sábado, 5 de junio de 2010

Catarí

En lo más intrincado de la montaña de León se habla un dialecto muy especial, prácticamente desaparecido. No está claro su origen, quizá provenga de muchas otras lenguas que convergieron en la Ruta de la Plata, quizá un dialecto autóctono impermeable por la dureza de la región, quizá una jerga minera capaz de rebotar en las negras paredes horadadas de carbón culpable. Quién sabe. A algunas personas les parece bable, a otras castúo contagiado en la trashumancia, incluso ven influencias napolitanas. Qué más da. Permítanme que les ofrezca esta extraña lengua en formato amable. Escuchen esta vieja canción rescatada de las faldas del Pajares, aunque podría haberse recogido de alguna otra ladera, hallarse en cualquier loma, obtenerse de todas las costas, de cada camino y sendero. Absórbanla con sus entrañas, con sus ojos de futuro, respírenla con sus recuerdos. Y, por supuesto, disfrútenla.



Aquí tienen la traducción que un viejo leonés de Rodiezmo de la Tercia me prestó.

¿Catarí, Catarí, por qué te diriges a mi sólo con palabras amargas?
¿Por qué me hablas sólo para atormentarme, Catarí?
No olvides que hubo un tiempo que te di mi corazón,
¡Catarí, no lo olvides!
¿Catarí, Catarí, qué pretendes?
¡No me hagas sufrir esta agonía?
¡Nunca piensas en mi dolor,
nunca piensas en ello, no te importa!
Corazón ingrato,
Te apoderaste de mi vida,
y ahora se acabó,
ya no piensas en mi.

El anciano no recuerda qué puede significar Catarí. Quizá no quiere hacerlo. Yo creo que lo sabe, sabe que Catarí somos todos nosotros. Usted y yo, por supuesto, pero también todos los españoles. Es más, creo que somos todos los europeos, los americanos, todos los habitantes del planeta. Cada vez estoy más seguro. Con seguridad esta canción está escrita en la lengua franca de todos los trabajadores, en el idioma de las familias, en el esperanto de los que quieren vivir y dejar vivir en paz.


Por el contrario es mucho más fácil averiguar quién se dirige a Catarí, quién nos impreca y nos acusa, quién nos recrimina, tan evidente que son muchos los que lo hacen, sin entender el profundo desafecto que sentimos por ellos. Búsquenlo en clave española, construyan el rompecabezas con pistas europeas o jeroglíficos estadounidenses. Sale igualmente ¿Fácil, verdad? Son ellos, los de siempre. Los que siempre nos fallan. Quizá les entendamos intelectualmente, incluso les apoyaremos de nuevo, pero en nuestro corazón no podremos olvidar el desamor que nos han producido.


En parte por la vida que nos están robando, una vida que no podremos volver a vivir, y sobre todo, porque nos han robado el asombro, han raptado nuestra ilusión, se han quedado con nuestros proyectos.

Pobre Catarí. Entre el optimismo y la bonhomía de unos y el rencor y la inquina de los otros. Entre una socialdemocracia que viste de gala al capitalismo y una derecha que cubre el sarro de sus colmillos con fundas de falsa libertad. Entre la indolencia e ignorancia de todos. Pobre Catarí.