sábado, 5 de diciembre de 2009

Cultura gratis total

Recuerdo haber acompañado alguna vez al pelma y a su madre durante su larga infancia, casi eterna, por las tiendas de la Gran Vía o de Callao preguntando por algún disco. La cosa era así, su madre escuchaba una canción en la televisión o en la radio y, para vergüenza del pelma, se iba a una tienda de discos y la tarareaba al dependiente. Si éste estaba despierto o la progenitora no se iba mucho de la melodía –jamás pedía nada dodecafónico- le sacaban el disco versión 45 rpm o LP y se lo ponían en el plato para que lo escuchara con unos teléfonos, a veces sólo uno, con los que el cliente decidía si era lo que quería. Normalmente el dependiente acertaba y la madre amantísima lo compraba para ponerlo en casa.


Ahora el pelma no hubiera tenido que pasar esos apuros, ya no tendría que ser el hijo de la que canta, porque utilizaría, mediante el software Shazam, su teléfono móvil –siempre este invento intermediando- para reconocer esa canción que suena en un anuncio o en una película. Y con los datos en su poder podría amputarse las piernas, porque no tendrá que acudir a ninguna tienda para hacerse con el tema buscado; bastará que vaya a su ordenador y teclee apenas unas letras para que al rato, sin pagar una perra, le llegue esa música buscada y pueda escucharla a través del propio ordenador o devolverle al móvil lo que éste le dio, en forma de tono de llamada. Socialismo tecnológico. Redistribución en el bosque de Sherwood.

Qué gran avance. Sin madre que te avergüence, ni cartera que se abra para pagar esa obra. Ya saben como acaba la historia. Es ley de vida. Les adelanto una parte: la madre de mi pelma murió sin apenas desafinar. Ley de vida. Den ustedes con el resto. Lo tienen fácil, es ley de vida.

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