sábado, 25 de julio de 2009

Técnicas de interrupción asistida del aborto

Ya lo sabrán ustedes, la comisión de Estudios e Informes del CGPJ, formada por dos del PP, por dos del PSOE y una del PNV, rechazó, a primeros de julio, el informe que hizo Fernández-Carnicero de los Populares, sobre el anteproyecto de la ley del aborto que éste consideraba inconstitucional. Por ello le encargaron otro informe a Margarita Uría del PNV.

Este último informe, el de Uría, se aprobó el 15 de julio en comisión, pero faltaba la aprobación del pleno del día 23. El pleno está compuesto por nueve del PSOE, nueve del PP, uno del PNV y otro de CiU.

Es también sabido que el informe no es vinculante, por lo que dirán ustedes que a qué demonios viene tardar tanto para hacer algo que no obliga. Yo también lo digo. Es como preguntar ¿tu que pedirías si te quedaras a comer? Pero no te sientes, que ya te vas. ¿Curioso, verdad? El antiguo CGPJ incluso hacía informes no solicitados. Eran tiempos de Aznar cuando se les nombró.

Así las cosas les recuerdo que el presidente del CGPJ y del Supremo, Carlos Dívar, es un meapilas importante, importante por cargo y por meapilas, así que se va a pegar a banda de los conservadores dejando en el alero la cuestión en manos del vocal de CiU, Ramón Camp.

Se volverán a preguntar por qué Zapatero, después de tantos años con un Consejo tan ultramontano como el de Hernando alias el Sevillanas, nombra a un confeso conservador, presidente de un órgano que en algún momento tendrá opinión sobre asuntos legales o determinará algunas decisiones de mucho alcance. Yo también me lo pregunto.

Si Zapatero no nos hubiera fallado y hubiera nombrado a alguno de los vocales progresistas presidente del CGPJ, la aritmética hubiera funcionado y esto que les cuento no hubiera existido, matando ustedes dos pájaros de un tiro, ahorrarse el rollo que les estoy contando y disponer de una ley que elimine la chapuza despenalizadora de la anterior.

Pues no. Zapatero nombró a Dívar, lo recordarán, aquel que al día siguiente de su nombramiento se hincó de hinojos ante Rouco el día que fue a dar gracias a Dios, por haber hecho tan simple al presidente del Gobierno.

En buena ley y siguiendo el refranero de es de buen nacido ser agradecido, Dívar debería de haber votado a favor de la ley, pero Dívar no es tan mentecato como su mentor y votó en conciencia, esto es, en contra de la ley de plazos del aborto. Ya estaba anunciado.

No sé cómo no se han dado cuenta que nos sobra el Constitucional. Si los miembros del CGPJ ya dicen y publican lo que es constitucional y lo que no, nos podríamos ahorrar a esos pesados que van a emitir sentencia sobre el Estatut cuando Cataluña sea ya independiente y Gibraltar español.

Porque lo de menos es el detalle. Lo importante es el alineamiento, la dicotomía bipartidista con la que juegan PP y PSOE sin importarles un pimiento la esencia de las cosas, como santificar de por vida lo que un Tribunal Constitucional dijo sobre el nasciturus. Porque digo yo que las cosas podrán cambiar ¿verdad? Otros tiempos, otras personas, otros hábitos. ¿O alguien cree que los a punto de nacer franceses o los alemanes o los ingleses, son menos de verdad que los nuestros, ? En su momento se aprobó una ley que defendía unos derechos civiles sin atacar a algunas ideas pero incordiando otras, además de ir contra la más elemental lógica y las prácticas de los países del entorno y se prefabricó un bodrio de opinión constitucional de derechos del nasciturus para contentar a algunos y no soliviantar a todos. Pero al cabo del tiempo llega el momento de hacer las cosas bien, de disponer de una ley de plazos y que la interrupción deje de ser delito y no esa chapucilla de la despenalización de algunos supuestos y es entonces cuando chocamos con esos padres que ignoran casi todo de sus hijos, que pasan de su absentismo escolar, del consumo de drogas y alcohol, de sus amistades y quieren que no les molesten dejándoles la play, internet o la televisión encendidos, hasta que de pronto exigen tener conocimiento acerca del aborto de sus vástagos.

Pero claro, eso es mentira. Los que protestan creen que con Ciudadanía en inglés y llevándoles a misa de la mano los domingos sí conocen a sus hijos. Protestan los que quieren eliminar ese derecho de otros. Porque esos que reclaman que la edad penal baje aún más, quieren que los mismos individuos sean imputables por su conocimiento y discernimiento en caso de violación, pero imbéciles, inconscientes, casi nulos, en caso de embarazo, quieren saber lo que pasa ahí fuera en su particular Expediente X para los demás. Y todos son los mismos chicos, pónganles los epítetos que quieran, pero son los mismos adolescentes de trece, catorce o quince años. Los que violan, los que se embarazan, los que triunfarán. La vida misma.

Por supuesto que quisiera saber lo que pasa en la cabeza de mi hija, en su vida, en sus proyectos, sus amigos; como a ustedes, si la vida les ha castigado con la bendición de los hijos o premiado con su maldición, que de todo hay. Claro que sí. Pero una cosa es nuestro deseo como padres y otra el deseo de ellos como individuos y el equilibrio de las leyes. Quiero que mi hija lleve una web cam en la frente, un GPS en el bolso, quiero que sus amigos no beban, que sean trabajadores y estudiosos, por supuesto responsables, quiero que avise si va a llegar tarde y que apruebe las oposiciones a Registrador de la Propiedad a la primera. Vamos que sea como Pancho el perro de la Primitiva y además pronuncie bien los participios. Pero como dicen ellos, va a ser que no. Hará lo que le dé la gana, más o menos como hice yo, y se equivocará como hice yo, que es una buena forma de aprender.

Pero volvamos a nuestros supercicutas de los jueces. Por primera vez el CGPJ no ha podido emitir opinión. Y Dívar ha comentado a sus próximos que se ha sumado a los conservadores por razones religiosas y convicciones personales. Si hubiera intereses por unas fincas, por tomar partido por un familiar, sería un escándalo. Pero las creencias religiosas determinan su posición ante la ley y no pasa casi nada. Y no deja de ser un apriorismo, una postura preventiva. Planteémonos que fuera Testigo de Jehova y que por razones de su credo impulsara impedimentos contra las transfusiones sanguíneas por ejemplo o que profesara alguna otra religión y estuviera a favor de la poligamia y quizás de su despenalización. Cuando votamos al PP o al PSOE o a cualesquiera otros partidos, en parte lo hicimos para que esas fuerzas lograran la implantación de un programa, para cambiar los presupuestos de defensa, para aumentar el gasto en educación o para bajarse las pelis gratis como en las últimas Europeas pedía el Partido Pirata. A mi nadie me explicó que una ley que impulsara el Gobierno y que contara con respaldo parlamentario, y por ende mi respaldo alícuota, un grupo que yo no he escogido crearía un estado de opinión, traicionaría su nombramiento o pondría su fe por delante de la voluntad de las personas que indirectamente le han llevado ahí. Ni me lo han dicho ni es de justicia que exista y actúe. Es una organización gremial, partidista, corporativa, enormemente ideologizada, que muestra cuando quiere el gran poder que tiene, pero que no me representan. Actúan cuasijurisdiccionalmente pero no suponen en realidad el auténtico poder judicial, el poder sancionador e interpretativo de las normas que nos hemos dado para nuestra convivencia en sociedad.

¡Cuantas cosas hay que cambiar en España! Descansen estas vacaciones de verano que ya empiezan a despuntar. Tienen una enorme tarea a su regreso.

martes, 21 de julio de 2009

Estado embarazoso

Casi todo está escrito, y digo casi todo, porque acabo de empezar el folio en blanco y no es cuestión de deprimirme desde el principio. Mohíno o no, la verdad es que todo está ya escrito ¡lo que pasa es que no leemos! ¿A que parece el vozarrón admonitorio del pelma? Debe ser mi conciencia interior, que las conciencias titulares también tenemos de eso.

El caso es que, aprovechando los días de asueto, he tenido a bien leer algunas cosillas sobre teoría política. Sé que suena pedantón, pero si he cambiado un bonito moreno por este bronceado blanco nuclear, no me toquen encima las narices.

En los 70 se mantenía que el Estado estaba sobrecargado por el aumento de las demandas sociales que se dirigían contra él y la dificultad de darles satisfacción. Ello provocaba crisis de gobernabilidad. El problema básico para no aburrirles es que los múltiples intereses obstaculizan la decisión colectiva única. Dice el manual: esa agregación de intereses sólo sería posible por imposición dictatorial.

¡Ay, las palabras! Imposición, dictatorial. La bicha.

Como no sólo de manuales vive el hombre, por la noche con un gin tonic en la mano, me veo El ala oeste de la Casa Blanca en DVD que me/se ha regalado el pelma. En uno de los capítulos los sindicatos de transportes y la patronal tienen un problema de mil demonios y las conversaciones se están alargando eternamente a pesar de que se celebran en la misma Casa Blanca y están aupadas por los intermediarios del Gobierno. En una de estas, entra el presidente de los EE. UU. y les dice más o menos: estoy harto de ustedes, no tienen ni puñetera idea de lo que están diciendo. Voy a hacer uso de mi poder ejecutivo y nacionalizar el sector de los transportes. Si, ya sé que protestarán, pero me arriesgaré a lo que digan los jueces. Y con respecto a los sindicatos pediré al Congreso que me permita dirigirme a los camioneros para explicarles unas cuantas cosas. Tienen media hora para llegar a un acuerdo.

Si no usas el poder ¿para qué lo quieres? Ceder ante la patronal, ante los sindicatos, ante las asociaciones, ante los ayuntamientos, ante las autonomías, ante la prensa es una forma de debilitar el Estado, que, no olviden, es la última razón de los neoliberales.

Y a los liberales el Estado les sobra, como les sobró la regulación de los productos financieros, como nos juraron que el mercado nos haría libres o ¿era liebres? ¡pies para qué os quiero! Al final queda un Estado borroso siguiendo esta lógica difusa, complejo a más no poder, de forma que, exceptuando al Fraga guineano, lo más que nos cabe en la cabeza es una pedanía bilingüe, de ahí el triunfo de los nacionalismos y de las políticas globalizadoras; hagamos que el Estado se pierda en internacionalismos, en asuntos planetarios y dejemos que los gobiernos locales se hagan cargo con políticas electoralistas pequeñoburguesas.

Nada que ver con esta jibarización del Estado, tiene el asunto del error del Gregorio Marañón con las sondas, salvo la falta de criterio que existe en este país para tratar cualquier cosa. No hay más que ver las bobadas arropadas de trascendencia notarial que dijo el presidente de los enfermeros y las acusaciones que lanzó contra el gerente del Hospital o las manifestaciones de sus compañeros. Pero sandeces dijeron también los sindicatos, las cartas del director firmadas por superexpertos –hoy mismo dicen que lo que ha pasado es por ser mujer y enfermera-, los comentarios de tertulianos, como si el elemento error hubiera desaparecido de cualquier análisis, como si la equivocación anulara la pericia.

Creen que con los colores de los conectores, con la separación de entradas el error no será posible nunca más, e ignoran los dramas asintóticos que seguirán ocurriendo. Creen que es un problema de especialización, de control de la supervisora, de movilidad ¿hay algo que evite que el mejor profesional duerma mal esa noche, tome alguna medicación que debilite el seso, que haya recibido una citación judicial de su cónyuge, o que, simplemente, crea que tiene la buena vía, que jure que la tiene en su mano, que es la correcta, la del buen color, la que sale por el agujero adecuado y todas esas percepciones sean incorrectas, una decisión simple entre el centenar diario que toma, los millares mensuales? ¿cuántas al año de los muchos de profesión, sin equivocar el color, ni la entrada, ni la dosis, hasta que un día, zas, y cuesta una vida? Y ese profesional sigue siendo el mismo, ahora hundido, pero solamente los enfermeros cometen esos errores, solamente el piloto Hamilton tocó el mal botón que le costó un Mundial ¿le faltaba especialización? ¿fue culpa de su supervisor? ¿Qué le pasó hace dos días a la madre que creyó haber dejado a su hija en la guardería como cada mañana, mientras la niña quedaba al sol en el asiento trasero del vehiculo, muriendo atrozmente? ¿qué formación hubiera necesitado el padre que metió inadvertidamente a su recién nacido con la canastilla en el maletero olvidándole con igual dramático resultado?

¿Puede haber alguien, no necesariamente un comandante, que mande a parar? ¿Qué mierda de país tenemos que hay que aguantar una manifestación de apoyo a la enfermera y en contra del gerente por comunicarlo? Nadie pide que se la empale, todos podemos entender el error, pero lo cometió ella y poco tuvieron que ver las condiciones circunstanciales salvo la maldita mala suerte. Solo queda la punición elemental -esto no puede ser jauja- y esperar que rehaga su vida y su profesión en otro sitio. No es una vándala, no es una desaprensiva, simplemente se equivocó en una profesión que los errores, en ocasiones, matan personas. Pero no hagamos de ella un símbolo como de la secretaria del juzgado que, haciéndolo rematadamente mal, pedía prácticamente una indemnización o un galardón por su conducta incorrecta, porque si el error es una consecuencia indeseada de la actuación, el acertar no puede recibir similar consideración por muy igualitario que se sea. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Ya que nos hemos convertido en unos ciudadanos sin Estado, cuando se nos dice que lo normal es que te regalen bienes de miles de euros mientras alaban la democracia, cuando amenazan con tribunales con gesto simple, cuando el problema está en que algo real se sepa indebidamente en lugar de condenar esas conductas peridelictivas, cuando nuestros conciudadanos piden simultáneamente clemencia para los errores con resultado de muerte y agravantes para los menores violadores, cuando los poderosos siempre terminan con sus delitos prescritos, ¿podemos mantener cierta dignidad y criterio y ser capaces de merecer algún respeto intelectual? ¿Podemos decir basta? Por el qué dirán más que nada.