sábado, 14 de mayo de 2011

Temblores

Ya saben lo del terremoto. Errandonea Arruti, abandona la cárcel tras 25 años en ella y muestra una pancarta de Bildu y el PP pide que se juegue de nuevo el partido. Un 7 en la escala de Richter. Y todos se hacen cruces por ello. ¿Qué esperaban, que se hiciera de las madres redentoristas? Salió de la cárcel y se fotografió delante de una pancarta de una organización recién bendecida por el Constitucional. ¿No era eso lo que se le pedía tras 25 años. Que participara en el juego democrático y dejara las bombas y las pistolas? ¿No es eso reinserción? Mira bonito como eres un hijoputa de tomo y lomo te vas a pasar cinco lustros en la cárcel para que aprendas a comportarte en sociedad, y ya verás como aprendes a pedir las cosas por favor. No me lo tomen al pie de la letra pero creo que algo así aparece en nuestro ordenamiento constitucional. En ningún sitio dice tienes que pensar como nosotros y llevar un amuleto del FMI.


Pero todos venga a hacernos cruces por lo que era obvio y más que previsible, contribuyendo a hacer de él un héroe. Si quería provocar, rómpanle la estrategia aplaudiendo el acto democrático. Yo hubiera preferido que hubiera enarbolado una pancarta con el gavioto del PP. ¿Hubiera sido suficiente motivo para ilegalizar al Partido Popular?


Pero llega su presidente de honor, el de la melenita de la señora Bates en la mecedora y dice con otro temblor de tierra que “las elecciones empezaron con una muy mala noticia, que ETA puede presentarse a las elecciones. Ante esa mala noticia, lo primero que quiero hacer es acordarme de todas las víctimas del terrorismo”. Qué bien hubiera quedado este protoneofascista si hubiera dicho lo mismo del ala derecha de su partido y se hubiera acordado de las víctimas del franquismo. Hay una diferencia, que el franquismo se ha presentado a las elecciones -que con tanta y larga insistencia negó- desde siempre. Y no hay que irse a Fuerza Nueva o a Falange Española y de las JONS, basta con mirar el ideario de Alianza Popular fundada por su otro presidente de honor. ¡Cuánto presidente para tan poco honor! La ultraderecha española se ha presentado a las elecciones desde el primer momento en que se pudo votar en este país después del paréntesis, también conocido como la oprobiosa dictadura. Lo que pasa es que fascio redentor, nacionalsocialismo, nazis, propagandistas de acción católica, hermandades de combatientes o falangistas verdaderos, de skay y de piel legítima se escriben con P, con dos pes exactamente y parece que no existen pero están, vaya que están. O si no miren las TPP o televisiones digitales terrestres del Partido Popular sección mecagoentó.



Y fue en televisión donde vi a Jaime Lissavetzky hacer el ridículo ante un Gallardón insultantemente inteligente y dispuesto. El socialista empezó trabucándose, inseguro con ese estilo campechano de esto está chupao barnizado de buen rollo a sabiendas que no hay nada que rascar, mientras Ángel Pérez se mostraba con la única dignidad que le permite su partido, aguantar el chaparrón con profesionalidad, sentido del humor y casticismo. Demasiado poco para un Gallardón subidito que no necesitó ni atarse los guantes.


Y uno echa de menos a alguien que pueda al menos arrinconar al alcalde aunque salga con la cara hecha un mapa, pero no hay caso. La importancia de llamarse Alberto basta y sobra.

Y si mal está el asunto en Madrid, leo con tristeza las propuestas de Alarte, el baranda de los sociatas valencianos. Nos adelanta en una entrevista en El País la quintaesencia de su propuesta: la transparencia, una Generalitat abierta y la integridad como valor de funcionamiento de las instituciones.


No sé si con esas tres cosas piensa ganar las elecciones, no sé si en estos tiempos de paro desbocado, de desesperación para tantos, de falta de liquidez financiera, de amenaza de los especuladores, de fracaso escolar galopante y tantas otras cosas, ese espíritu regeneracionista es lo que esa masa de votantes que le debería dar el poder -o como mal menor arrebatar la mayoría absoluta al trilero Camps- es lo que espera de él y de su histórico partido. No sé si saber que su concepción de la política es decir la verdad nos ayuda. Porque ¡qué coño!, todos sabemos que en este juego no dice la verdad ni dios, pero hacemos como que nos lo creemos y asumimos que eso va en el empleo, así que presumir de lo que candorosamente aceptamos es de una inanidad pasmosa. Dígame qué va a hacer con el excedente de pisos, qué va a pasar con esas cajas de ahorros podridas, dígame qué va a hacer con esas obras fantasmagóricas que están pagadas con dinero real, dígame cómo va a ayudar a los que pueden crear empleo, cuénteme cómo va a estrechar lazos con la administración local con la estatal, cómo va a simplificar el camino para ser más eficiente, cómo va a hacer las cosas con muchas menos pelas y mucha más inteligencia. Y descienda en la explicación, no juegue a Rajoy con cosas como hay que hacer lo que hay que hacer, ni se llene la boca de deseos generalistas como eso de adaptarnos a un mundo nuevo y a una economía diferente, que a Al Gore ya le tengo muy visto y usted no es ni la mitad de guapo.


Porque Alarte se parece físicamente a Alberto Sordi del que cuentan que prestó la voz a la película El ladrón de bicicletas de De Sica. Y quizá fuera bueno que Jorge Alarte la revisara. Hace poco les hablé de Novecento y la historia de El ladrón de bicicletas se sitúa justamente poco después del final de aquella, la posguerra italiana, cuando la falta de trabajo era casi absoluta. El protagonista consigue la heroicidad de obtener uno: pegar carteles y necesita una bicicleta obligatoriamente. La suya está empeñada, pero tras rescatarla se la roban. En ello estriba la película, recuperar el velocípedo preciado y hacerlo dentro de unas coordenadas morales discutibles pero no menos reales. Las colas del paro, los comedores de caridad, vendedores ilegales, mendigos, tullidos, descuideros, pillos sobre el escenario patético del fracaso institucional se muestran en esta maravillosa película que ahora parece más real que nunca.


El protagonista no se paraba en grandilocuencias sobre el pleno empleo, sobre la rectitud de los comportamientos ajenos o el heroísmo personal. Estaba acuciado por la realidad y antes que tirar balones fuera o legitimarse a sí mismo tenía que actuar. Un asunto bastante testicular y agónico.

Y es lo que pasa en Valencia y en Madrid. El PSOE está jugando a las asambleas estudiantiles de primero de carrera, vociferantes, revolucionarios y voluntariosos sabiendo que tras la arenga y el sofocón, la comida está esperando en casa ¡ay esas croquetitas de mamá! Pero en la vida real otra vez mayoría absoluta del PP. Otros cuatro años de lo mismo. Lo de Valencia es asombroso, inexplicable, aterrador. Castellón, Alicante y Valencia hieden y no pasa nada. En Madrid Esperanza nos mete el dedo en el ojo cada día para anunciarnos que nos quedamos sin oculista y no pasa nada, miente sobre las hipotecas y no pasa nada.

Tras el 22 no sé cómo Zapatero, el sustituto y la sustituta del sustituto nos van a explicar el hostiazo. Quizá recurran al paradigma de Lorca: todo el mundo sabía lo del terremoto, así que la culpa debe ser de los muertos.