viernes, 6 de noviembre de 2009

La motu propria

Estoy escayolado. Un coche decidió utilizar la vía Aguirre para acceder a su destino en lo universal y se salto una línea continua arrollándonos a mi moto y a mi. Las peripecias son varias, como, que la Policía Local, después de disponer de mi carné un buen rato y considerando que éste tiene un número de datos finito y no es tamaño DIN A3, se les ocurre pararme mientras me alejaba cojeando para subirme a un coche para preguntarme los nombres de pila de mis padres. Menos mal que recordaba que eran Tudor y Duracell, si no, seguro que hubiera terminado detenido.

Anteriormente ese mismo policía había arrancado la moto para subirla a la grúa, algo bastante irregular, y ayudado por el operario del transporte, terminó tirándola de nuevo al suelo. En su defensa alegó que pesaba mucho y que estaba de Dios. En este punto ya supondrán que mi moto no está homologada, tiene cinco ejes y, sin duda, es imposible su manejo. Los que sí llegaron de forma inmediata fueron los del SAMUR, me atendieron y me curaron la herida, lástima que equivocaran la calle, una muy principal de Madrid y que me culparan de no tener latido, porque su aparato estaba bien. Les di las gracias con mi mejor voz de zombie.

Ya en el hospital me preguntaron a la hora de las placas que si llevaba medallas. No es raro teniendo en cuenta que voy con zapatos de serpiente, peluco de oro y abrigo largo de piel de esos que les gustan a los PETA. Descartada la del desembarco de Normandía que está en la casa de empeños, pregunté si contaba la medalla del amor, el lazo Abelín de hoy más que ayer pero menos que mañana. La técnica de rayos me miró como con ganas de romperme más cosas.

El médico que me atendió en urgencias -me refiero al servicio del hospital, no a la serie de televisión- ni me tomó la tensión ni me movió la nuca, de hecho ni me palpó, ni me pidió que me desnudara. Sé que nadie daría un duro por verme en bolas –quizá algún pederasta del sector crítico-, pero qué menos que revisar de visu mi estado. Concluyó que bastaba con un vendaje y una receta.

A los dos días tuve que ir a mi Mutua para lo de la baja. Como era in itínere no basta la Seguridad Social. La zona de consultas tiene puertas automáticas, genial cuando vas con muletas, pero, como ya adivinarán, mi sitio era urgencias –el servicio, de nuevo- y ahí no valen ni prisas ni comodidades, allí hay una puerta de doble hoja manual, completamente inaccesible si uno no va con la cuadrilla –por lo de las muletas- para ayudarle. Sí, se queja todo el mundo, alegan. La colectivización del desastre siempre aminora las soluciones.

Sé que les estoy aburriendo, pero miren estoy con un yeso y sé que la solidaridad siempre empieza por los demás, así que no sean pesados y déjenme continuar. A que les suena la escena de dos personas atendiendo, pero una de ellas no sabe cómo se hace su trabajo y es la otra la que le ayuda –dejando de atender a su fila- llamando a una tercera que opina algo diferente. Bueno, pues todo eso sucedió. El caso es que después de pelearme con una recepcionista que era incapaz de leer dos informes en la que venían todos los datos que me preguntaba y más incapaz de respetar los turnos de atención, una mujer me llama.

Después de varias puertas –el centro debió ser antes un lugar de entrenamiento de ciegos para el combate- una médico eslava me pide los papeles que ya entregué y a continuación se pone a hablar por teléfono en una llamada personal; creo que personal, salvo que mi chiquirrrritín –con voz de el pagtido no pegdona Boguiss- fuera su jefe de servicio.

Esta médica, con premolar ausente, iba con la tripa al aire. Dirán ustedes que la ciencia no está en la vestimenta. Y es cierto, de hecho el médico anterior iba con perfecta corbata y ya ven. Pero parece razonable que cuando vas al médico, el que enseñe el vientre sea el paciente y no el galeno. Como ven, cada día más viejo.

Después de la exploración, decidió que tenía que radiarme un poquito más la pierna y me dejó en un pasillo en calzoncillos –fíjense que ni siquiera eran boxer- y una sabanilla. Me faltaba la pastilla de jabón si hubiera estado en otro sitio y en otro tiempo. Si no lo entienden, pregunten al presidente de Cantabria. Y si lo entienden finjan que no.

En mi espera de niño castigado en el corredor de la suerte –estaba yo sólo-, centenares, miles de enfermeras, auxiliares, celadores celebraban el adviento con alborozo, pero nadie me llevaba a sitio alguno. Una de ellas informó a los demás que iba al baño, esa necesidad de hacer cuaderno de bitácora de los ritmos renales o intestinales que tienen algunos. Y como no quedó claro si era la vejiga o el recto el causante del viaje , alguien preguntó a mis espaldas ¿vas a hacer caca o pis? Como me gusta el suspense no les contaré la respuesta, ni referiré las carcajadas de los sanitarios, ante esta escatología también in itínere, pero uno se siente bien al saber que el hospitalismo de Spitz está erradicado y que uno se encuentra entre colegas, aunque sea en medio de un pasillo, en una silla de ruedas, castigado de cara a la pared esperando que venga la bruja de Blair.

4 comentarios:

Julius Lawick dijo...

Menudo sobresalto que me he llevado al leer las primeras líneas de La motu propria, Luis.

Menos mal que la cosa no fue peor --que podría haberlo sido-- y que tu sentido del humor es del tamaño de Francia. Supongo que tu atlético físico de tiarrón motero --que por algo te dejó la médica en calzoncillos en ese concurrido pasillo de la Mutua-- contribuyó bastante a amortiguar las consecuencias del maldito atropello. Me alegro mucho de que todo haya quedado en un buen susto... Sí, ya sé que la escayola es muy molesta y que perder 2000 euros por hacer de Papá Noel en el anuncio de Freixenet no es una tontería. Pero no te preocupes ahora por esas menudencias, compañero, y piensa que estar unos días aparcado forzosamente en casa también tiene sus ventajas: ver entrar la luz por la ventana, mirarse con ternura los dedos de la mano o escribir un relato que pordría titularse "Pánico en las calles."

Ánimo, collons! Y a partir de ahora a moverse en metro o en autobús, como hacemos los pringaos.

Un fuerte abrazo y mi ferviente deseo de que todo vaya bien.

Tesa dijo...

Pobre.
Además de la caída ...recibir (padecer) atenciones de atestado tal y como está el patio sanitario.

Recupérate pronto y considera tu escayola como firmada.
Beso.

Anónimo dijo...

Irónico y mordaz relato de la cadena de acontecimientos sin sentido que has padecido debido a un accidente. Uno, que ya tiene casi un master en kafkianas situaciones hospitalarias, médicas, de enfermería, mutuas y otros seguros varios, te entiende perfectamente. A mi también me ha atendido una seria doctoras, que te examina como si fueras un apestado y qué, con la bata blanca abierta, muestra su linda barriguita al aire libre y, además, atiende las sucesivas llamadas personales a su móvil, mientras tu estas con el cuerpo (realmente no muy para lucir ya) al aire y contemplación de cuantos entran en la habitación o pasan por el pasillo, porqué evidentemente no se ha dignado ni cerrar la puerta.

Me alegro de que se haya quedado en una escayola, a pesar de lo molesto que es, ya que parece indicar que no ha habido consecuencias más graves. Cuidate mucho y deseo tu pronta recuperación total.

Un fuerte abrazo, con cuidado, Luis.

Nota: aún falta el paso del correspondiente juicio que puede angrosar la lista de desatinos.

Leandro María dijo...

Gracias a todos. Sufriréis el exceso de tiempo.