viernes, 27 de noviembre de 2009

Las fuentes Canaletas del Derecho

La fuente de Canaletas es la versión postmoderna de un abrevadero, tributario de unos canales que llevaban agua de manantial. Ayer los medios catalanes de comunicación social se pusieron de acuerdo para decir lo mismo. Doblemente lo mismo. Lo mismo que llevan diciendo ¿cinco, seis años, treinta quizás? y lo mismo porque estaba calcado uno de otro. Un único sitio para abrevarse y solazarse.


La unanimidad es sospechosa, pero también es contundente. Los medios han querido actuar sin matices en un asunto que los tiene todos, pero también han actuado así para demostrar, más que fuerza, evidencia pura. En este caso, más que nunca, los medios son el mensaje. Sólo una cosa: la representatividad del pueblo catalán no la tienen los medios. De hecho gran parte de su legitimidad viene dada por su independencia y, si se juntan, ésta se pone en entredicho.

La monja Forcadas me libre de abundar en los detalles legales del asunto, pero no puedo por menos que decir alguna cosa en los aspectos formales y de fondo.

Normalmente los vascos y los catalanes acusan a quien no está de acuerdo con ellos a que desde Madrid no se entiende su realidad. Puede ser la torpeza de todos los que no somos catalanes o vascos y puede ser la imposibilidad de comprensión de estos mismos, tan encerrados en su mismidad, que son incapaces de entender a los otros. Pero en este caso concreto yo me quiero poner en su lugar para entenderlo mejor, y no tanto para darles la razón de forma acrítica.

Vamos a empezar por lo sencillo. Es impresentable que el Tribunal Constitucional se demore tres años en tener opinión. Es el único en España que no la tiene y, a la vez, es el único que debe exponerla porque es la que de verdad es relevante. Es impresentable que algunos miembros debieran haber salido de esa casa hace años y el PP los mantiene para lograr mayorías propicias. Es impresentable que tengamos un Tribunal para que analice una decena de estatutos que regulan la vida de las personas y las instituciones, en algo tan arbitrario como los territorios, comportando listados de diferencias de trato entre los nacionales de un mismo país -Estado si quieren- que va en contra de principios superiores a la propia Constitución como es la igualdad ante la ley. Es impresentable que la oposición utilice un tribunal, amparándose no en la razón, incluso en su razón, si no en el pésimo funcionamiento del procedimiento judicial para lograr, con la obstrucción, con la demora, lo que no pudo lograr con los votos.

Como comprenderán no soy nada autonomista. Y mucho menos creo en una España homogénea, única. Me parece perfecto que la gente hable en lo que quiera, siempre y cuando valga para entendernos. Y me parece inicuo que tiren de historia, de ancestros o de cualquier otro rasgo para separarnos. Creo que los esfuerzos, tras la muerte del dictador, deberían haber ido por engancharse a Europa, en lo que en el 75 tenía de progresismo ese concepto, dicho éste en el sentido más liberal, en el de la modernidad. Era el momento para empezar a disfrutar de la independencia del apátrida, con la ventaja de los pasaportes que te permiten ser tú en cualquier parte del mundo. Pero nos aferramos a construirnos nacionalidades añadidas, no por históricas más benévolas, a las que se sumaron los demás por sus ventajas teóricas. Ello conllevaba igualdad, aunque fuera en la complejidad, pero algunos querían asimetría porque la comprensión de la igualdad no bebía de los fraternales principios revolucionarios franceses, sino de los aparentemente románticos prusianos algo más cainitas. Y en esa aspiración de ser más, se volvía a arrastrar a los faltos de historia, pero llenos de ansias –estas sí ancestrales-, a pedir más en un pasional círculo sedicioso. No crean que voy a ensuciar el maravilloso adjetivo vicioso con estas cuitas.

Visto desde fuera, lo que no significa babeando con los ojos extraviados, no parece razonable que un porcentaje X de los catalanes, aprueben un acuerdo de autogobierno sobre un lugar que no les es propio, únicamente propio. Si Bilbao es lo que es, no se debe al esfuerzo único de los bilbaínos por tener una ciudad mejor y mucho menos a los actuales bilbaínos. Las cosas arrancan con siglos de anterioridad, con decisiones de un país de generar vías de comunicación, de implantación de industrias, planes desarrollados con los dineros colectivos. En tiempos de globalización, en los que la materia prima se compra en A, se transforma en B y se vende en C, pensar en las fronteras internas que nos quieren poner es realmente estúpido. ¿Alguien cree que hay razones de conveniencia que no sea política, para tener en Sant Cugat el principal centro de producción de RTVE? ¿Creen que hubiera sido peor o mejor la programación, la realización o cualesquiera otras características si se hubiera decidido ponerla en Almendralejo? Simplemente que el PIB de este pueblo hubiera crecido y el de San Cugat no sería de los más altos de España. Esa sería la principal consecuencia. Bilbao es de todos, como lo es San Cugat y no digamos Madrid, el sumidero de las quejas nacionales.

Uno puede luchar por hacerse médico, pero difícilmente puede esforzarse por ser de Gerona, considerar que por nacer en un sitio se adquieren características de carácter es bastante cuestionable más allá de los estereotipos humorísticos. Pero Montserrat Tura se enfadó ante la reclamación de tranquilidad de Zapatero: “la serenidad y el sentido común forman parte de la manera de ser de los catalanes”. Un simple brindis al sol con cava. Bon cop de falç!

Así que creo, que no vale que unos voten sobre lo que corresponde también a otros. No me gusta que en urbanizaciones cercanas a Madrid vallen sus calles como si fueran privadas escudándose en la seguridad, no me gusta que rijan tipos tributarios distintos en según que zonas del Estado español amparándose en privilegios de hace siglos, no me gusta que se construyan manuales de historia según las comunidades de aplicación. Y tampoco me gusta que sean 12 o 15 diarios los que interpreten la Constitución. Están en su derecho de pensar y escribir, que la dignidad de Cataluña está en su definición como nación, en el deber de conocer el catalán o en tener un poder judicial propio, pero hierran al simultanear la bendición de la Constitución con la crítica a sus órganos dimanados, como lo es el TC. Y que algunos de los diarios firmantes del editorial manifiesto presuman de Jefe del Estado en el primer párrafo y miraran para otro lado cuando se quemaban sus fotos. Pero no es óbice para que si se permite, y es legal, que un parlamento autonómico se exprese en estos términos, si se permite, y es legal, que se convoque referéndum censitario y por tanto excluyente sobre el particular y se permite, y es legal, que las Cortes Generales acepten el documento en cuestión y lo sancionen en el BOE, no parece que tenga mucho sentido que después de tres años vengan diez señores a hacer un cambio importante que choque frontalmente con la realidad y la legalidad actual.

Otro tribunal hubiera dicho cosas distintas sobre el nasciturus, pero dijo lo que dijo y nos tuvimos que conformar con un sistema despenalizador por supuestos, con gateras para tigres desde 1985. Y sobre Rumasa y tantas otras cosas. Este TC dirá lo que sea sobre el Estatuto de Cataluña y tendremos, todos, que conformarnos hasta que, todos, estemos por variar nuestro ordenamiento, singularmente nuestra Constitución, para que se haga federalista o republicana o declare el caos universal.

Mientras tanto, los retos internacionales, los problemas económicos son tantos y de tan largo alcance que marear la perdiz con estos asuntos es hasta pernicioso. En cuanto salgamos de los números rojos, deberíamos refundir los estatutos y toda la legislación autonómica en un solo ordenamiento jurídico bajo ese principio general de iguales derechos, iguales obligaciones, sin asimetrías ni fueros, sin catorce sistemas de enterramiento o de licencias de caza, sin una sanidad semiprivatizada en algunas zonas y sin aprender moral en inglés en otras. Que una cosa es la descentralización y las especificidades y otra el descontrol. Nos fue bien la del 78 pero se hizo bajo unas condiciones que no son las del 2009.

Así que Letizia y Felipe poneos a ello, a ver si concebís un varón para liarla un poquito y se pueda tener una excusa estúpida para cambiar esta Constitución que refleje mejor nuestros deseos y recoja nuestros mayores logros. Los de todos.

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