sábado, 25 de junio de 2011

Lo que nos espera

Las elecciones pasadas han dejado una estela de desesperanza para todos ¿todos? Hay dos ganadores, el Partido Popular y Bildu que deberían estar encantados. Bueno el PP se relame, o más exactamente los palmeros se acarician las areolas pensando en las prebendas que caerán. Bildu está a punto del frenesí buscando en el baúl nombres vírgenes que puedan desempeñar tanto cargo como ostentarán en breve. Pero el PP una vez pasada la ceremonia del descorche y del batir cava francés o manchego, que tanto da, debe pensar en cómo gestionar todo este viento a favor. Por el momento sólo son capaces de decir que Rubalcaba es lo peor, lo cual debe calmar un montón a los mercados y facilitar hasta cumbres impensables la contratación de los cinco millones de desempleados.

Las posiciones de CiU y PNV, y sus hermanitos díscolos Esquerra y Bildu respectivamente, deben hacernos pensar sobre nuestro modelo de Estado porque si algo bueno debe traer la crisis es, además de sodomizarnos en el trabajo, en arruinar nuestros planes e ilusiones, en meternos tanto miedo por el futuro de nuestros hijos, que, al menos, podamos afrontar los próximos 25 o 30 años –que para entonces ya me doy como abono de malvas- de la mejor manera. Ello coincide con las frecuentes goteras de nuestro decrépito rey y con que el temeroso recambio y su caquéctica consorte no entusiasman demasiado. No sé si el sistema federal resolvería alguno de los problemas que cada día se nos muestran, no sé si ya es hora de retocar el reparto de votos y escaños, ni siquiera sé si la democracia representativa hace honor a su nombre. En este sábado tórrido no me pidan que hagamos lo mismo que llevamos haciendo los últimos años, que si la prioridad de los varones es un sinsentido, que si Izquierda Unida tiene menos asientos de los que debiera –yo me pregunto ahora para qué los quiere-, que si el Senado es una castaña de cámara, que las autonomías han disparado el gasto, que si patatín que si patatán. Pesadísimos.

Por eso se debería aprovechar la crisis, este descoyunte moral y económico para hacer algunos cambios por más que digan, siguiendo a Ignacio de Loyola, que no son estos tiempos de tribulación los mejores para hacer mudanzas. Quizá la razón sea justamente esa, si los jesuitas recomiendan una cosa hágase justamente la contraria. Porque este 15M pasará. Tras las vacaciones en Benidorm por puro abandono o engullido por algún partido ya establecido, pero pasará.

El más interesado en el cambio debería ser el propio PP. El escenario de mayoría absoluta es más que predecible y con él un PSOE que deberá palparse las entrañas para descifrar qué coño ha hecho con los 11 millones de votos que tenía, cómo ha sido capaz de desteñir los cinturones rojos de las ciudades, los prados verdes de Asturias o las doradas planicies manchegas. ¿Cómo pudisteis hacerme esto a mí? se deberá preguntar Rubalcaba dentro de pocos meses, ya que parece que le va el pop español en su dietario. Pero el PP tiene la oportunidad de rehacer España.

De verdad que no he bebido más que un café con leche. Pero Rajoy debe pensar que tiene frente a sí una enorme tarea y que únicamente él puede afrontarla durante los próximos 4 u 8 años. Me estremezco sólo de pensarlo, pero creo que los conservadores van a manejar las riendas del país durante una temporada larga. Considerando que la oposición socialista va a quedar noqueada durante el mismo periodo de tiempo y que la mayoría, si es absoluta, va a mandar a la esquina de pensar a los nacionalistas, Rajoy, a falta de empresas públicas que vender, que eso ya lo hizo Aznar para apuntalar su milagro económico, y con una economía guiada por manos ajenas a las propias y con un Zapatero que le ha hecho el trabajo previo y sucio, le queda no mucho más que reorganizar el Estado si quiere pasar a la historia. Claro que puede empezar a cargarse los matrimonios homosexuales, a polemizar sobre las semanas del aborto y otros titulares de La Razón, pero una enorme cantidad de cosas importantes no podrán estar en primera línea porque cuestan un dinero que no tenemos.

El medio ambiente y el fervor nuclear se tendrán que posponer porque cuesta una pasta. Ídem del lienzo con el agua, que las infraestructuras van a pararse un tiempo. Su política de Defensa no puede variar sustancialmente y la de Interior mejor no tocarla. Si hace algo con Sanidad será para jibarizarla en sus prestaciones como con Dependencia o Cooperación. La Justicia habita cada vez más en la derechona, así que no la va a modificar en lo fundamental. Lo de mujer y juventud son zarandajas, y la Inmigración se le está yendo sola, que aquí en España todo son problemas.

Así que tendrá que acometer el problema del empleo –si no fuera por que no tiene gracia alguna lo que me voy a reír cuando Rajoy tenga que hacer propuestas de verdad- y considerar el asunto de las administraciones autonómicas y locales. En estos años uno de los grandes contratadores han sido las administraciones públicas. Rajoy está por disminuir el tamaño de las mismas lo que no significa que pasen de un chalé con piscina a una habitación con derecho a cocina, más bien que se van a hinchar a despedir a parafuncionarios, a asesores contratados, a empleados de empresas públicas en puestos redundantes. Al menos se va a encontrar con la reforma laboral hecha ciertamente a gusto de Rosell y del FMI.

Teniendo en cuenta que ya no estará Zapatero ni Rubalcaba, el discurso del PP se va a quedar vacío, que son muchos años oponiéndose y señalando lo mal que lo hacen los demás sin esbozar un mísero yo haría esto y lo otro.

Dice un estudio de la Fundación Ideas que Rajoy hará lo que ha hecho o está haciendo Cameron. Predice que Rajoy realizará un ajuste fiscal más duro, lo que supone recortar más el Estado de Bienestar. Si Cameron anunció el despido de medio millón de funcionarios el equivalente de Rajoy sería un cuarto de millón. Se incrementarán los costes de la educación. Se habla de 12000 euros el coste de obtener un grado en una universidad pública. A ello le seguirá la privatización de servicios básicos como la sanidad y la educación.

Pongan los reparos que quieran, los matices y las puntualizaciones pero parece más que evidente que eso va a suceder. Olviden las declaraciones, los programas electorales, las promesas y los juramentos ante notario. El PP dice que hay que bajar impuestos, pero Gallardón nos renueva el catastro este año, después de haber subido el IBI e implantar una carísima tasa de basuras el año pasado, el PP abomina del endeudamiento y no les quiero contar lo que debemos en la capital. Sobre si privatizarán la sanidad o la educación, no sé qué hay que decir, no existe el condicional, se está haciendo ya en la Comunidad de Madrid con las especialidades y hospitales, y se está regalando suelo a grupos ultracatólicos para construir colegios. Así que no hay mucho que suponer y sí temer a que esto se ponga peor.

A mí todo esto me recuerda a los GAL. Recordarán cuando los atentados contra ETA se celebraban. Quien roba a un ladrón… pero llegó el periodismo de investigación de Pedro Jota y Aznar y convencieron al resto que eso no se podía hacer. No voy a entrar en el análisis ético del asunto, simplemente recordarles que hubo un tiempo en que se aplicaba la doctrina Sheridan, de que el único etarra bueno era el etarra muerto y cuando cambió el paradigma moral muchos se amparaban para castigar la conducta de los GAL en la chapuza que hicieron. Desde luego era la versión menos sofisticada, pero escudarse en la aceptación de un asesinato tras la impericia de su comisión es digno de recuerdo. El crimen de Estado sólo es tolerable si se hace bien, venían a decir. Aznar llegó al poder en 1996 cabalgando en parte sobre este asunto, pero durante años, muchos años, miramos para otro lado. Ahora hacemos lo mismo, sabemos que van a suceder muchas cosas cuando gobierne el PP, conocemos que la Comunidad Valenciana es un polvorín, olvidamos los espías de Madrid y el Gürtel que les une más que el AVE, somos incapaces de recordar las comisiones del 3% por adjudicación de obras, sostenidas en sede parlamentaria, de CiU, los sempiternos chanchullos de Andalucía o la infumable gestión del Tribunal Constitucional y sus obligados recambios. Acabamos de castigar al PSOE por su gestión de la crisis, sin la menor empatía, sin el más mínimo análisis, pero quizá se merezca el bofetón que se ha llevado y todo indica que a Griñán le pasará lo mismo, pero Aguirre ha obtenido mayoría absoluta y Camps, y Barberá y Gallardón. Todos han obtenido la aceptación mayoritaria de la gestión de los últimos cuatro años y la conformidad sobre lo que harán los próximos cuatro. CiU ha vuelto al poder. La derecha, haya estado al mando o no, ha sabido des-responsabilizarse de la crisis. La izquierda ha pagado el pato. ¿Será posible que Rajoy acepte el envite de resolver las estructuras de este país considerando que lo coyuntural ya se lo están resolviendo los demás? Los socialistas tuvieron que comerse la reestructuración industrial de los ochenta y la modernización del país siguiendo los cánones capitalistas, el PSOE ha perecido bajo una crisis que no creó, con responsabilidad in vigilando como mucho, y que vino alumbrada a todas luces por los preceptos neoliberales de menor regulación y más pachanga. Los socialistas se encontraron con las huelgas generales y la beligerancia sindical. ¿Podrá Rajoy acabar con la monarquía y parar los pies a la Iglesia del mismo modo a la vez que sustituye a la derecha nacionalista por un conservadurismo laico y europeista?