sábado, 7 de febrero de 2009

Hummm…humo

El otro fui a un restaurante finolis y el maître, muy amable, nos esperaba peinado con raya a la izquierda y una pila de menús en el antebrazo derecho. Confirmó nuestra reserva en su dietario y agachó reverencialmente la nuca. Mostrándonos su espléndida sonrisa inquirió:

-¿Pedorros o no pedorros?

-Pedorros por favor, escogió mi acompañante, dándose unas palmaditas en el vientre.

-Señores, pasen por aquí, por favor.

¿Se imaginan? Pues eso mismo sucede cada día en todos los restaurantes con el dichoso ¿fumadores o no fumadores? Sin duda todo el mundo tiene sus necesidades, pero no tiene por qué compartirlas obligatoriamente con los demás.

Casi no recuerdo el último pitillo que se fumó el pelma. Dos décadas al menos, que me he ahorrado de cepillarme el pelo, de airear el chaleco o de humedecer artificialmente los ojos no pensados para las fogatas domésticas. Con seguridad me he ahorrado riesgos evitables de salud, de mi corazón y otros órganos diana, y centenares de ambientadores, velas, humidificadores y cachivaches varios para contrarrestar el efecto del humo del tabaco.

También hubo un tiempo en el que ensayé caritas frente al espejo, caras de tipo duro, con el humo lento que acompaña a la capitulación, o expulsando aros de humo que presumen de tu competencia amatoria, o empapando papel de fumar con un derrote de lengua reptil que claramente la evidenciaba; tentado estuve de mascar tabaco y escupirlo certeramente como hacía Lucky Luke, el perseguidor de los Dalton, o aprender a manejar el mechero Zippo de mil y una formas. ¡Cómo dejar de interpretar el gesto descuidado de sacar el Ronson del bolsillo interior del traje o mostrar la laca del Dupont regalado por aquella novia adinerada! ¡Cómo no imaginar tu pecho velludo asomar entre las sábanas con una satisfecha pelirroja amarrada a ti mientras fumabas el cigarrillo de después! ¡Cómo olvidar el alarde de fumar Camel sin filtro o disfrutar de las más tercas labores canarias que asfaltaban tu tráquea y tus alveolos con cada calada!

Todas esas imágenes conformaban esa atmósfera de edad adulta deseada, de estatus social ficticio, de inconformismo y rebeldía de jardín de infancia, que preferían coger el pitillo con los pulpejos del pulgar y el índice, a dejarlo reposar femeninamente en el interior de la uve de los dedos estirados y labios fruncidos. Inspirando el humo con toda la pasión que da la desgana del imberbe y su obligada mirada líquida y exhalándolo hacia abajo marcando la dirección, con las comisuras de morsa enfadada.

Ahora nos llaman talibanes cuando los fumadores han considerado obligado desde siempre, que fumaras sus humos, que encontraras sus colillas frías por doquier, que te obligaran a abrir ventanas o te imprecaran por el frío. Ahora hablan de respeto, de concordia, de convivencia. Ahora. Antes el ascensor era suyo, la consulta del médico, el taxi, el avión o el tren. Siguen poseyendo la cafetería, el restaurante, la discoteca, las colas de espera y las esquinas de los edificios de oficinas y muchos despachos con suficiente rango. El humo como bonus. Ni se te ocurra reservar mesa para seis en no fumadores si hay uno que lo haga, son los demás los que deben ceder. Buen rollito. Y si porfías procura ir a un restaurante tamaño plaza de toros porque los recoletos, los minúsculos, indefectiblemente permiten a los menos fastidiar a los más.

Visto que el vaquero de Marlboro cascó de cáncer, que se prohíbe mayoritariamente la publicidad del tabaco y que los actores y actrices americanos han dejado de fumar en las películas, se nos seduce con los catadores de vinos que además se han convertido en expertos fumadores de puros y llaman también cavas a los almacenes de sus cigarros. Me tienta la ensoñación de pensar que esos puros se han elaborado sobre muslos prietos de guajiras cubanas, pero la producción industrial lo arruina todo y no debe quedar ni rastro de aquellas ancas robustas de mulatas. En los puros solo queda la posibilidad de incrementar su precio de forma tan estratosférica como lo hacen con los vinos y mandar el mensaje de poder y privilegio que tiene el fumador de cigarros habanos. Con ese ostentoso “he llegado” inundan los salones de los mejores restaurantes que añaden a los pretenciosos y largos nombres de sus platos, el colofón de voluta de humo gris de Vuelta Abajo por gentileza obligada de la casa.

El desafió a la Ley en las comunidades del PP es absoluta, una ley timorata que previó una excepcionalidad hispana, un boicot generalizado y aceptó las presiones de los lobbies tabaqueros, que desatendió a dos tercios de la población y a todos los empleados de hostelería y permitió que gente como Esperanza Aguirre elaborara un reglamento que decía: Zapatero prohíbe y yo ofrezco la libertad. Así nos va. Con lo fácil que era hacer una ley que en su preámbulo dejara las cosas claras: A fumar a tu puta casa.

domingo, 1 de febrero de 2009

El demonio sea con nosotros

Espero que no enlacen esta entrada con la anterior, pero Jorge Trías Sagnier en ABC dice que el famoso autobús del ateismo, es de tontos. Me imagino que del mismo tipo que los tontos de los cojones que votan a la derecha. Dice el defensor de Gómez de Liaño y del sindicato de los pilotos, que el único modelo de sociedad ateísta que conoce es el soviético. Primero, es un pelín antigua esa referencia y segundo, nunca en la Unión Soviética estuvo prohibido el culto.

Pero donde no solo no está prohibido, sino que parece enormemente recomendable, es aquí en España. Por lo visto tenemos en plantilla cinco exorcistas. No hagan como que no les cuesta el dinero. Visto lo visto me parecen pocos, pero también pueden ser demasiados ¿quién quiere en estos tiempos que le quiten algo, aunque sea el demonio?

Fíjense cómo tienen que estar las cosas en la capital, que El Mundo destaca que la Comunidad de Madrid ha establecido el nivel 0 de Inclemencias Infernales (sic). Para que luego digan que la naturaleza no imita al arte.

Parece ser que ni siquiera los ateazos estamos libres: “Cualquier ser humano puede quedar poseído si se pone en peligro haciendo espiritismo, magia, santería, conjuros, o invocando espíritus de la oscuridad. De cualquier religión. Incluso los que no creen” dice nuestro sanador del alma. Y yo que no paro de hacer sortilegios e impetraciones cada día, con la escasa paga que me da el pelma este de aquí al lado. Pero me consuela que el maligno y sus secuaces no son jóvenes españoles. Por lo visto los poseídos hablan latín por los codos. Lo digo en sentido figurado, no es que además sean deformes. Y no me cabe duda, porque el latín delata mogollón. Hace nada Espianza Aguirre se pregunta en el idioma maléfico Qui prodest? Ya saben ustedes ¿A quién beneficia?, y yo, que soy todo lo malo que me dejan ser, me pregunto Qui jodest? Que como sabrán ustedes traducir, significa ¿A quién fastidia?

Y es claro que la perturbación la debe sentir la propia Espianza, porque a Zapatero le ha venido a ver la virgen con este don de la oportunidad que tienen los chicos y chicas del PP. Debería sustituir a la Aído por Pitita Ridruejo que controla mucho más esto de los milagros. Porque no me diga que no lo es, que un tipo australiano, parece que acostumbrado al Ars Amandi de Ovino -el pelmazo me corrige y me dice que es Ovidio y yo le balo inmisericordemente- está dispuesto a pagar cerca de tres millones de euros por el himen de Natalia Dylan, que dice que no ha recibido ninguna oferta firme –querrá decir enhiesta- de ninguna mujer. Y es ahí donde podemos recolocar a Aído ¿cómo es posible que exista esa enorme desigualdad oferente? ¿quién no necesita un himen que llevarse a la…? Dejémoslo ahí.

Y es que la igualdad no existe. Dense cuenta de lo mal que el PSOE trata a la Iglesia. Lo dice nuestro exorcista Fortea, que de tanto sacar y sacar demonios de otros, se le ha olvidado meter algo en sí mismo. En la cabeza quiero decir, porque cuenta que “para alguien que crea en el Evangelio dará lo mismo votar al PP que al PSOE. La política es una verdadera porquería. Lo que interesa es engañar a la población”. Lo dice un tipo que se gana la vida desarticulando comandos diabólicos en los cuerpos de esa misma población. Viste sotana en la parroquia y clergyman en casa porque “la estética también lleva a Dios”. ¿A Dior? Mi señorito está ensimismado viendo nevar y no me atrevo a preguntarle qué significa eso de clergyman. Me imagino que debe ser como un chándal con alzacuellos.