martes, 21 de julio de 2009

Estado embarazoso

Casi todo está escrito, y digo casi todo, porque acabo de empezar el folio en blanco y no es cuestión de deprimirme desde el principio. Mohíno o no, la verdad es que todo está ya escrito ¡lo que pasa es que no leemos! ¿A que parece el vozarrón admonitorio del pelma? Debe ser mi conciencia interior, que las conciencias titulares también tenemos de eso.

El caso es que, aprovechando los días de asueto, he tenido a bien leer algunas cosillas sobre teoría política. Sé que suena pedantón, pero si he cambiado un bonito moreno por este bronceado blanco nuclear, no me toquen encima las narices.

En los 70 se mantenía que el Estado estaba sobrecargado por el aumento de las demandas sociales que se dirigían contra él y la dificultad de darles satisfacción. Ello provocaba crisis de gobernabilidad. El problema básico para no aburrirles es que los múltiples intereses obstaculizan la decisión colectiva única. Dice el manual: esa agregación de intereses sólo sería posible por imposición dictatorial.

¡Ay, las palabras! Imposición, dictatorial. La bicha.

Como no sólo de manuales vive el hombre, por la noche con un gin tonic en la mano, me veo El ala oeste de la Casa Blanca en DVD que me/se ha regalado el pelma. En uno de los capítulos los sindicatos de transportes y la patronal tienen un problema de mil demonios y las conversaciones se están alargando eternamente a pesar de que se celebran en la misma Casa Blanca y están aupadas por los intermediarios del Gobierno. En una de estas, entra el presidente de los EE. UU. y les dice más o menos: estoy harto de ustedes, no tienen ni puñetera idea de lo que están diciendo. Voy a hacer uso de mi poder ejecutivo y nacionalizar el sector de los transportes. Si, ya sé que protestarán, pero me arriesgaré a lo que digan los jueces. Y con respecto a los sindicatos pediré al Congreso que me permita dirigirme a los camioneros para explicarles unas cuantas cosas. Tienen media hora para llegar a un acuerdo.

Si no usas el poder ¿para qué lo quieres? Ceder ante la patronal, ante los sindicatos, ante las asociaciones, ante los ayuntamientos, ante las autonomías, ante la prensa es una forma de debilitar el Estado, que, no olviden, es la última razón de los neoliberales.

Y a los liberales el Estado les sobra, como les sobró la regulación de los productos financieros, como nos juraron que el mercado nos haría libres o ¿era liebres? ¡pies para qué os quiero! Al final queda un Estado borroso siguiendo esta lógica difusa, complejo a más no poder, de forma que, exceptuando al Fraga guineano, lo más que nos cabe en la cabeza es una pedanía bilingüe, de ahí el triunfo de los nacionalismos y de las políticas globalizadoras; hagamos que el Estado se pierda en internacionalismos, en asuntos planetarios y dejemos que los gobiernos locales se hagan cargo con políticas electoralistas pequeñoburguesas.

Nada que ver con esta jibarización del Estado, tiene el asunto del error del Gregorio Marañón con las sondas, salvo la falta de criterio que existe en este país para tratar cualquier cosa. No hay más que ver las bobadas arropadas de trascendencia notarial que dijo el presidente de los enfermeros y las acusaciones que lanzó contra el gerente del Hospital o las manifestaciones de sus compañeros. Pero sandeces dijeron también los sindicatos, las cartas del director firmadas por superexpertos –hoy mismo dicen que lo que ha pasado es por ser mujer y enfermera-, los comentarios de tertulianos, como si el elemento error hubiera desaparecido de cualquier análisis, como si la equivocación anulara la pericia.

Creen que con los colores de los conectores, con la separación de entradas el error no será posible nunca más, e ignoran los dramas asintóticos que seguirán ocurriendo. Creen que es un problema de especialización, de control de la supervisora, de movilidad ¿hay algo que evite que el mejor profesional duerma mal esa noche, tome alguna medicación que debilite el seso, que haya recibido una citación judicial de su cónyuge, o que, simplemente, crea que tiene la buena vía, que jure que la tiene en su mano, que es la correcta, la del buen color, la que sale por el agujero adecuado y todas esas percepciones sean incorrectas, una decisión simple entre el centenar diario que toma, los millares mensuales? ¿cuántas al año de los muchos de profesión, sin equivocar el color, ni la entrada, ni la dosis, hasta que un día, zas, y cuesta una vida? Y ese profesional sigue siendo el mismo, ahora hundido, pero solamente los enfermeros cometen esos errores, solamente el piloto Hamilton tocó el mal botón que le costó un Mundial ¿le faltaba especialización? ¿fue culpa de su supervisor? ¿Qué le pasó hace dos días a la madre que creyó haber dejado a su hija en la guardería como cada mañana, mientras la niña quedaba al sol en el asiento trasero del vehiculo, muriendo atrozmente? ¿qué formación hubiera necesitado el padre que metió inadvertidamente a su recién nacido con la canastilla en el maletero olvidándole con igual dramático resultado?

¿Puede haber alguien, no necesariamente un comandante, que mande a parar? ¿Qué mierda de país tenemos que hay que aguantar una manifestación de apoyo a la enfermera y en contra del gerente por comunicarlo? Nadie pide que se la empale, todos podemos entender el error, pero lo cometió ella y poco tuvieron que ver las condiciones circunstanciales salvo la maldita mala suerte. Solo queda la punición elemental -esto no puede ser jauja- y esperar que rehaga su vida y su profesión en otro sitio. No es una vándala, no es una desaprensiva, simplemente se equivocó en una profesión que los errores, en ocasiones, matan personas. Pero no hagamos de ella un símbolo como de la secretaria del juzgado que, haciéndolo rematadamente mal, pedía prácticamente una indemnización o un galardón por su conducta incorrecta, porque si el error es una consecuencia indeseada de la actuación, el acertar no puede recibir similar consideración por muy igualitario que se sea. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Ya que nos hemos convertido en unos ciudadanos sin Estado, cuando se nos dice que lo normal es que te regalen bienes de miles de euros mientras alaban la democracia, cuando amenazan con tribunales con gesto simple, cuando el problema está en que algo real se sepa indebidamente en lugar de condenar esas conductas peridelictivas, cuando nuestros conciudadanos piden simultáneamente clemencia para los errores con resultado de muerte y agravantes para los menores violadores, cuando los poderosos siempre terminan con sus delitos prescritos, ¿podemos mantener cierta dignidad y criterio y ser capaces de merecer algún respeto intelectual? ¿Podemos decir basta? Por el qué dirán más que nada.

2 comentarios:

Tesa dijo...

En estos tiempos de enajenación, corruptelas y demócratas de mantequilla, un Presidente que
haga uso del poder sin "ceder ante la patronal, ante los sindicatos, ante las asociaciones, ante los ayuntamientos, ante las autonomías, ante la prensa" ...hasta corre el riesgo de que lo tachen de dictador.
Seguro.
Y ZP no quiere -¿no puede?- permitirse otro rol que el del buen talante generalizado: miguitas para todos y nadie queda bien cenado.

Leandro María dijo...

Es una pena. Fíjate en lo del presidente del Supremo/CGPJ meapilas y el dictamen sobre el aborto o la excursión a Gibraltar.