sábado, 30 de octubre de 2010

El botarate que susurraba a las niñas

Las putas te dicen que eres lo más grande. Te aseguran que eres el mejor amante que han tenido. Te hacen sentir bien. Mienten, claro, pero te hacen sentir bien. Me gusta más mi mujer que las putas, pero con ellas, me gusto yo mismo.

Pueden quedarse con el ¡oh! infantil de ha dicho puta o darle alguna vuelta. Ya sé que es demasiado temprano para meditar sobre algo que no sea suizo o croissant, pero piensen en el papel balsámico de la mentira, incluso de la mentira evidente, pillada, aceptada, deseada. Recapaciten sobre el elogio y la adulación, sobre el refuerzo y la recompensa.


La referencia inicial en cuestión, viene de la serie Hung, aquí creo que traducida como Superdotado. Una serie breve, intensa, de esas de las que nadie comenta, porque hablan de sexo para raros. Y no me refiero a la gente del PP que apuntó Rubalcaba por esa genética concupiscente con la que se explayan y que tanto ha molestado a algunos. Hablo de sexo para raros, esos que hablan después de o leen después de, incluso escriben durante, porque el sexo es más que Dios, porque no sólo es el principio y fin de todas las cosas, es la esencia imaginada, el intermedio esperanzado, es el desatino y el acierto, el narcótico y el placebo. Pero eso ya lo saben ustedes. Eso, y mucho más. Además es sábado, no lo olviden esta noche.

Luego están los graciosos, esos que se las dan de polvos tántricos de muchas horas y muchos orgasmos, aunque luego en Japón los llamen trenes bala; cuentan que se lo hacen con niñas y luego dicen que no tanto, que eran correturnos con más trienios que un subteniente. Dragó es ese tipo que se pone como ejemplo del quinto o sexto decimal a la hora de hacer cálculos con millones, los auditores lo llaman insustancial, pero yo prefiero llamarlo despreciable; forma parte de esa hornada de botarates cultos, taquipsíquicos y verborreicos que despuntaron hace veinte o treinta años, los mismos que llevamos aguantándolos en tertulias y presentaciones varias. De unos años para acá se han ornado las ideas con la aceptación a modo de coartada, de que dan lo mismo los unos que los otros, y como nuestra derecha autóctona está bastante huera de materia gris, compra en saldos y da cobijo a estos ancianos terribles para que epaten al proleta que el burgués bastante tiene con lo suyo. Así nos los encontramos en emisoras amigas opinando atravesadamente, en las televisiones autonómicas en diferentes papeles, en centros artísticos de todo tipo, en observatorios ciudadanos de objetos inciertos y actividades nulas, escribiendo columnas en pasquines afines o presentándose unos a otros en una endogamia Cinexin, el morro sin fin. La tesis es siempre la misma, a este Gobierno no hay por dónde cogerlo, y con ella se orlan de intelectualidad independiente a la vez que hacen el caldo gordo a los Telemadrid o Canal Nou de turno, porque la crítica al Gobierno es siempre al central y nunca al regional que les paga.

La historia la conocen, nuestro samurái literario dice que mientras una de las niñas de trece años iba al váter la otra se lo trajinaba, y, o la nena estaba estreñida, o el señor Sánchez se dragaba con una rapidez más propia de otros cometidos. Así nuestro sogún vicioso se convertía en simple tamagochi. Quizá eran ellas, que ya por aquel entonces le repetían, ¡acaba de una vez por Dios! Y es que Dragó siempre ha sido un pesado.

Ahora cuenta que donde dijo Alatriste dice Alicaída, que fuese y no hubo nada. No hay razones para creer sus procacidades y no creer sus arrepentimientos. Simplemente se confirma que mintió. Antes o ahora. De forma vanidosa para presumir de ser el primer turista sexual o ahora para escurrir el bulto, esperando que entiendan esto como frase hecha y no como enjugar el paquete. Quizá mintió las dos veces, entonces exagerando el encuentro y ahora mostrando arrepentimiento, pero también ha podido proclamar en ambas ocasiones la verdad, lo hizo entonces y lo justifica ahora, en otro caso ¿a qué viene lo de sacar a relucir el Código Civil y tantas excusas si no hay caso?

Se apoya en Nabokov y Lolita y en Umbral y sus nínfulas para exculparse, como si decir bala fuera lo mismo que matar o pronunciar pan quitara el hambre. Dragó quiso que entendiéramos una cosa y ahora quiere que dejemos de entenderla. Historias de cazadores. Con Reverte, eso sí que es ser un mierda.

Pero nada hubiera sido si no llega la defensa de Aguirre, ya saben la Harold Bloom hispana, con su inagotable conocimiento de la literatura universal para recordarnos que Gabo es reprobable y que Henry Miller se paso varios trópicos escribiendo guarradas. "La historia de la literatura está plagada de actos absolutamente reprobables, por citar sólo algunos, Gabriel García Márquez, Henry Miller, Jaime Gil de Biedma. ¿Y qué pasa, que hay que quemar esos libros como si fuéramos torquemadas? O mejor, ¿quemamos a los autores? Si hubiera hecho propaganda o apología de un delito alguien en la televisión pública evidentemente que no, pero la literatura es eso, literatura" Quizá doña Esperanza crea que en realidad fue el propio Shakespeare quien desfloró a Julieta, o el mismísimo Cervantes quien cabalgó a Rocinante. Y quizá sea así, la magia de Sara Mago, la genial autora, puede obrar milagros.

A un especialista en Japón como él se cree, se le debería recomendar el harakiri cuando cuenta con tan poca gracia algo tan poco gracioso como tirarse a una adolescente. Dice que lo relató durante muchos años en su círculo. Que sus amigos se lo demanden. Dice que fueron ellas y es lo que tiene ser tan irresistible. Les pidió el teléfono, llamó y era falso, nos cuenta ahora. Encima pagafantas.



La única salida honrosa es el seppuku, el destripamiento con una espada. Ya lo hizo el vigoréxico Mishima antes de que se le corrompiera definitivamente el ángel y sobre todo Emilio Salgari que culminó, con una larga tradición familiar, y tras un intento fallido, su suicidio a navajazos después de encerrar a su mujer, pretendidamente ninfómana y a la que contagió la sífilis, en un manicomio. Eso sí que eran aventuras y no las de este cantamañanas asaltacunas.