martes, 10 de noviembre de 2009

Cassandra Rijs

Esto de no poder andar tiene alguna ventaja y es que te permite vagabundear por lugares que de otra forma posiblemente te quedarían ocultos. La paradoja evidente es Internet. Ahora ir al baño es una tarea hercúlea, pero engancharte al portátil es relativamente sencillo y uno descubre cosas como ésta.


Cassandra Rijs es una australiana menos de treinta años que trabaja actualmente en Londres. Está implicada en movimientos feministas y ha presentado hace algún tiempo esta muestra Placeres de la Carne.

Si hace nada ver unos pechos era una complicación enorme, uno tenía que silbar los Cañones de Navarone distraídamente, cerrar el cuarto por dentro, levantar el colchón, sacar la revista y detenerse en la foto, imagínense lo de unos genitales. Alguna revista venía con ellos borrados. Hoy en día lo difícil es no verlos. Buscas Alakrana en Google y te aparece una señorita haciendo el escorpión en pelota picada. Bienvenida sea, pero hay veces, pocas, que uno no piensa en eso y claro, te distraes y vuelves a lo de siempre.

Cassandra no nos amenaza, como usted amigo culto podría pensar, la señora Rijs directamente nos lo estampa en la cara, aprovechando la doble acepción del verbo. No llega a tener ese maravilloso ímpetu pornográfico de Courbet por los encuadres y por las sugerencias en este Origen del Mundo.


La blancura de las carnes y su abundancia delatan al gran naturalista. Y el pelo, un vello hoy desaparecido de la realidad. Una realidad imitadora de la ficción lampiña de siglos de pinturas pelonas. Courbet participó en la Comuna de París y fundó el realismo.

Cassandra Rijs trata de mostrar más su vida personal y revelarla tal cual, a sabiendas de que hoy la provocación está en la judicatura y en las finanzas y ha abandonado las artes de forma definitiva. Que hostiguen otros.


Así titula Morning a este beso de buenos días, confirmando la mejor forma de empezar la jornada.


O esta otra que llama After donde sí nos confirma el tiempo del saludo representado, pero no explicita si estos placeres de la carne son altruistas o egoístas. Da igual, otra buena forma de empezar, de acabar o de interrumpir la dichosa jornada. Dichosa de dicha, por supuesto.

El trazo de Rijs es simple, más próximo al bosquejo y más cercano a la aproximación fotográfica de lentes macro. Colores virginales donde algunos sólo verán pecado.

Así que representarlos en tonos pastel como un Lucien Freud almibarado creando tartas de boda pop-art es un buen aperitivo si después van a ver Las lágrimas de Eros al Thyssen que yo no podré, de momento, visitar.

Que les cunda.

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