sábado, 14 de febrero de 2009

La probabilidad de los milagros

Ya lo saben ustedes, ellos tenían razón. Los milagros existen. De qué otra forma si no, pueden explicarse ustedes que la muerte haya privado a Eluana de la tortura vaticana, de la desvergüenza de Berlusconi y de ese país en pudrición que es Italia. Solo el milagro de la muerte la salvó de la condena de los anteriores 17 años que le parecieron poco a curas y meapilas. Hasta Amando de Miguel dijo ayer que era un asesinato. Lo hizo en el programa de Buruaga, ese de TeleMadrid que me pongo por las noches para dormir encabronado y no soñar con bellas señoritas, una especie de bromuro mediático con el que castigo esta naturaleza indómita. Y eso que, hoy en día, uno puede mosquearse por cualquier cosa. A ver si no.

La crisis galopante descabalga a este Gobierno que claramente no sabe atarse los machos. La leal Oposición de opositores sin fronteras, cuando deja de espiarse en los retretes como un George Michael cualquiera, o de jugar al Monopoly con el dinero y las casas de los demás, aspira a cubrir su futuro en la banca, ahora Caja Madrid, mañana será Bancajasin importarle el hedor de su brazo incorrupto y su moralidad hecha fosfatina. Acusan de prevaricador a Garzón y rompen con Justicia. Por otro lado, las autonomías en proceso de recambio electoral, se niegan a responder a la prensa con sonrisa alicatada o se guarecen tras las pistolas que condenan mientras las bruñen cada día.

La crisis mundial nos muerde los corvejones y nos amenaza más allá del 2010, mientras los ciudadanos tememos la ronda futura y eterna a la morena del refrán.

El alargamiento de pene no funciona y la viagra está por las nubes, en subida continua sin que ello signifique redundancia. El mundo se descompone y las ideas de Caldera han suspendido los exámenes de febrero. Más bien no se han presentado. Aznar ya no preña a nadie y solo es embarazosa su presencia y la de Agag con su onomatopeya de doble asco.

¿No creen que ha llegado el momento de mandar a hacer puñetas el sistema, de meternos en un bonito periodo constituyente que impida el sopor del desempleo y dé lugar a una República más laica y más igualitaria? Aunque sea chiquitita. Una república que no sustituya el centralismo por un pedestre estatalismo periférico. Una república sin Presidente sancionador ni representativo que cambie un Borbón por un Fernández y se monte, visto lo visto, una nueva corte mucho más cara. Una república que permita un voto igualitario de verdad sin ponderaciones perversas, una república que apueste por Europa y por el mundo con una sanidad igual para todos los españoles y una educación equiparable, con una burocracia minúscula, con un funcionariado colaborador. Que permita que cada cual crea en lo que le dé la gana sin obligar al de al lado, dónde podamos tener los hijos que queremos y morirnos cuando ya no queramos vivir sin que zombies estériles nos prediquen lo contrario.

¿Es pedir mucho? Vean. Ayer almorcé en una casa de comidas en el barrio de Lavapiés, lugar del que solo te echan los prejuicios ante las lenguas extrañas y las pieles menos pálidas. Fotos en blanco y negro por las paredes, comensales saludándose desde cada mesa, percheros comunales, raciones grandes como pechos de nodriza cocinados con la simplicidad de la leche materna. Todos se llamaban por su nombre y la dueña-camarera les colocaba el segundo junto al primer plato para que el cliente-amigo graduara su prisa o recordara a su madre. Se preguntaban por sus familiares operados, por los cónyuges ausentes ese día y yo era el extraño, el complicado, el que rompía ese Shangri-La de barrio humilde, con las interrogantes que brotaban de mis ojos al ver como una anciana se despedía de cada uno de nosotros con un castizo que aproveche. Ese encanto de lo simple, del acogimiento y la concordia sería el mejor linimento contra estos golpes de la crisis.

Hoy es sábado, habrá fútbol o cine. Mañana será domingo con prensa y churros. Disfruten este fin de semana recién inaugurado. Pero no lo dejen para otro día, el mismo lunes busquen un palacio de invierno que asaltar. Es la responsabilidad de cada uno. No esperen esta vez milagros.