miércoles, 3 de marzo de 2010

Inmorales

El PP quiere eliminar los altos cargos de la administración central (115 personas) y lograr con ello, un ahorro de 125 M de euros. No vamos a discutir las cifras, porque como ven, hay hasta personal eventual. Incluso podemos estar de acuerdo que existe un exceso de directores de expresos europeos en la función pública.


Pero me gustaría que el PP planteara esos recortes en los asuntos que él controla, como la radicación de la sede de medioambiente de Madrid que Ana Botella ha colocado en Juan Bravo y no en Usera, barrio algo más barato, o eliminar los conductores que diariamente llevan y traen a secretarios técnicos y coordinadores en cada concejalía, impidiéndoles disfrutar del transporte público. Bastaría simplemente con no mentir. Los funcionarios han pasado de 2.932 en el 1T de 2007 a 3.066 en el 4T del 2009, pero ese cambio ha sido en Comunidades Autónomas y el la Administración Local, a las que corresponden más de tres cuartas partes de los asalariados del sector público, porque tanto la Administración Central como las Empresas Públicas han bajado. ¿A qué viene este guirigay para reducir los costes de la administración menos gastona?

Por supuesto que podemos considerar que esos empleos no hacen falta, o que se pueden hacer con menos personas o que incluso se pueden realizar de forma más eficaz, ya sabemos que todos somos mucho más excelentes en nuestros trabajos que el compañero de al lado y que no es necesario leer a Sartre para saber que los redundantes son los demás. Pero lejos de convertir este espacio en un foro de Monipodio, en el que los John Cobra de la intelectualidad se escupen, demos algún dato que les haga pensar.

Allá por el siglo pasado, en 1997, Josep Piqué vendió Inespal a la estadounidense Alcoa por 383 millones de euros. Según nos cuenta Gonzalo Gartéiz, en 2008 Alcoa le cobró a la SEPI 37 millones por consumo de luz extraordinario, según una cláusula que les permite recibir ese dinero del Estado si se encarece la energía. Hasta el año 2013 SEPI tendrá que abonar esa factura extraordinaria, una vez que se suprimió la tarifa especial para grandes consumidores, que pagaban la mitad de su coste, teniendo como límite la cantidad abonada. En 1995 Teneo, un gajo de INI constituido por grandes y rentables empresas que dejaba de depender de los presupuestos generales del Estado, impidió la venta justamente por no poder llegar a un acuerdo sobre el coste energético futuro. Parece ser que la nueva tarifa incrementa considerablemente la factura, por lo que como resultado hayamos regalado Inespal a los americanos. Pero Aznar quería hacer caja en aquellos momentos y ahora su partido exige recortes y dice que ZP está hipotecando nuestro futuro. Quizá el verbo sería rehipotecando.

No quiero que estas líneas supongan una defensa del Gobierno, sobre todo porque tiene muchas cosas que cambiar, pero tampoco es tolerable que, responsabilizándole a él, nos sacudamos la culpa, propia y ajena, sobre el estado en el que estamos.

Oirán a muchos que ponen por delante su progresía, que Zapatero es el peor presidente de la democracia. Lo dicen como una muletilla, como marchamos de sapiencia política. Zapatero-es-el-peor-presidente-de-la-democracia. Y se quedan tan panchos. Olvidaron al Suarez sano e insultado de hace 30 años. Olvidaron al Felipe que miraba a otro lado en tiempos de tropelías. Y son incapaces de recordar al Aznar faltón, chulesco y fatuo que nos metió a sabiendas en una guerra. Quizá todos tuvieran excusas para hacer lo que hicieron, quizá la enorme hazaña de cambiar un sistema pueda exculpar a Suarez, quizá el goteo diario de muertos contribuyera a que González no quisiera olfatear la guerra sucia, quizá el afán de colocar a España, y a al propio Aznar, en el mundo le hiciera salir a éste, de copas con el hermano mayor y pendenciero y negociar medallas para su pecho. Es posible que queramos olvidar la gestión del Prestige de Rajoy, la del Yakolev de Trillo, la misma del 11M de Acebes, con esta memoria de pez que tenemos cuando queremos. Y quizá nuestra educación judeocristiana nos acerque al perdón. Pero de eso a ridiculizar a nuestro presidente de Gobierno va un trecho.

Quizá se debiera repetir que la España que iba bien de Aznar no alcanzó el superávit que sí obtuvo Zapatero, que en los primeros meses de 2005 doblábamos la tasa de paro de EE. UU. o del Reino Unido cuando el torpe ZP no había tenido tiempo de fastidiarla y que sí logró bajar del 8% en julio de 2007, sin duda por error. Si recuerdan, Rajoy no ha parado de decir que el bobo solemne lo hacía todo fatal, a pesar de que disfrutábamos de las mejores cifras de España en muchos años. Eran tiempos en los que el gran fabricante de puestos de trabajo era nuestro país. Éramos los que mejor habíamos aprovechado los fondos de cohesión y estábamos a punto de dejar de recibirlos por ser demasiado ricos. Tiempos de adelantar a Italia y de amenazar a Francia. Pero ZP seguía siendo lo peor.

La gran culpa de Zapatero fue no denunciar entonces el falso crecimiento, o mejor, el inadecuado enriquecimiento que estábamos teniendo. La liberalización del suelo, las capacidades normativas de las comunidades autónomas, la especulación y el descontrol de ayuntamientos que almohadillaron el lecho de esta crisis. Zapatero se permitió los lujos de los 400 euros o el de las prejubilaciones abusivas, mientras entornaba los ojos del talante y buen rollito y permitió que el PSOE, del que, no lo olviden, es Secretario General, hiciera una pésima oposición en Madrid, en Valencia, y tantos otros sitios que creían que el control del gobierno era sacar los trapos sucios de faldas o insultar al contrincante. Porque se acude a las tribunas a soltar un rollo lindo o a criticar comportamientos personales, la más de las veces guiados por el medio de comunicación de turno, en lugar de poner a los mejores a trabajar doce horas diarias en rastrear los presupuestos, en controlar las adjudicaciones, en verificar lo ejecutado. Pero hay que poner a los mejores, pueden ser amigos, pero tienen que ser los mejores. Y no siempre fue así. Ya saben cómo se perdió Madrid. La guerra de familias, el afán de lucro y alguna diputada que nunca debió estar. Y así se han perdido muchas plazas en diferentes puntos de España. Se perdió Galicia por no estar a lo que importaba. Se perderá Andalucía. Y aunque son diferentes ámbitos, la falta de cultura democrática de este país, hace que el Gobierno contamine las demás elecciones. El voto europeo, el autonómico o el local devienen en votos ideológicos, casi plebiscitarios, porque Zapatero es el-peor-presidente-de-la-democracia.

En su momento se dijo de él que era Bambi, poco después se pensó que no era tal y que era más bien la madrastra de Blancanieves. Fuegos fatuos. Dejó caer a Sevilla, a Aguilar, a Caldera, aceptó la dimisión del ministro de Justicia Bermejo por no haber pasado la ITV, pero no se enceló con otro ministro de Justicia, el Trillo del Yak 42 que sigue manejando la estrategia jurídica del PP. Jugó en la cama a tríos con Mediapro y con Prisa, pero permitió que miles de ondas hertzianas se aliaran por muchos años con la derecha más ultramontana. Se encontró con un reparto incómodo en el poder judicial y lo desequilibró aún más y en la peor dirección. No hay peor cuña que la de la propia madera.

Y pienso en el tiempo perdido en no haber iniciado el cambio hacia un modelo mejor, desagriculturizar un poco el país, y también industrializarlo un poco más, destrozar el afán constructor y aumentar los servicios sanitarios y sociales, favorecer la educación para que no haya tantos abandonos en ESO, para que los jóvenes aprendan un oficio, para que todos subamos nuestro nivel medio, huir de los trabajos intensivos de escaso nivel y auxiliar a quien promueva empleo estable de alta calidad. Eso que se quiere hacer ahora entre rescoldos. Pero nos quedamos mirando cómo se llenaban las arcas del Estado a base de impuestos de transmisión inmobiliaria y como culpablemente devolvíamos unos dineros que se utilizaban para el primer plazo de la televisión de plasma. Y así lo dice el catecismo liberal, deje al individuo que decida en qué se gasta su dinero, lo otro es propio de economías estatalizadas y decadentes. Podíamos haberlo invertido en aprender inglés o en comprar unos cuantos libros y leerlos, pero eso no se hace. ¿O sí? Y en eso Zapatero tiene toda la culpa.

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