miércoles, 4 de noviembre de 2009

Este melón es inadmisible

Por lo visto el melón tiene tantos genes como el ser humano. Unos 26.000 dicen. Es una lástima que para calcular los del ser humano hayan tenido que tomar la muestra del Comité Ejecutivo del Partido Popular. Un poco de trampa, ¿no? Ellos, tan divinos.

Es la equidistancia que dice Esperanza Aguirre. Melones contra melones. Para que luego digan que las políticas de igualdad no son efectivas.


Me pregunto cómo hubieran quedado situados los humanos, representados con esta muestra bochornosa, si los melones, las cucurbitáceas, hubieran sido listos. Seguro que mal. Porque estoy convencido de que entre esas frutas también hay fracaso escolar. Lo llaman pepino. Se lo habrán oído a sus madres.

Y así, considerando la similitud genética, y para no perder el animus investigandi, se podrían implantar nuevas claves diagnósticas. El niño le ha salido pepino, por ejemplo, podría decir el pedagogo de turno. Mucho más claro que un cociente de inteligencia que ni siquiera llega a coeficiente, que es una operación de orden superior. Porque vamos a ver, podemos ampliar la educación obligatoria a los 18 años o a los 21, pero siempre existirán los intelectualmente inasequibles, los torpes, los poco dotados, los poco competentes, los escasamente aptos, lentos o como quieran ustedes llamarlos, que adjetivos, hay casi tantos como lerdos.

Tipos que no están en condiciones de aprender materias o conceptos de determinada complejidad. Es un hecho tan incontrovertible, que no entiendo cómo no se explica qué hacer con esa gente y, desde luego, la solución no es la ampliación del plazo. Un Fiat no se convertirá en un Ferrari por más tiempo que pase en el taller.

Sé que me dirán que al menos sí puede mejorar con unos buenos alerones y un rectificado de la culata. Y estoy de acuerdo; pero con la diferencia que hay muchos Fiat que no les da la gana pasar por ese tuneado obligatorio, porque pueden ser poco articulados y nada brillantes, pero aún disponen de capacidad de elección. Una capacidad mediada por su entorno, principalmente los padres, los amigos de idéntica consideración y la sociedad en su conjunto que cada vez ve en los estudios un sibaritismo no deseable.

Si añadimos que el estudiante no tiene dos perras en el bolsillo y sus colegas de diecinueve manejan billetes, pues la ecuación se desmorona. Y si sumamos que con dieciséis uno puede hacer todas las cosas que nos recuerdan cada día unos y otros, pues el asunto no hay por donde cogerlo.

Y no quiero poner en duda las sesudas intervenciones de los pro-senectud educacional que nos explican las ventajas de la persistencia, pero entiendo a los profesores de a pie que ven a tipos de 1,90 en clase que ya han perdido los granos y empiezan a perder el pelo, con la responsabilidad del colegio y sin la indulgencia de la universidad, campando a sus anchas por las aulas en las que se cruzan con tipos minúsculos que aún se lo hacen encima.


No sé como los melones del PP, perdón, los prebostes del PP, no lo han incluido en los inadmisibles del discurso de su patrón Rajoy que hoy ha dejado clavado en los medios de comunicación pretendiendo las 95 tesis de la Iglesia de Wittenberg de Lutero. Al menos eso quiso, aunque se le haya quedado más en un “If” de Kipling. Uno aspira a la contrarreforma fundacional y se queda en póster DIN A4 en dormitorio de adolescente, entre trozos de pizza y calcetines tiesos. Eso pasa cuando uno es Rajoy.

Porque Lutero planteaba unas tesis para ser discutidas; en aquella ocasión el debate era teológico, pero partía de la concesión de prebendas en las que estaba metido el Papa. Una especie de cohecho con Dios, que beneficiaba a los hombres, a algunos hombres. ¿Hay algo más parecido a los Gürtel, a lo de Caja Madrid?

Si antaño se comerciaba con indulgencias, hogaño es con presidencias de cajas o con tramas de espionaje y de facturación B con B de bigote. Hoy en día, lejos de planteamientos teológicos, Rajoy debería haber planteado un debate ideológico en la medida que se juega un modelo de partido y ello implica un modelo de Estado en cuanto estos chicos se adueñen del poder. Porque lo que queda, es que si Rajoy quiere limpiar de verdad el partido tiene que hacer, no sólo decir. De hecho, parte de su discurso es para adoctrinar de cómo lavar la ropa sucia en casa y eso significa que la ciudadanía no se entere de lo que pasa. Eso sí que es inadmisible.

Como es inadmisible que Trillo siga siendo un punto fuerte en ese partido. Es inadmisible la doble moral de comportamientos y declaraciones en asuntos como el aborto o la homosexualidad o el Estatuto catalán. Es inadmisible que lleven meses recauchutando sus problemas en lugar de trabajar para mejorar la sociedad que les paga el sueldo. Es inadmisible que diputados o senadores elegidos en sus listas sigan mantenidos como representantes de los españoles aunque queden relegados en el partido. Debería ser al revés ¡qué los mantengan ellos! y liberen los puestos de representación ciudadana. Es inadmisible que bloqueen las sedes parlamentarias, que atasquen los juzgados, que cercenen los tribunales. Es inadmisible que privaticen la sanidad, la seguridad de tapadillo.

Es inadmisible que obliguen a todos aquellos que no les gusta Zapatero a quedarse con un tipo como Rajoy. Absolutamente inadmisible.

3 comentarios:

anuska dijo...

Efectivamente vuelves a regodearte con la mierda de los unos, y por ello de que es tu blog apenas hueles la pobredumbre de los otros... y sigo preguntándome: SI NO NOS GUSTAN NI LOS UNOS NI LOS OTROS ¿a quién votaremos?...nada que ver con lo que soñábamos, como ya te dije anteriormente o entra gente nueva o seguiremos hundidos con tantos mediocres, sean del signo que sean.
besos...Ana

Julius Lawick dijo...

Estimado Luís: Al leer la palabra pepino en el tercer párrafo de tu excelente artículo he recordado que, cuando yo era jóven y estaba borracho, a lo mejor me preguntaba por la diferencia que hay entre legumbres y hortalizas, o me preguntaba qué era exactamente una hernia. Un pepino, por ejemplo, qué era, ¿legumbre u hortaliza? (qué bien suena u hortaliza). Me preguntaba esas cosas y luego intentaba que la gente me las respondiera. Preguntaba cosas de esas por ahí, al primero que pillaba. Si estaba en un bar le preguntaba al camarero: “¿Oye, qué es una hernia exactamente?” Si me cogía sentado en un banco de las Ramblas, me levantaba y les espetaba a los que pasaban: “¿Qué diferencia hay entre legumbre y hortaliza?” No siempre me contestaban correctamente o me daban la solución. A una gran parte le pasaba como a mí, no lo sabían; y otra parte te mandaba a tomar por culo, no te hacían caso o sencillamente te compadecían. Una vez le pregunté a una monja que si las estrellas estaban también por China, creyéndome que por ser monja me contestaría, y ¡qué va!, se puso como a correr, dio trotecillos y me miró con asco. Luego pensé en si le sería satisfactorio espiritualmente ser monja, pero ya no pude preguntárselo.

Compañero: tengo el presentimiento de que las cosas nunca más van a volver a tener sentido en este país y me acuerdo de unos hermosos versos de Paul Celan que dicen: lo más importante es irse de aquí, dónde consiga uno llegar es cuestión secundaria.

Un fuerte abrazo.

Leandro María dijo...

Seguro que sabrás que los gintonics más finolis prescinden del limón y usan pepino. Son caros, por lo que estar en disposición de preguntar al gremio de la hostelería por la definición de hernia te habrá salido por un pastón. Lo de la monja es más sencillo, sobre todo si en lugar de hermana le dices señorita. La aproximas a la virginidad un poco más. Lo malo es que van con pinkis y eso rompe cualquier rudimento de desazón.
Y me encantan los versos que citas. Así se lo dije a los que me atropellaron el lunes -ver siguiente post- de forma más prosaica: hay que irse de este país.
Curiosa coincidencia.
Abrazos,
Luis