sábado, 13 de marzo de 2010

Violencia de generación

Rajoy pide en el Congreso a Zapatero que actúe contra el gobierno castrista y Venezuela y Aguirre anuncia una "campaña de rebelión" a la subida del IVA. Sí, sí, lo han oído ustedes bien, don Mariano expulsará del partido a todos los implicados en el caso Gürtel porque si están en el auto de un juez alguna razón habrá y doña Esperanza renunciará a los impuestos recaudados por parte del Estado central y pedirá a Gallardón que devuelva la tasa de basuras porque no hay derecho a subir las tributaciones.

¿Cómo? ¿Qué antes no dije eso? Era para ver si estaban ustedes atentos. Un examen sorpresa. Seguro que los adoraban. Pero había que despertarles de algún modo. Ya saben sábado por la mañana, demasiado temprano para casi todo. Casi todo… ¡Ay el casi!, esa pequeña tentación que merodea, ocultándose tras el deber y el recto proceder, para atormentarnos recordándonos que aún somos humanos y perecederos.

Pero España es un país de casis, no confundir con la planta similar a la grosella que mezclada en su versión alcohólica con champán da un combinado con el que celebraremos que la Bruni quede soltera, me refiero a ese adverbio con aspiraciones de quiero y no puedo, ese por poco, ese ¡huy…! impotente.

Ejemplos de casis en nuestra vida hay miles, somos un país de aprobado raspón en septiembre. Nos las damos de foxterrier pero somos perros callejeros. Claro que sí, desde luego que hay algunas matrículas de honor, y si quieren varios sobresalientes, pero lo que de verdad nos gusta, lo que nos curramos es el cuatro y medio, lo justo para dar pena, para excitar la conmiseración del juez y que nos dé permiso para pasar quejosamente hacia la nada. Nos compadecemos con olímpicas excusas de al menos lo hemos intentado, o nos aproximamos a Horacio con el más postmoderno: yo estoy por la calidad de vida, que deja fuera del ámbito español al trabajo bien hecho y al esfuerzo personal.

Y somos tan del casi, que la única manifestación que se monta con la que está cayendo es cuando nos quieren aumentar la edad de jubilación. Un nuevo casi. Que casi lo entienden, pero no del todo. Por el contrario los sindicatos se ocupan del paro de los jóvenes y dejan desprotegidos a los más atribulados, a los “super casi” de esta historia: a los cincuentones. Los casi viejos y a la vez casi jóvenes, los púberes de la tercera edad. Y digo púberes porque me recuerdan a mis catorce años, cuando si mirabas el culo de una zagala con cierta persistencia inspectora, te recriminaban con un si sólo eres un niño, pero como se te ocurriera apuntar a un árbol con intenciones mingitorias, esa misma persona te decía que cómo hacías eso, que ya eras un hombrón. Así empezó mi exitosa carrera de casi. Los cincuentones quedan al albur de opiniones y absolutas bobadas acerca de su competencia, personalidad o merecimientos. Y como siempre con mentiras y exageraciones. Se dice del dilecto y probo cincuentón que atesora una enorme experiencia y está en su mejor momento o se apunta del embrutecido y rígido añoso que es incapaz de subirse al carro de las nuevas tecnologías. Pamplinas de cretinos, intelectualmente adolescentes, que viven del estereotipo y del lugar común.

De la experiencia del chusquero, de la seniority del carcamal, poco nos debe importar su contribución, por el contrario, ese carro de las nuevas tecnologías lo comandan espléndidos cincuentones como Jobs o Gates (1955) o nos lo cuentan en Wired casi septuagenarios como Negroponte (1943), así que, dejen por favor, de asumir que un treintañero jugando con la Playstation en casa de sus padres es un epítome de las nuevas tecnologías.

Pero esto es lo que hay. Si has pasado de los 40 la cosa se empieza a poner chunga y si dices cincu… no te dejan ni acabar. Los más constitucionalistas hablan de discriminación, hay quien dice que tienen una empleabilidad reducida. Encima coñas. Pero que sean unos caraduras, no aminora la constatación de que las multinacionales se los fumigan y bajo ningún concepto los contratan. La acción se oculta bajo la actualización de cualificaciones profesionales y se explicita con el abaratamiento de la masa salarial.

Detrás de ello hay más mierda aún para nuestro mediocre país, ya que las multinacionales extranjeras encuentran más razonable poner a un muchacho treintañero por cuatro perras a aceptar órdenes desde los cuarteles centrales, que a un veterano de colmillo retorcido más caro que ponga en cuestión algunas decisiones. El alemán puede frisar los sesenta, como el inglés o el americano, no digamos el japonés que venera la cana, pero no quieren jefes españoles, demasiado caros y respondones. Los jefes de verdad los ponen ellos. Porque la edad no da superioridad intelectual y mucho menos física, pero ofrece la incuestionable ventaja de haber tropezado más veces con esa misma piedra y saber que por ahí no se vuelve a cruzar. La bisoñez se arropa con ilusión y quizá solo muestre lo fácil que es sentirse emocionado en la creencia de que uno va a descubrir mediterráneos, pero esos excitados muchachos, en su adanismo, ignoran que cuando despierten de su sueño los dinosaurios de Monterroso ya habrán pasado por allí. El tópico les hace también ignorar lo que es un viejo ilusionado descorchando proyectos.

Con la defenestración de tanto maduro, permítanme que me ponga nacionalista, se pierde un talento autóctono irrecuperable, se pierde un compromiso y una forma de hacer que no voy a decir que sea mejor, pero si es distinta, única y en esa medida debe ser combinada con otras en aras de una heterosis que mejore la mezcla. Debe pensarse que a un trabajador de cincuenta años le restan más de quince de desempeño laboral, un tercio de su vida activa. ¿Podemos permitirnos perder ese caudal de información reposada? ¿Se bastan los tipos de treinta para mantener a sus hijos y también a sus hermanos mayores?

En los últimos años hemos asistido a la discriminación positiva de la mujer. En unos sitios se obliga a mantener cuotas de presencia por sexo, en otros se recomienda por mor de la modernidad y el buen rollito, y al igual que en la diplomacia se establecía la separación entre diplomáticos políticos y de carrera, ahora se están generando grupos de mujeres directivas de antes y después de la cuota. Aristocracia obliga.

Y si se obliga a la presencia de las mujeres, si lo suyo es que exista una forma femenina de entender el mundo, si ellas deben imponer su impronta, si en los claustros deben estar representados los alumnos, los no docentes y los profesores, por qué no estratificar las empresas, los consejos de administración, los transportes públicos o las cárceles para que haya un poquito de todo. Diferentes elecciones sexuales, más razas, todas las comunidades históricas, otras religiones. Un melting pot multivariado que resuma España. Todos buscando aumentar su presencia y su visibilidad. Todos defendiendo sus atributos diferenciadores. Entonces por qué no permitir que los cincuentones (ellos y ellas) ofrezcan los suyos. No en vano nos hemos estado preparando para ello más de cuarenta años.

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