sábado, 17 de abril de 2010

Baltasarix

Dice Esperancita que ella ha destapado el Gürtel. Con tantos años de LOGSE, LOCE y LOE, a uno la ESO lo confunde y ya no discrimina los verbos reflexivos de los reflejos, ni distingue la voz media de la voz queda con que los dirigentes conservadores nos arrullan, y uno no llega a entender si es que Lady Hope Aguirre se nos pone Barbarella posada y fonda y nos enseña los correajes genitourinarios o se atribuye el eureka de la corrupción, esa corrupción de diseño que dice el amenazante diplomático Cascos a puntito de aterrizar. Al fin y al cabo, siempre será mejor que te seduzca tu presidenta y anime tus parafilias calcetineras que llegue un tonsurado diácono y te haga una oferta de tres por dos irrechazable, que luego le cambian de diócesis y no lo vuelves a ver, ni te llama, ni te escribe.


O Cospedal, que manifestó que le "espeluzna" oír hablar de jueces progresistas y conservadores, ya que, por definición, un juez "tiene que ser apolítico" y "no puede estar vinculado”. Espeluzna: dícese de lo que descompone, desordena el pelo de la cabeza, de la felpa, etc. ¿Será felpa hipocorístico de algo? ¿Estará también dispuesta como Esperanza a destaparlo?

Pero nosotros tenemos a Espe y los valencianos tienen a otra presidenta, la del Parlamento, a la que llaman La Perla, otra elemental asociación con la lencería fina para que uno, verraco perdido, se sienta más lancero bengalí que nunca. Pero la patria chica es la patria chica, y me siento más vigorizado pensando en Esperanza melena rubia destapándolo todo, que por Milagrosa Martínez vestida de tigre albino de una cacería de Bárcenas.


Lo digo desde la estética porque desde la ética por ahí andan las dos. Y con respeto, porque si una no es tonadillera y de Huelva de forma simultánea o vende ostras con premio a voz en grito en el mercado, no se entiende que le llamen La Perla. Dicen las malas lenguas, esas que creen a pies juntillas en la impotencia, que es debido al uso continuo que Milagrosa hace del nacarado sustantivo para interpelar a los demás, ya saben, esa forma habitual en los colegios de pago -sector crítico-, para llamarse unos a otros junto con rey o tesoro, que encuentra su culminación en el apócope de cariño, con el que las novias más jóvenes te invitan a no ocupar su sitio en el escenario LoMonaco: échate pa’ya, cari.

Bueno, pues La Perla también es una hija de puta para el Bigotes según las conversaciones grabadas, lo que la hacen pertenecer al club de bien nacidos del PP, dada la facilidad con la que así se llaman entre ellos. A ver qué dice el juez cuando vea la adjudicación sin concurso de treinta kilos que la señora Martínez realizó a los chicos de Correa cuando era consejera. Treinta kilos, o sea, treinta millones de pesetas, según medida clásica de moneda corriente, nada que ver con el peso en canal que luego me llaman machista porque como es bien sabido no hay mujeres entradas en carnes y todas visten una talla universal: la 38, por más que en algunas resulte una 38 especial Smith & Wesson.

Pero lo gracioso es que este lunes se publicó una resolución en el Diario Oficial de la Comunidad Valenciana, algo que explica por qué los regalos del presidente de Cantabria Revilla a Zapatero excitaban tanto a otra mujer del PP, a Rita Barberá hasta el punto de compararlos con coches, relojes y trajes. La Consejería de Cultura y Deporte reconoce, oficialmente, el Museo de la Aceituna Rellena de Anchoa como Colección Museográfica Permanente de la Comunidad Valenciana. Todo ello con el informe favorable del Servicio de Museos y a propuesta de la directora general del Patrimonio Cultural Valenciano. Como verán, no es cualquier aceituna, es la rellena de anchoa, que se fastidie la arbequina, la picual, la cornicabra o la camporreal, porque lo fundamental es la anchoa, esos lomos en salazón que actúan como mágico ungüento, al parecer, de dislates y contraprestaciones, como emoliente de voluntades y lenitivo de la moral, tanto que habrá que decir Anchoa es Castilla para indicar que uno puede hacer lo que le dé la realísima gana, tanta es la importancia de este boquerón en la entraña de una oliva para que merezca un museo y ocupe el tiempo y el dinero de los españoles.

Quizá era una anchoa, desnuda de toda altivez, lo que asomaba sobre un llavero del uniforme de un policía en Valencia antes de comprobar cómo sonaban los cráneos del Cabañal al golpearse contra su porra y que con las prisas vagamente nos recordaba a Franco, sujeto “salao” donde los haya, o quizá era simplemente el olor fétido, ese hedor pútrido que últimamente husmeamos al remover las cloacas de la historia que nos empeñamos en tapar; no hace falta irse a Dinamarca para percibir la pestilencia que el, este sí, hamletiano líder de la oposición es incapaz de aventar, y que está intentando dejar huérfanas de todo estímulo a las acciones que descubran la barbarie que el franquismo perpetró tras el fin de la guerra y en la guerra misma.

A los mayores, a los del fondo de la clase, les vendrá a la memoria lo de ruptura o reforma, y habrá que recordar a los empollones de las primeras filas que, ante la disyuntiva, nos quedamos con la reforma, la versión posibilista de empezar una nueva vida y que se explayó en la Ley de Amnistía que permitió que muchos salieran de la cárcel.

Y ahí nos engañamos, asumimos nuestra situación como culpable y aceptamos que un Rey impuesto por un dictador, sancionara una ley que nos perdonaba. ¿Necesitábamos ese perdón? ¿Estaban los franquistas en condiciones de ser indulgentes? En realidad, eran ellos los que se estaban cubriendo las espaldas y se estaban blindando contra todas las iniquidades que cometieron. La derecha se inventó nombres para aparecer distinta y fragante y declaró su amor por la libertad y la ilustración, escondiendo los grilletes en los baúles y barriendo las cenizas de las piras; los socialistas olfateaban el poder y buscaban dejar atrás el triángulo de las bermudas que les hizo desaparecer vergonzosamente durante cuarenta años; los comunistas pensaron que ya estaba bien de cárcel y destierro y todos aceptaron la conciliación. ¿Todos? Quedaba la irreductible aldea gala de los muertos en las cunetas, de los fusilados sin juicio, de los represaliados de todo origen y condición. Y el recuerdo de un muerto queda tan inerte como su destino, congelado en el futuro frío y duro de la nada. Por eso no prescribe, porque se estrena cada día, porque por él no pasa el tiempo, porque está embalsamado en el formol de la injusticia y se viste de luto cada amanecer.

Garzón era, es, en gran medida el druida de la poción mágica, aquella que daba la fuerza de un poder del Estado para recuperar la dignidad tiroteada. Por eso están haciendo todo lo posible por verter el caldero y por cortar las barbas blancas de cualquier aprendiz de brujo que ose recuperar aquella memoria. Y se protegen tras los nombres infaustos de la ultraderecha, querulantes de paja que nublan las caras de los auténticos organizadores, porque la estrategia pasa por los despachos del Partido Popular, por las ondas de las radios y televisiones que el Partido Popular ha concedido, por los contertulios que el Partido Popular anima y alecciona, por los jueces que castigaron delitos de conciencia y expresión, por los escogidos que bloquean tribunales, por los herederos de aquellos tiempos dominados por gente de orden, aquellos que llevaban sombrero. Son esos los que mueven los hilos y que se resumen en casos como el de la hija del general Yagüe, conocido como el Carnicero de Badajoz, falangista convencido y golpista profesional, que se sublevó contra la República y lo intentó contra Franco, la hija que acaba de abandonar el PP porque han retirado de su pueblo la estatua del padre y porque el partido va a la deriva en asuntos como el aborto y las uniones entre homosexuales. La Masacre de Badajoz sucedió el 15 de agosto de 1936 y significó el fusilamiento indiscriminado de 4000 personas, que fueron luego calcinadas y llevadas a una fosa común, dicen que previamente algunos fueron toreados y banderilleados en la plaza a cargo de las tropas moras comandadas por Yagüe. Les parece poco disponer de una estatua que le ha honrado hasta el año 2010 y demasiado que se investiguen esos millares de asesinatos que cometió.

Dicen que quieren retirar de la circulación el ego desbordante de Garzón, pero, como con la transición, nos quieren volver a engañar y con el ego, callar también al superego, a la conciencia moral de un país que les recrimina lo que hicieron desde la inconsciente ignorancia de la verdad.

Tenemos una deuda. Poco podemos resarcir a los muertos, y a estas alturas hacer casi nada por sus hijos, pero hay mucho que hacer por la verdad y por nosotros mismos, seamos herederos o no de aquella brutalidad, estamos obligados a saber, no a olvidar, y eso supone que tenemos que excavar todos juntos dejándonos las uñas en la tierra.