lunes, 29 de diciembre de 2008

Menos mal que existen

Buscando en el baúl de mis anhelos encuentro, en una serendipia de justicia social sorprendente, que la vida me ha colocado frente a una persona que en otro país y otro lugar representaría el heroísmo, la nobleza, la pura aristocracia. Aquí no sucede lo mismo. Aquí, después de pasarlas putas, discurre por la vida sin más reconocimiento que el de sus amigos, porque los otros que le rodean y le estiman como persona, deben ignorar su condición ya que no la han compartido. En un país de cotillas en el que la gente presume de conocer al cuñado de la starlette encamada con un futbolista, que menos que entre chisme y chisme te filtren que fulano hizo tal y cual. También podría ser que conociendo la gesta la consideren sospechosa, digna de encubrimiento.

Como saben no es un contacto directo. Desgraciadamente necesito de interlocutor permanente en la vida, mi semoviente es el que decide cómo y porqué suceden las cosas. A mi solo me queda el derecho al pataleo y a hacerle difíciles las cosas por las noches, a amargarle la existencia con la culpa judeocristiana y a mantener la cordura de la conciencia en su vida. Por alguna razón que no entiendo me ha tocado ser el superyo de este pelma que conocen de otro blog y es un trabajo duro. Así que en realidad los datos los ha encontrado él, pero la vergüenza, cierta timidez y la duda permanente, le impiden manejar esa información de otro modo. Como a mi me da igual y soy insobornable, les contaré la historia mientras mi transporte canta villancicos y mira desde el balcón su futuro incierto.

Ante una noticia de empresa inicia una búsqueda nominal en el cotilla cósmico de Google y va tejiendo una información que empieza a ser interesante por lo pasmoso del hallazgo. Esa persona tiene aún un escasísimo contacto con nosotros, el pelma y yo mismo, hasta el punto de resultar en la práctica un absoluto desconocido, del que se ignora casi todo. Pero por azares del destino inexistente debería tornarse una figura relevante y próxima. Pero eso sucederá, quizá, en un futuro próximo pero de momento es como la madre de esa chica que te gusta tanto y que de seguir así terminará siendo tu suegra y cuidando a tus hijos, pero que de momento es la señora que te mira con recelo. Nada más.

Así que de esta forma tan tangencial las fichas se ordenan sobre el tablero y averiguas que esa persona, ese Calaf de Turandot, es más que un príncipe ignoto para la castrante heredera china, es un tipo que demostró una valentía sin igual, un individuo que sin poder obtener nada para sí mismo, lo arriesgó todo por los demás.

Decía Burke que el único requisito para que el mal se propague, es que los hombres buenos no hagan nada. Y el sujeto de esta historia fue bueno, irresponsablemente bueno para la inmensa mayoría de cobardes que le rodeaban y que eran millares, decenas de miles, millones. Pero hizo lo que debía, probablemente contra la opinión de su mujer, contra la sensatez de un padre de dos hijos pequeños, contra siglos de obediencia debida. Hizo lo que debía y fue a la cárcel.

Decir que todo empezó a raíz de la revolución de los claveles sería falsear la realidad, pero como la cronología es importante, digamos que tras el 25 de abril de 1974 en el que se derrocó al dictador Salazar, en el Ejército español empiezan a suceder cosas. En ese verano se realizan contactos entre oficiales que a la postre sería el germen de la Unión Militar Democrática y que eran continuación expansiva de los movimientos habidos en Madrid y Barcelona. Visto hoy en día, la simple idea de propagar ideales democráticos puede parecer ingenuo y carente de todo cariz épico, pero considerando que el dictador vivía y aun le quedaban algunas penas de muerte por firmar, la candidez supuesta era más propia de un sudario que los cubriera.

Como esto es un blog y no una tesis doctoral, iré rápido y me ahorraré detalles. Desgraciadamente poca gente tiene hoy idea de lo que fue la UMD y de hecho pocos lo supieron entonces. Recuerdo cuando acompañé a realizar al servicio militar a mi prohijado hará unos treinta años y, como es él, ante la pregunta del capitán en el campamento si tenían aquellos acémilas alguna cuestión, solo se le ocurrió preguntar por la opinión del tipo con estrellas sobre la UMD. Creí que terminábamos en un Consejo de Guerra. Tuvo suerte y dio con un capitán de Estado Mayor que sonriendo volvió a inquirir a la Compañía: quién más sabía lo que era la UMD y entre tantas cabezas solo otro más levantó el brazo dejando su respuesta a la conversación privada. Era el otoño de 1977.

La verdad es que en julio de 1975 fueron detenidos, en Madrid y en La Coruña, nueve militares. Sus nombres:

El comandante Luis Fernández Otero, los capitanes Fermín Ibarra Renes, Restituto Valero Ramos, Manuel Fernández Lagos, Jesús Martín Consuegra, José Fortes Bouzan, José Fernando Reinlein, Antonio García Márquez, Abel Jesús Ruiz Cillero, Y poco más tarde los también capitanes Antonio Herreros y José Ignacio Domínguez que estaba en el extranjero cuando ocurrieron las detenciones y se exilió durante catorce meses.

De la UMD decían las sentencias… fue constituida en 1974 como organización clandestina, ilegal y de matiz subversivo, y sus objetivos eran la intervención militar contra el régimen legalmente establecido en España e impedir un cambio evolutivo. «El hecho de que los objetivos que perseguía la UMD -dijo el fiscal- se hayan convertido en realidad, o estén a punto de convertirse, no justifica en ningún caso los medios que la UMD utilizó.» No es permisible, argumentó igualmente, que un grupo de oficiales pretenda variar el orden vigente en un Estado legalmente establecido.

El Consejo de Guerra se celebró en marzo de 1976 en Hoyo de Manzanares. A finales de 1977 y principios de 1978 se celebran los otros dos. Fueron condenados a entre ocho y dos años y medio por pertenecer a la UMD. Los primeros nueve se verían afectados por la amnistía de 30 de julio y salen en agosto de 1976.

Algunos de los juzgadores de estos militares formaron luego parte del golpe de Estado el 23F, por ejemplo, el general Luis Torres Rojas al que el Supremo le aumentó la condena a 12 años o Carlos Álvarez-Arenas, hijo del general José Álvarez Arenas y sobrino de ministro del Ejército Félix Álvarez Arenas , por dirigir el convoy de la Policía Militar contra la sede de la representación ciudadana fue condenado a solo tres años, cantidad sensiblemente menor que la por el padre establecida a los militares de la UMD. Otros fueron cadetes sublevados contra la República como el general Luis Álvarez Rodríguez que presidieron el Tribunal que condenó el 23F permitiendo algunas libertades a los facciosos juzgados y retirando las acreditaciones de periodistas y que tuvo que ser relevado de la presidencia con la excusa de una gastritis.

Estos nueve hombres salieron de la cárcel y de los calabozos directamente a la calle, porque al devolverles la libertad se quedaron con sus empleos que no restituyó la Ley de Amnistía en una de las mayores vergüenzas legislativas de la transición.

Encontrar trabajo les fue muy complicado, a pesar de que disponían la mayoría de estudios universitarios, pero las presiones para que no recibieran ayuda de empresas públicas o de organismos oficiales fue muy efectiva.

La UMD se autodisolvió en junio de 1977 dado el restablecimiento de la libertad y el Estado de Derecho. Así y todo posteriormente se celebraron sendos Consejos de Guerra que resultaron igualmente condenatorios a pesar de estar afectados por la amnistía de junio de 1976.

La Ley de Amnistía de octubre de 1977 excluyó la reincorporación de los militares a sus puestos así como la de los alféreces expulsados de la Academia en 1973 y la de los militares que habían sido leales a la República. Éstos últimos solo se vieron legalmente resarcidos en 1984 y los militares de la UMD no lo lograron hasta 1986. El poder civil se replegó de facto al poder militar.

Tuvieron que empezar de nuevo, algunos en el campo informático, otros escribiendo, en la enseñanza, comercializando electrodomésticos o traduciendo artículos y manuales. Otros más encontraron abrigo en el periodismo y los que mejor suerte tuvieron, pilotando aviones como hacían en el seno del ejército. Alguno se encontró sin más alternativa que salir de España y todos necesitaron que sus mujeres reorganizaran su vida, cambiaran de domicilio para poder sacar adelante a la familia. Solo dos pudieron permanecer en el Ejército por el menor alcance de sus penas.

Narcis Serra intentó dar, de mala gana, una solución al asunto en 1983. Una encuesta de 1980 entre jefes y oficiales se oponía rotundamente al reingreso de los militares condenados. Gutiérrez Mellado fue uno de los más reacios a la reincorporación mientras estuvo en el gobierno de UCD. Los socialistas en la oposición abogaron por ella pero nunca se llegó a un acuerdo. Ya en el gobierno reconocían que era un problema moral pero nada sucedió hasta marzo de 1987 al aplicarse la Ley de Rehabilitación de Militares Profesionales. A todos se les reconoció el grado que deberían haber tenido si hubieran continuado en activo. Tres de ellos se reincorporaron a la escala activa como coronel y tenientes coroneles. Los demás pasaron a la reserva transitoria y cobrarán sus salarios como si estuvieran en activo con sus grados de teniente coronel y comandante. A los alféreces expulsados por leer revistas contra el régimen y libros izquierdistas se les reconoció el grado de capitán.

¿Arreglado? La ley fue tan mierda que obligó a unos a seguir con su segunda vida y permitió, a los que se incorporaron, que se les empezara a acosar laboralmente aunque aquello entonces no se llamaba así. Traslados, arrestos, chanzas por su ascenso. En 2002 hubo un intento de restitución por parte de un diputado socialista, Carlos San Juan, ex UMD, pero el rodillo del PP quebró la iniciativa. Ya con los socialistas en el poder se retoma la idea y Bono pide que se retrase hasta la Ley de Memoria Histórica. Y así estamos. Después de trece años de gobierno de Felipe González y ahora cinco de Rodríguez Zapatero falta quizá lo más importante una vez que estos tipos se han sabido buscar la vida, el reconocimiento público de lo que hicieron.

Y lo que hicieron fue defender la democracia desde posiblemente el peor sitio, el más peligroso, en aquellos tiempos. Dicen que la UMD dio sus primeros pasos, sin saberlo aun, en un colegio que preparaba para la Academia Militar. Era un colegio enormemente sectario, del Frente de Juventudes. Y la ideología falangista destilaba un discurso católico y social que se vendía como revolucionario. La disciplina, el espíritu crítico, la responsabilidad y la exigencia con uno mismo eran los valores que se inculcaban. A su cargo estaban el capitán Pinilla y el sacerdote jesuita Llanos –más tarde dejaría el colegio para irse al Pozo del Tío Raimundo- explicando el papel que debía tener el Ejército con la sociedad. Animaban a los estudiantes a la lectura y a cultivar el intelecto. Aprovechando una ausencia de Pinilla, utilizan a los alumnos para votar fraudulentamente por electores fallecidos y el capitán deja el colegio para fundar Forja, un centro privado con el mismo objetivo y espíritu aunque por diversos problemas solo duró dos años. La asociación militar del mismo nombre dio lugar también a una formación cuasi masona –Milicia Española Cristo-, que como unos nuevos cátaros, ingresan de uniforme, jurando secreto sobre la organización y sus miembros y contribuyendo con el 1% de su sueldo al mantenimiento. En contraste, sus objetivos iban más por la alfabetización, las actividades recreativas o la organización de las bibliotecas.

A la postre lo que se trajeron fue un estilo de supervivencia clandestino y un cambio de la religión por la ideología política, que se fue formando al contactar con la universidad y dejar atrás un entorno tremendamente conservador y beato que convino siempre al régimen, dándole estabilidad y tranquilidad.

Aquellos nueve hombres, que fueron once y algunos más, representaron un movimiento asociacionista que entrañaba una enorme peligrosidad cuando Franco aún vivía. Claro que hubo individuos que sufrieron mucho más las cárceles franquistas, que fueron torturados, arrojados por las ventanas o fusilados. Nuestro reconocimiento ya fue hecho. Claro que los Marcelinos, los Lobato y tantos otros aguantaron infinitamente daños mayores. Pero representaban a una clase, unos ideales forjados en la lucha continua, luchaban por una vida mejor, por la justicia social, por unas ideas y partían, la mayor parte, de la nada. Se fueron construyendo poco a poco en el combate contra el régimen, quizá Nicolás Sartorius fuera otra rara avis en aquellos tiempos por su procedencia aristocrática. Pero casi todos estaban en la categoría poética de los que no tenían nada que perder. Pero estos militares tenían una vida organizada. Eran oficiales, estaban casados con hijos, más de la mitad tenían titulación universitaria, estaban metidos completamente en el sistema y a pesar de ello, a pesar del evidente riesgo, de compartir trabajo con algunos de los más ultraderechistas del panorama español, decidieron hacer algo.

Nuestra democracia en ciernes, tan alabada, fue enormemente cicatera con ellos. También con los demás que murieron en el olvido y que, hoy, la ley de la memoria histórica se ha saltado, quizá porque es más fácil hablar con los fríos huesos que con unos ojos que te miran.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

La marca del as

Pedro Jota nos asalta con su personal cambio de paradigma. Él, que va vestido de magnate de periódico americano años cincuenta, que ha topado con Saulo y pide una revolución. Al menos un cambio a la Sadam, un cambio de estatua a la brava.

Pedro Jota siempre ha ido por el mundo de apóstata, con ademanes de Lutero empapelando iglesias y alforjas de Colón aunque este largo viaje no le haya llevado más allá del balcón de Génova, sin encontrar siquiera el camino de vuelta.
El mismo, en su irredención, se vanagloria de su sacrilegio y de su propia manumisión. Así es Pedro Jota.



Y defiende que eso de que el medio es el mensaje se acabó. Quiere aminorar a McLuhan con ejemplos favorables ¡Qué atrevimiento intelectual! En modo alguno quiero defender al canadiense. Simplemente enunció una observación de forma afortunada –tanto que cuarenta y tantos años después seguimos dándole vueltas- y que viene a expresar que el medio, la línea que unía –une- al emisor y al receptor también era el mensaje. Y ello no ha cambiado. Podría decirse que también el sujeto es el mensaje. Y claro que lo es, de ahí el concepto de prescriptor de futbolistas, actores o cantantes a la hora de recomendar algo. Y también el lugar es el mensaje: no es lo mismo comparecer desde el Despacho Oval o desde el palacio de Westminster que hacerlo desde una favela o una playa nudista. Y el ropaje es el mensaje, como muestra el poder de la bata blanca del hechicero actual. Y el encanto de la sonrisa o de la mirada. Y todas aquellas circunstancias que modifican, que ensalzan o empequeñecen el contenido íntimo de esa comunicación.

Para nuestro Pedro Jota que aun no está en los cielos, el medio es la marca, el logotipo, descubriéndonos que lleva aparejados una serie de atributos ideológicos, éticos y estéticos fruto de los equipos profesionales que lo han desarrollado.
Y en un afán docente vienen a concluir que el medio es la marca porque la marca es el mensaje y que el periódico se lleva debajo del brazo porque se utiliza como elemento de distinción. La misma distinción que proporcionaba Madoff. Porque Madoff era la marca. La marca que obnubila, la marca que oculta, el talismán sobre el que no se pregunta.

Abundar sobre el concepto de marca en estos tiempos es bastante ociosos. Hay tratados que explican lo anterior de forma bastante más cabal. El problema, en mi humilde consideración, surge cuando consideramos que la información, el periodismo es un producto de consumo oculto tras una marca. Sin teorizar tampoco sobre las ciencias de la información se distinguen dos líneas clásicas muy claras: la información y la opinión. Esta última es clara y subjetiva y estructura la marca del periódico como tal. Pero eso es cierto solo para los editoriales que construyen la opinión propia del medio. Un periódico también puede albergar en sus filas opiniones contrarias, pero editorializa el editor, no el corresponsal en Bombay.

Con respecto a la información, es evidente que la nueva traducción a palabras de la observación de algún acontecimiento arrastra opinión e ideología sobre las cosas. Y esa es parte de la labor periodística, el separara sus deseos, sus interpretaciones más sesgadas del dato objetivo. Y eso es cierto hasta el punto de poder escribir el Madrid ganó 1-0 pero mereció perder. El dato es incontestable pero la información interpretada va más allá, el análisis le da una información nueva al lector. Aunque puedan existir otras informaciones que no consideren ese merecimiento de la pérdida del partido. La dificultad aparece cuando no existen datos tan rotundos como ese 1-0, que por muchos epítetos que se pongan no mermaría ninguno de los tres puntos que se suman a la clasificación. La mayor parte de las veces la opinión trasluce por encima de la información, ya sea no contrastando versiones contrarias, ya sea no destacándola en los ladillos, dándole menor o mayor extensión, etc.

Cualquiera que lea El Mundo debe saber que los titulares lo hacen casi todo. A veces desconciertan porque del cuerpo de la noticia no se deduce esa afirmación vista en letra gorda. Así hace las cosas Pedro Jota.

Hay periódicos que disputan el mismo espacio ideológico, que son más comedidos en su información y su opinión. Y algunos vienen cargados de esta última, pero cuando cuentan lo que sucedió suelen dar un paso atrás para que ese espacio lo pueda rellenar el lector. Al acabar el artículo ese lector encuentra en la página siguiente a un obispo, pero uno ya sabe que ahí no le están informando sino aleccionando. Bastaría con no leer.

Pedro Jota quiere cambiar el lenguaje como la forma más sencilla de cambiar las ideas, sin darse cuenta que el pensamiento se vertebra sobre las palabras. Ya no le gusta eso de multimedia, prefiere multisoporte. Para él multimedia es disponer de un par de cabeceras, dos marcas en su nueva reconversión. Ser multisoporte es disponer de diferentes canales de comunicación con redacciones integradas para dar diferentes formatos a la información elaborada por periodistas especializados. ¿Hay alguien que no se ha dado cuenta que la información de Expansión, de Actualidad Económica y el salmón de dominical de El Mundo beben de las mismas fuentes y orinan a la misma temperatura? Al final supone que el editor en jefe aporta doctrina sobre determinado tema y eso se destila a una radio, a una televisión, al periódico nacional, a la gacetilla y a la revista de análisis. Como la información es difusa y científicamente blanda, la ideologíaa la tituliza como una subprime de tres al cuarto y la lanza en hertzios, en HTML, en colores o en blanco y negro, pero el mensaje ya está construido.

Pedro Jota alumbra estas revoluciones cuando los números dejan de cuadrarle y como Elcano tiene que circundarle para dar una nueva apariencia. Las cosas van mal y pueden ponerse peor. Busca que los planificadores de medios encuentren los sistemas que le interesan y que las televisiones públicas desaparezcan. En el principio fue el verbo y el mensaje y al final era la pasta. Nada nuevo.

Alex Grijelmo, presidente de EFE, está también con lo mismo, a vueltas con el soporte en la queja que le hace a Aguilar si han seguido la polémica en las páginas de El País y que este pelmazo me obliga a leer hasta en vacaciones. Dice que lo hace por mi bien. Yo creo que es para discutir con alguien.

Pero volvamos a nuestro informador. No puedo estar más en desacuerdo en el formato actual de TVE, la 1 y La 2, y la autonómica Telemadrid que son las ondas públicas con las que me castigo. Si las nacionales y autonómicas tuvieran un papel educativo, no buscaran el share desesperadamente y nos dieran una información más objetiva –que claramente se puede- me vería en la necesidad de discutir la necesidad de una información pública. Es sencillo. Si toda la información de que dispongo me la da una empresa multiformato, plurisoporte, pero de pensamiento único, me estaré perdiendo algo. Tanto como les pasaría a los demás si esa cabeza pensante y ordenante fuera la mía, simplemente porque hay que escoger y yo me dejaría cosas importantes para otros. Y luego está el poder, mientras más grande, más rica y más alejada de todos los demás.

Nos anuncia para la entrada de año una lluvia de maná informativo. Dice que innovará las formas –puede ser- y dice que innovará en los contenidos -¿habrá un especial punto de cruz? ¿dejará de utilizar sus trucos?- que se reinventará, que se desdoblará. En esa lucha de prefijos no sé si además regalará su cojovideo hipersexual en blue-ray.

Y toda esa reformulación, todo ese cambio de lenguaje y paradigmas para hacer lo que, así lo asegura, siempre ha hecho: la búsqueda de la verdad al servicio del derecho a la información. Con lo fácil que lo tenía que es buscar la información y ponerla al servicio del derecho a la verdad. Pero para eso El Mundo no necesita un cambio de paradigma, es mucho más sencillo: necesita un cambio de director.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Centeno o la vieja molienda

Roberto Centeno es un catedrático de Minas. Uno piensa que es un experto en lápices porque le gusta escribir, al seguir leyendo se da cuenta de que lo que le gusta es excavar con la pretensión de encontrar algo. Y sin duda uno deduce que eso de minas nada tiene que ver con mujeres, porque este tipo tiene pinta de aburrido. A esas minas las están sacando a bailar los torturadores absueltos en Argentina que seguirán pisándolas los pies porque les será imposible dejar de infligir daño. De estos indignos guardianes vuelvo al Centeno que escribe hoy apocalípticamente sobre la economía en El Mundo. Where else? Realmente lo que quiere es meterse con Zapatero y con las autonomías. Pero como está en la cátedra de Economía se esconde detrás de los números. Es la suerte de los tramposos que siempre disponen de algún número que justifique su tesis. Existen otros guarismos para los tramposos de la otra orilla, no crean, pero casi ninguno utiliza todos los números para dar una visión desideologizada de lo que pasa. Luego está Rosa Díez que no utiliza ninguno porque su reino de Letras no es de este mundo. Pero cuando Centeno deja los números y su cegadora sombra de multicereales, desbarra en cada curva con sus slicks doctrinarios. Visto como vienen las cosas y la ficción inversora, no sé cómo se atreve a hablar del efecto multiplicador del dinero y de la evaporación de la riqueza de las familias.

Como ustedes saben yo debería dormir en jaula atendiendo a mi condición. Afortunadamente mi sosias me permite que deambule libre y duerma donde escoja. La vivienda no es para mí un problema pero seguir manteniendo la fábula de las familias que compraron una casa por 50 que siguen pagando y que ahora vale (¿?) 100 y decirles que han doblado su riqueza es propio de catedráticos de minas, pero los mineros deberían saber que lo que tienen, con suerte, es una casa, que solo serán más ricos si deciden venderla y vivir bajo un puente y mientras no lo hagan, siguen teniendo lo mismo: una casa un poco más usada.

No quiero que su ignorancia para citar en latín sin saberse los plurales o para nombrar quesos incorrectos oculte los subrayados de Centeno, pero es necesario advertir que las autonomías llevan funcionando unos cuantos años y el sistema financiero algunos más. Osa a convertir en irrelevante la cumbre G20+1 y a pasar de puntillas por la entrada en la CEE. Quizá por suponer conquistas socialistas.

Zapatero, como mucho, ha contribuido algo a que las cosas fueran bien en el pasado, y se apoyó en la labor de Rato y éste, curiosamente, en la de Solbes que, a su vez, se posó en los anteriores. Todos hemos tenido la solidaridad de Europa, básicamente Alemania, para adecentar las cuentas marchitas de un país retrasado. Sin quitar méritos a nadie, muchas veces las cuentas del Estado han prosperado con bastante independencia de las políticas internas. Posiblemente Zapatero ha hecho suyo el primum non noscere y dejar que las cosas siguieran por su cauce. Si no se le reconoció su contribución, es de ley no atribuirle los deméritos del retroceso. Nuestro Centeno le imputa personalmente la destrucción de empleo. No sé cuantas cartas de despido ha firmado Zapatero en los últimos meses. Quizá debiéramos ver cuántos puestos han destruido los inversionistas afectados por Madoff, de dónde sacaron ese dinero, por qué conocen tan bien Vaduz, por qué los empresarios de España quedan al margen. Si España iba bien gracias al tejido empresarial y su esfuerzo, no pueden ser absolutamente irresponsables ahora. Al menos de no haber percibido la desaceleración, de no haber hecho bien las cuentas, de apalancarse en exceso y sobre todo, de creerse más listos que nadie.

Abomino del poder autonómico, creo que ha traído más mal que bien a nuestro país. Por igualitario que soy, creo que su poder normativo es un cáncer, que si cuatro ojos ven más que dos, tres funcionarios incordian más que uno y siempre son barreras y nunca trampolines. Centeno da detalles de algunos problemas enormes que nos traen las administraciones autonómicas y pide que se mantengan los depósitos ¡No sin mi hucha! En mi vanidosa opinión pienso en un país sin Autonomías, con mayor poder municipal y con la vuelta a la Administración Central de la enseñanza y la sanidad. Si la Administración Central está repartida por toda España miel sobre hojuelas, si casi todos los call centers están en Irlanda o en el Magreb no sé porque el back office de Hacienda tiene que estar en la milla de oro de Madrid, por qué el Supremo o el Cuartel General del Ejército no están en Barcelona. Que el mogollón que se está montando para que el espacio universitario europeo sea común, coincida con 17 diferentes reglas para pescar/cazar o para morirse en España, solo puede dar una enorme pena.

Zapatero salió ayer en la Cuatro. Bastante creíble si no fuera tan inane. Pero no peor que su plomizo sustituto si los españoles lo tienen a bien. Al menos algunas cabronadas no las hará. Esta es la clave, Centeno: da igual quien esté. Si a Botín se la han metido doblada fíjate a nosotros que ya venimos lubricados. Hay que sentirse dichosos en estas fiestas y felicitarnos, de momento, por no ser el pavo.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Las esencias

Son tiempos en los que el mundo se derrumba y nadie te asegura nada, no te puedes fiar ni de El Caserío. Hasta la fábrica de quesos ha planteado un ERE, ese sistema de despido a plazos que suena suave al pronunciarlo pero desastroso al vivirlo. Lo que se estará riendo la vaca.

Pero como ejemplo de lealtad a sus principios, el Vaticano que, como regalo de Navidad ha pedido a Papa Noel -ellos lo escriben sin acento- que la inseminación sea en el seno del matrimonio. No sé si ponen como requisito que estés casada con un ginecólogo y que para procrear, en lugar del pijama, se ponga la bata blanca, o que sea necesario simplemente estar casada como Dios manda para que deje de ser pecado el artificio de la inseminación. Debe ser una reclamación a la SGAE que hizo el arcángel aquel, pidiendo derechos de embarazo por imposición de manos, procedimiento inventado por él, cuando lo normal suele ser con otros apéndices.

Aunque la hija del presidente de la República que les da cobertura se vaya a casar con el padre de sus dos hijos. Él fue primer bailarín de la Scala y cuando dicen que dio el braguetazo todo el mundo pensaría otra cosa. No es el caso. Ella es riquísima.


Si se fijan esta Marina Berlusconi tiene un puntito Ana Botella, con un cruce con Ana Belén. Pero la delatan los pómulos y la pechera al viento, y esos puños varoniles de buen popelín.

Nada que ver esa imagen de modernidad con la de Betty Page, que acaba de morir y que formó, y forma, parte de la imaginería BDSM y a la cultura leather que tan poco tiene que ver con Ubrique. Viene a estas páginas porque en su juventud fue maestra y nos lo enseñó casi todo y porque, a diferencia de otros, ésta sí lo dejo todo atado y bien atado.


Y les dejo porque Betty me ha recordado que tengo que poner el arbolito ahora que el plasta no me ve, que si no me da la murga con los ritos paganos y las idolatrías y ya tenemos montado el belén otra vez.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Entre Getafe y Cornellá

Si fuera por el corporativismo que nos invade, estas palabras serían de defensa del Alcalde de Getafe por decir eso de ¿por qué todavía hay tanto tonto de los cojones que todavía vota a la derecha? Al fin y al cabo es bajito y feo como yo, y eso, señores, une bastante, incluso mucho diría yo. Pero es una lástima que no sea tan gremialista, tan cartagenero como para jalear a Pedro Castro. Además debería respaldar también al primario Tardá, Bono dixit, por aquello de ¡Viva la República, muerte al Borbón! que más allá de la fórmula exterminadora, encierra el deseo de regreso del sistema que nos robaron tantas veces.

Pero, qué quieren, soy incapaz de mostrar simpatía por estos dos borricos que, sorprendentemente, son representantes del pueblo español. Y el problema está en que Pedro Castro se hizo una pregunta retórica sin saberlo y se contestaba a sí mismo: la gente listilla de los huevos o tonta de los cojones sigue votando a la derecha porque en la izquierda hay gente como él y como el diputado de ERC. A Castro le seguirán votando los incombustibles y su familia, pero ni un solo voto habrá arrancado de esa grey de derechas que mencionaba en su exabrupto y lo de Tardá fue de tan consumo interno, que es posible que ni siquiera le ofrezca réditos en su propio partido.

El comentario de Castro debería haber quedado en el desahogo de una partida de dominó después de que te ahorcaran el seis doble, y siguiendo con los ahorcamientos, a Tardá habría que decirle mi versión modificada de Chamfort, Quiero ver al último Rey colgado de las tripas del último cura empalado con el último nacionalista.

Al final es lo que queda, fuera la monarquía, fuera los curas, fuera los nacionalistas. ¡Qué maravilla de país! ¡Qué ahorro para los bolsillos y para las cabezas!

Pero como no va a ser así, yo me tengo que preguntar solemnemente ¿por qué hay tanto tonto de los cojones que todavía vota?

jueves, 4 de diciembre de 2008

La cola más larga

Cuando uno se acerca a un cajero automático, encuentra unas pocas opciones que básicamente consisten en que te diga cuanto tienes y que él sepa cuanto quieres. No siempre hay acuerdo y ahí aparece el crédito. O desaparece. Pero por alguna extraña razón, el que tienes delante de ti en la cola, es capaz de encontrar muchas más posibilidades que a ti te son negadas.


Siempre soy incapaz de encontrar lo que mi antecesor encontró y disfrutó durante tanto tiempo y que, en mi eterna espera, desesperé ansiando. Imaginaba la opción de orgasmos múltiples, de paseos virtuales por acuarios tropicales o, quien sabe, recetas de bullabesa au Pernod. ¿Qué hacía ese ser humano presionando teclas, recogiendo boletos, introduciendo y reintroduciendo el plástico de tal manera que el resultado no fuera la absoluta felicidad? Yo que solo era capaz de meterla una vez, presionar las mismas clavijas y obtener siempre lo mismo como en el santo matrimonio, veía esas amplias espaldas demorándose en su placer, suponiendo la contención del regocijo. Así, en cuanto ese cuerpo que me precedía iniciaba el movimiento de retirada, saltaba felinamente sobre la pantalla tratando de atrapar las últimas vaharadas del jardín de huríes que, con seguridad, instantes antes copaban cada pulgada. Y nunca nada. ¿Sería necesaria la Visa Oro? ¿La AmEx Centurión? ¿Quizá un PIN más largo si el tamaño fuera lo importante? Ardo en deseos de volver al cajero. Quizá la próxima vez me llame cariño.



Sin que sirva de precedente me referiré a mi sosias por una vez. Hoy él quizá hubiera hablado de ETA y de la partida de cartas que no fue capaz de interrumpir, para que sepamos como el pueblo vasco les canta a los asesinos las cuarenta. Quizá les hubiera escrito de la vergüenza de los presupuestos de las Comunidades que ignoran, todas y cada una, lo que se nos avecina y se comportan como pollos en el nido o de cualquier otra barrabasada que el poder legítimo nos brinda cada día. Pero yo no soy el plasta pesimista y protestón de Indefensos, ni quiero enrollarme tanto, ni escribir tan raro. Lo mío es lo cotidiano, lo elemental y costumbrista. Quizá tenga que referirme en alguna otra ocasión a él, seguramente hasta me amenace y me obligue algún tema, quizá me obligue a beber alcohol que es lo que me diluye el buen rollito, pero intentaré que no pase, procuraré darle esquinazo. Otra cosa es que solo me lea él y me quiera responder desde su atalaya. Ese será el momento de que los dos nos caguemos en sus muertos. Sí, me refiero a los de usted, amable lector.