sábado, 6 de noviembre de 2010

Navajita plateá de Ockham

A estas alturas del siglo y de la historia, la enseñanza se siente seducida por las tecnologías. Ahora se han puesto a adorar al proyecto Escuela 2.0. No se engañen no quiere decir que la Escuela vaya dos goles por delante, es la inercia de las nomenclaturas que terminan queriéndose parecer para decir todas lo mismo y dejar de significar alguna cosa.

Como ejemplo de vanguardia un reciente artículo de El País, nos introduce en un mundo de ciencia ficción: un alumno acaba un trabajo de sociales en casa y lo envía directamente al correo electrónico del profesor. Un programa corrige automáticamente los cuestionarios de verdadero o falso. El docente entra en clase y, en lugar de pedir que se abra el libro por la cuarta lectura, solicita a los niños que enciendan los ordenadores portátiles. No sé si serán capaces de entender la complejidad del asunto, quizá sea demasiado moderno para nosotros los cincuentones desconectados, incluso para aquellos que leyeron a Asimov o vieron la serie de Carl Sagan, este derroche de tecnología puede apabullarlos. ¡Negroponte nos salve!

Este proyecto ofrece a los infantes de primaria y ESO, miniportátiles, pizarras digitales e Internet. Se teme que aún quede mucho para que los profesores estén realmente preparados para sacarle todo el provecho a las nuevas herramientas. ¿Nuevas? Correo electrónico, plantillas de corrección, ordenadores ¿es realmente moderno? El correo electrónico era nuevo en 1995 cuando conseguí mi primera dirección electrónica aunque era difícilmente compartible, eran tiempos en los que hablábamos en baudios, el modem hacía ruidos y el comercio electrónico se verificaba mediante Ibertext; hace unos 30 años Osborne ya ofrecía un portátil con pinta de máquina de coser y los ancianísimos Spectrum no eran mayores que un netbook aunque necesitaban monitor externo. De las tarjetas perforadas mejor ni hablamos. Dicen que hay docentes que temen los problemas de averías por el uso de los equipos o el tiempo que supone preparar el aula. Vamos, como quedarse sin tiza o que haya desaparecido el borrador pero en moderno.

Creo que se me están perdiendo ¿o era me se? Bueno da igual, los correctores ortográficos, que los carga el diablo, me sacarán del atolladero ¡automáticamente!

Un director de instituto nos lo aclara. Pidió a sus alumnos de 1º de ESO que trajeran una canción para debatir. Jaimito llevó la serie completa en DVD de Canción triste de Hill Street, pero no valía. Se aceptó Jueves de La oreja de Van Gogh. Tras el debate se vio que los niños entendían aquello como una historia de amor, desconociendo que se basaba en el ataque terrorista del 11M de 2004. El profesor mandó a los niños buscar en internet información sobre el atentado, videos, artículos de prensa, blogs. El periodista o el director concluyen que los chavales aprendieron por sí mismos lo que sucedió cuando eran aún más pequeños.

Pero ¿Quién verificó las fuentes en las que bebieron esos pequeños indocumentados? ¿Se vieron los videos de Intereconomía? ¿se aprendieron las declaraciones de Acebes, de Aznar, de Zaplana, del gobierno entero? Papá, por qué mintieron ¿Leyeron El Mundo o La Razón? Papá, qué es periodismo de investigación ¿Valoraron las implicaciones sociales y políticas de aquello? Papá, que es un gobierno por accidente ¿O fueron más allá y se hicieron con los millares de folios de la instrucción y la posterior sentencia terminando confundidos por las tertulias de doctos intervinientes comentándola? Papá, cómo se construye la historia.

Hace otros treinta años para algunas amigas de un servidor, me refiero a mí mismo, no a la madre de todos los ordenadores, aquella canción titulada La quiero a morir de Francis Cabrel hablaba de la Virgen. Como recordarán ustedes, en realidad trataba de la droga, pero para aquellas pequeñas beatas cuadraba más con la inmaculada concepción que con el caballo. Había diferentes tipos de heroínas en aquellos tiempos.

No me quiero poner triste, ya les dije que a Jaimito le invalidaron la serie de Furillo, pero ¿qué diferencia hay entre pedir que te traigan una canción –bajada ilegalmente of course- o te copien con lápiz una poesía como hacíamos hace cuarenta años? ¿qué entiende un niño cuando lee al octavo mes ríes con cinco azahares, con cinco diminutas ferocidades, con cinco dientes como cinco jazmines adolescentes? ¿Optamos por La Oreja o Miguel Hernández? ¿En qué se diferencian? Quizá en que ahora tenemos Google y antes teníamos un profesor. Y el arbolé con sus cuatro hojitas baila también. Quizá dios Google les cuente que Jueves, esa canción, se basó en la matanza de Atocha, la segunda, pero quizá un profesor sepa explicarles que es una historia de amor, porque a los nueve años esa canción es simplemente eso y quizá ahí deba quedar al igual que los Cranberries y su famoso Zombie hablando del IRA y del Alzamiento de Pascua de hace un siglo, no se leyó principalmente en clave independentista.

Pero estábamos con la Escuela 2.0. Algunos lo consideran como un objetivo utópico. No sé si este adjetivo está fuera de lugar. Afirman que por sí solos no solucionan nada. En Valencia y en Madrid no está implantado porque dicen que la pantalla de los ordenadores es muy pequeña. ¡Este jodío Zapatero recortando también las pantallas! Mientras los niños quedan a merced del grafito ahora que estamos en la era del grafeno, que antigualla, tener que pensar cuando los algoritmos te lo dan hecho, hasta el punto que la máquina piensa por ti, te corrige y te recomienda ¿Quiso usted decir…? Seguramente sí, yo qué sé lo que quise decir, para eso estás tú máquina estúpida.

Alberto Corazón, el grafista, ya dijo hace un montón de años, que el ordenador era una herramienta para visualizar, nunca para conceptualizar. Estos profesores con tanto frenesí por las nuevas tecnologías tendrán los mismos niños liándola parda en las aulas, porque cuando uno no quiere, igual da un encerado verde, que una pizarra interactiva y cuando el maestro no es capaz de suministrar ideas, da igual que se escriban en letra inglesa con tiza, que con un puntero o el dedo mismo.

La enseñanza de idiomas asistida por ordenador lleva varios lustros desarrollada, pero choca con el esfuerzo que hay que hacer, no es un problema tecnológico. Qué duda cabe que es más fácil entender la circulación pulmonar con infografía dinámica que pintando con tizas de colores, que la ayuda para explicar como pasamos de la pangea a los actuales continentes puede ser fenomenal, pero en absoluto ayuda a calcular cuando se cruzarán los trenes A y B de los problemas de física, proyectar en 3D la imagen del AVE Madrid Valencia que en diciembre nos va a acercar un poco más.

Y luego está el asunto de la formación de los profesores en tecnología que por lo visto es manifiestamente mejorable. Me pregunto cuantos discriminan wireless de bluetooth, o de wifi, si distinguen TFT, de HDMI, FAT32, PDF u OSX, cuantos son capaces de manejar una hoja de cálculo o diseñar una base de datos, o más difícil todavía, cuantos son capaces de realizar una presentación en Powerpoint, sin mil colores, cien tipos de letra diferentes y multitud de transiciones estrambóticas, dejando, sencillamente, solo unas cuantas ideas brillantes.

Y el no va más, cuantos leen diariamente un periódico, cuantos son capaces de comunicarse en inglés, o se meten entre cuerpo y espalda más de diez libros al año o cuarenta películas de cine. Tecnologías que tienen a cuestas, como poco, más de un siglo. Sencillas, accesibles y baratas. Y es que cuando me explicaron el principio de parsimonia no existían los ordenadores.