda, a pesar del hastío de mosca cojonera que causa, a que habrá más gente que le otorgue su voto que al desconocido hasta ahora candidato del PSOE. Y esa regla es sagrada en democracia: el gobierno de la mayoría.

Si hay un culpable de que el PP actual tenga el partido ganado sin jugarlo es el PSOE, como principal responsable, pero la realidad, la única verdad del asunto es que ganará porque los votantes progresistas se quedarán en casa o votarán las listas conservadoras en un acto de autopunición, más allá de cualquier otra posibilidad de elección de fantasía, que, al menos en mi ciudad que es Madrid, resulta cada vez más extravagante.

Porque la democracia no es algo que les sucede a otros un domingo cada cuatro años. Podemos hacer una lista, larga, de las bobadas de los socialistas en estos últimos tiempos. La última es la de Sebastián subvencionando ruedas que no existen. No quedaría atrás la lista de despropósitos de los Populares en el mismo lapso. Impagables las alharacas de la bancada popular en la Comunidad de Madrid cuando el consejero de Transportes dijo que no existía el Metrobús o la peluquería de Ana Botella con dos coches oficiales. Indudablemente es más fácil cagarla mandando que mirando al balcón a verlas venir. Pero tendremos que convenir que este gobierno ha ido perdiendo fuelle ideológico, ardor intelectual, seriedad y objetivos. Y seguramente a las ocho de la tarde de ese domingo de dentro de un año en nuestro fuero interno nos digamos balanceando la cabeza ¡qué desastre de legislatura y de gobierno! que nos justifique la ausencia del colegio electoral o el voto disciplinario con el que encumbraremos a Rajoy. Pero a partir de ese momento desaparecerán los chivos expiatorios con los que nos hemos ido excusando, conformando, aceptando estos últimos años. Ya no valdrá recurrir a la Aído, ni a Maleni, no valdrá rememorar las ocurrencias de nuestro ex presidente optimista, se acabaron los Vogues, las Pepiñadas y tantas muletillas mojadas en el café con leche de la mañana en el bar junto con el arranque de Cristiano y el sombrerazo de Messi que nos aleje de nuestra responsabilidad de tener como presidente a Rajoy, lo cual es frustrante, pero aún peor tener al Partido Popular gobernándonos durante los siguientes cuatro años, lo que sin duda puede resultar cuando menos amenazador.


Así que debemos hacer confluir el hartazgo de este PSOE de tuna de FP, con la provocación liberal de un gobierno del PP. Como poco habrá que saber por qué se va a echar a Zapatero. Si echamos un vistazo por Europa, veremos que es irrelevante el color del Gobierno. Todos los que han estado al mando durante esta crisis lo van a pasar mal en su reelección. Sarkozy por los suelos, el partido de Merkel vapuleado en la última confrontación electoral, a Brown ya le dieron lo suyo, por no hablar del delicado equilibrio de Obama con un Congreso ultramontano atándole corto. ¿Nos consuela? Poco, la verdad.

Ya hemos tratado en alguna ocasión como la crisis ha servido para justificar la caída de empresas que aplicaron durante años el criterio contra el cliente de esto es lo que hay, con precios abusivos, con servicios deficientes, con atropellos constantes, amparados por esa libertad de mercado de lo tomas o lo dejas. Esas empresas se creyeron excelentes y cuando las cosas se complicaron reclamaron a Zapatero, una suerte de maestro armero culpable de todo. La crisis también ha tirado de la manta de nuestra incapacidad de contención del préstamo, nos endeudamos como locos, coches, pisos, apartamentos vora al mar y cuando esos bancos nos piden lo que no tenemos, miramos de nuevo a Zapatero, que ni firmó la hipoteca ni presumió con los amigos de todoterreno nuevo. Miramos a Zapatero cuando las cifras nos sitúan como poco productivos, cuando las eléctricas reclaman la mora concedida por Aznar, cuando Ruiz Mateos oficia en su capilla familiar, cuando los filatélicos blanquean dinero o cuando las monjas guardan sus ahorros en billetes de 500 o intermedian la venta de niños a familias de orden. Al final Zapatero será la última excusa, la de los alcaldes, la de los presidentes de Comunidad para explicar los malos resultados. Como lo ha sido de los presidentes de las Cajas de Ahorros, de las empresas turísticas o de las patronales de cada sector. Ninguno ha reconocido una gestión mejorable, en innovación, en formación del personal, en servicio al cliente, todos han sido maravillosos y si las cosas no han salido ha sido porque Zapatero había roto España y luego destrozado el mundo. De acuerdo, ya no nos vale, pero dediquemos unos minutos del largo año que nos queda a considerar cual es la alternativa. Ya lo saben pedimos sustito o muerte. No nos queda otra.