sábado, 12 de febrero de 2011

Los Garrido

La familia Garrido dejó su Asturias natal allá por los años sesenta y se fue a Bélgica. A pesar de la similitud del clima y la superioridad de la cerveza, no fueron capaces de aclimatarse y recogieron los bártulos y se fueron para Madrid. Llegaron después de la crisis del petróleo. España era un país en vías de desarrollo y comparado con los grandes países de Europa, enormemente atrasado.


Ahora los Garrido, acaban de cumplir sesenta años. Les han dado estudios a sus hijos y viven en una casa no muy grande, pero tienen dos coches, veranean el mes de agosto completo y piensan en jubilarse en Alicante comprando un apartamento que ya tienen visto.
La historia de los Garrido es prototípica, una de tantas repetidas en toda España.
Han pasado de vivir malamente en Avilés, con una industria antigua y cara, sin expectativa profesional alguna, a arreglar su vida en Madrid después de emigrar durante algunos años a un país europeo.

Ahora España es uno de los diez países más ricos y que más rápidamente ha visto incrementar su renta per cápita. Los Garrido recuerdan las carreteras por las que iban a Oviedo de vez en cuando o por las que se desplazaban a Luanco o a Gijón a la playa; recuerdan como debían apurar los márgenes para evitar los camiones en sentido contrario y como escoltaban durante kilómetros a lentos carros de paja tirados por bueyes. Ahora se desplazan a Oviedo desde Madrid en cuatro horas escasas por autopista o cogen el avión si quieren regresar en el día. Dentro de nada el AVE les llevará a ver a la familia.

En casa de los Garrido trabajan los dos cónyuges, el hijo mayor ya se ha independizado y la niña consigue para sus gastos. Viven sin estrechuras y se acaban de comprar una televisión de esas planas coincidiendo con el final del crédito del coche que compraron al finalizar la hipoteca.

Ahora ganan más de lo que gastan y eso a pesar de lo que han subido las cosas, pero en casa hay de todo.

Como los Garrido muchas otras familias demandan cada día bienes materiales sofisticados que se producen fuera de nuestro país. La oferta productiva española no ha dado abasto estos últimos años y ello ha hecho que los precios se encarezcan enormemente.
Con la entrada en la Unión Europea han subido los precios, no tanto pero también los salarios y se ha incrementado el gasto social. Las medicinas, la energía, los controles de seguridad y sanitarios han disparado el gasto público.

España es uno de los países que cuenta con una sanidad más amplia en coberturas y más capaz en eficacia.

Si España se abrió al mundo con la UE, la Unión se ha abierto al mundo a su vez y la globalización ha generado nuevos problemas, nuevos competidores y nuevos demandantes.
Con el incremento en la riqueza de España, nos hemos convertido en un imán para aquellos habitantes de países menos favorecidos. Su situación estratégica como entrada a Europa desde África, el idioma común con prácticamente toda Hispanoamérica y la benignidad del clima ha hecho que magrebíes, subsaharianos, sudamericanos y ciudadanos de la Europa del Este vengan recalando masivamente en España.

Del mismo modo que los Garrido fueron a Bélgica hace unas décadas, ahora encuentran a los inmigrantes atendiendo masivamente, casi todos en el sector terciario, en los restaurantes, los bares, los supermercados; los emigrantes han cubierto decenas de miles de puestos de trabajo.

Lo que España no ha hecho ha sido cambiar su tejido productivo y desarrollar nuevos modelos de negocio industrial. Ese enorme crecimiento se ha hecho a expensas de la industria desarrollada en los años sesenta y setenta cuanto menos. Básicamente la automovilística y textil. Industrias muy maduras y donde los esfuerzos de I+D+i son de menor trascendencia o, de serlo, se realizan fuera de nuestras fronteras. En España básicamente se sirve mientras se deja pensar a los demás.


Los otros sectores de excelencia y de mayor contribución al despertar económico español son la agricultura intensiva, el turismo y la construcción.

La agricultura ha sido enormemente demandante de agua y ello ha contribuido a no pocas tensiones cuando la climatología ha sido adversa, y la construcción se ha desarrollado muy desordenadamente, tanto desde el punto de vista de su localización como desde el punto de vista financiero.

Tanto la agricultura como el sector de turismo y la propia construcción son enormemente consumidores de mano de obra y cuando las cosas no van bien son gigantescos generadores de paro.

Los Garrido empiezan a ver problemas en el horizonte porque su hija tiene un contrato que probablemente no renovará y el chico mayor trabaja en un sector problemático. Ha firmado la hipoteca hace apenas un año, está pagando el coche y su pareja tiene un empleo no demasiado bien remunerado aunque ciertamente seguro al trabajar para la Administración.
Los Garrido caen en la cuenta de que en los últimos años han comprado muchas cosas. Han viajado bastante y en general no se han privado de nada. Hace dos años rehicieron la cocina y pusieron todos los electrodomésticos nuevos.

Sonríen al comentarlo con sus amigos, otros que pasaron tantos problemas en su juventud y que han descubierto el placer de no tener que cohibirse. ¿Quién no tiene hoy día una cámara de fotos, un aparato de música, quién no cambia de móvil cada año, quién no pone otra televisión en el dormitorio, quién no mantiene dos coches al menos o instala aire acondicionado? Si les vieran sus padres hace nada más que treinta años. Un baño raquítico con plato de ducha, una cocina minúscula, una radio antigua y poco más. Sus padres eran ferroviarios y sus madres no trabajaban fuera de casa, bastante tenía con tanto niño. Ellos sólo tuvieron dos, el chico y la chica, pero la mujer empezó a trabajar nada más casarse. ¡Qué tiempos!


Les he hablado de una historia que se podía haber contado hace apenas tres años. Ahora las cosas están un poco más complicadas. La chica no renovó, el chico sufrió un ERE y está en el paro y su pareja ha visto reducido su contrato y ahora se habla incluso de despido ¡en una empresa pública! Los Garrido están asustados más que por ellos por el porvenir de sus hijos. ¿De qué les ha valido la carrera?

España ya no saca tanto el pecho, quizá haya ya perdido el bendito décimo puesto, dicen que va a necesitar apoyo europeo, la banca está fatal y los créditos han subido, la mitad de los hijos de sus amigos están de brazos cruzados en casa y alguno de sus amigos de toda la vida ya está jubilado y ¡no ha cumplido los sesenta! Nos dijeron durante ocho largos años que España iba bien, nos dijeron que eran la solución, pusieron los pies sobre la mesa mostrándonos lo poderosas que pueden ser cuatro suelas, quizá aquellas amistades provocaron la catástrofe que les haría caer por mentirosos. Siguieron diciendo que los brillantes años siguientes se debían a la inercia que el mago Rato había generado. Los nuevos titulares creyeron que se debían a un par de tardes de macroeconomía y rieron la gracia de los desalojados durante cuatro años más. Presumieron de superávit, y no hicieron nada, se metieron en jardines, muchos de ellos necesarios, sí, que gestionaron de aquella manera, y se vieron envueltos en el alcohol de las celebraciones de los nuevos ricos, invitando a todos. Mantuvieron equipos ministeriales con becarios, se preocuparon por lo accesorio, escribieron leyes con lenguaje SMS dejándolas en rima asonante, generaron titulares y escaso cuerpo teórico, tuvieron la suerte de una oposición de pachanguita beata hasta que llegaron los asuntos de verdad. Y ahí empezó el naufragio. Los Garrido siempre han votado a la izquierda, primero a los comunistas y luego a este PSOE que apenas se puede decir socialista. Son incapaces de votar a Rajoy y saben que lo de Cayo Lara es una fina ironía de la derecha, pero están hartos de tanta tontería de Zapatero, de tanta bobada de Tomás Gómez, de esos ministros que han desaparecido de la faz de la tierra, quieren entender lo de las pensiones, como quisieron entender el retraso en reconocer que estábamos pisando mierda, su formación no les da para poner palabras al enfado que este PSOE les provoca, ni quieren recordar a ministros enseñando fotos de las amantes ajenas, o ministras con menos experiencia que su hijo en paro, o la enorme vacuidad de tantos cargos autonómicos o municipales o la falta de poso de tanto dirigente profesional sin profesión.

Descartada Esperanza Aguirre y descartado Rajoy por incompatibilidad moral, los Garrido se sienten incapaces de meter en la urna una papeleta del PSOE que lleve a José Luis Rodríguez Zapatero o Tomás Gómez en los primeros lugares. Los Garrido sienten que votar al PSOE es traicionarse a sí mismos, a su Asturias natal, a toda la clase obrera, a la libertad rescatada después de tantos años de franquismo. Queda la abstención pero los Garrido creen que la abstención es una renuncia, una sofisticación democrática de la cobardía. Los Garrido están realmente enfadados con esta España que creían haber logrado domar entre todos y que les niega el derecho al voto justo.

Los Garrido no saben qué hacer. Creo que ninguna persona honesta sabrá qué hacer. Y es terrible y tristemente preocupante.