domingo, 2 de agosto de 2009

Estío digital

¡Uff, qué desastres se han juntado! Nada grande, no crean. Un disco duro roto, una información perdida, una reparación en garantía, una restauración de la información, ¿estará toda?, un volver a colocar las contraseñas, a recomponer favoritos, ya saben, esas cosas que hay que hacer para que la vida nos sea más fácil y no quedarnos completely unplugged. Un descalabro y toneladas de tiempo perdido.

Si a esta pequeña hecatombe le añadimos estos días de calderilla de trabajo en la que nadie aparece dispuesto a casi nada, la indisposición mecánica de las herramientas que te ayudan a la locomoción –agg! ya hablo como el pelma- y este calor plúmbeo, pues no ha habido forma de sentarme a escribir nada. Dirán que para eso está la escritura manuscrita , pero miren, una vez que aborrecí el bolígrafo, sólo escribo con pluma estilográfica, a ser posible sin cartuchos, que los carga el diablo, o portaminas de 0,5, máximo 0,7, con dureza 2B y en modo alguno me rebajaré a hacerlo con esas piezas de tinta de gel, los rollers, que se deslizan más que la Pajín haciendo declaraciones. Sé que podría hacerlo, dada mi cualidad rupestre, con los mismísimos dedos, pero amigos y amigas, no sé si se merecen ustedes que desgrane mi cuidada caligrafía pa’ na’ como diría Paquirrín.

Y no es que no hayan pasado cosas, empezando por esos grandísimos hijos de peta que siguen creyendo que menos tricornios les harán libres, o la situación económica tan soliviantada y con pocos luceros a lo lejos o las componendas del PP esperando que todo siga igual, para que todo cambie, estrategia basada en las lecturas apresuradas de Lampedusa hechas por Rajoy mientras veía el Tour, esperando, como Armstrong de Contador, que descalifiquen a Zapatero en un control-encuesta.

Pero, miren, tengo los dedos entumecidos de tanto ocio digital, que lo único que he hecho es darle al play de todos los aparatos que tienen esa flecha señalando a la derecha, como si fuera premonitorio de lo que va a ocurrir.

Así que les contaré que me he visto Náufragos de los Andes de Arijón que cuenta la historia de aquellos que cayeron en los Andes con su avión y sobrevivieron más de dos meses gracias al apoyo pasivo de sus congéneres muertos. Sé que lo recuerdan perfectamente. No es la peliculera Viven de hace ya unos años; es el relato cinematográfico de los supervivientes, amigos del director, tras 35 años de su ocurrencia. Si se la recomiendo no es tanto por su valor documental, que lo tiene, sino para que valoren las explicaciones que dan aquellos que las pasaron tan putas como posiblemente sea difícil de experimentar. Explicaciones de sus intenciones, de sus sentimientos, detalles ultraelaborados por la memoria, por la maldita disonancia cognitiva, por las expectativas de los otros, las propias, por la religión y la fe que surge para explicar qué mierda de dios les desproveyó de hermanos, madres, esposas, que les metió a los pocos días un alud en la covacha del fuselaje para matar a más personas, demostrando la fuerza de la naturaleza inexplicable. El director los reúne para recrear la epopeya, mientras se la explican a sus hijos, apoyándose en imágenes de ficción. Esos hombres jamás podrán volver a ser otra cosa que supervivientes por la maldición de Heisenberg y han reconstruido sus vidas futuras en función de un pasado atroz que les dejó sin argumentos sociales, sin soporte individual para sus actos, pasados y futuros, eternos.

Si no quieren castigarse el magín pueden verse una película razonablemente fascista en sus modos: Shooter: el tirador basada en un premio Pulitzer y que por el fragor de sus escenas impedirá que se queden dormidos durante la siesta. La historia es absolutamente alocada, al más puro estilo americano de las películas americanas para descerebrados americanos, pero que destila todo el sentir paranoico contra los gobiernos y el Estado y la exaltación de la patria y de la indulgencia al individuo cuando opera contra organizaciones secretas. Y ahí ya empieza a parecerse más a los españoles amaestrados. Pero sí hay momentos para la historia de la ciencia, de la que los consejeros de Sanidad y los colegios de enfermería deberían aprender, como el prepararse un suero salino con una botellita de agua y sal común con una gomita en un supermercado o el valor de la vocación para realizar intervenciones quirúrgicas en el dormitorio sin necesidad de camillas afeando los pasillos. Si el esperpento del caso Gürtel no les ha parecido suficiente dense una vuelta por esta película. Hasta una lectura nacionalista tiene. De obligada visión para Güemes-porque-yo-lo-valgo y Lamela proparoxítono.

Tras acabar Anatomía de un instante de Cercas me adentré en El club de los pirómanos de Brock Clarke. La primera, lo saben bien, trata del 23F, así que poco puedo decir que no sepan. Quizá algo reiterativa, posiblemente de forma deliberada, aunque se hubiera agradecido un poco más de contención didáctica. Para los no estudiosos seguro que hay cosas nuevas y detalles memorables y para todos un trozo de historia novelado, imprescindible por lo cercano.

Y la segunda es la historia de un tipo que inadvertidamente quema la casa museo de Emily Dickinson, con la mala suerte de pillar allí a un matrimonio de profesores fornicando en la cama de la escritora. Tras diez años en la cárcel, rehace su vida en una bonita urbanización, hasta que otras casas museo de escritores empiezan a arder. Está bien escrita, es entretenida y no abruma con la extensión. ¿Alguien da más para este verano?

3 comentarios:

Tesa dijo...

Vi "Supervivientes en los Andes" cuando se estrenó en el cine long time ago , y yo era una muchachita infinítamente más impresionable que ahora. Me gustó mucho, sobre todo por saber que estaba basada en hechos reales.

El cine, este verano, me ha llevado por caminos argentinos y muy divertidos con "Un novio para mi mujer" o con el secuestro del Pelham 1,2,3 a manos de un John Travolta pirado, espléndido.
Fíjate, de ésta última peli, yo había leído la novela -quizá en los tiempos del estreno de la del accidente aereo- publicada a través de Reader's Digest, donde mi tío Juan estaba suscrito y yo leía constantemente un libro tras otro. La novela me encantó y luego la primera versión en cine. Ésta también merece la pena ser vista.

No puedo recomendar libros porque estoy en secano, y ahora no leo, tengo la neurona de vacaciones atascada en "Historia del Rey Transparente" de la Montero, parado ahí, muerto de asco. A ver si para el otoño...

Leandro María dijo...

Yo leí Viven y luego vi la película, compruebo que de 1972, long, long time ago, sí. Ésta es de 2007 y no tiene nada que ver en confección. Pelham la vi en su versión anterior y no me encandilan los remakes, pero atenderé tu recomendación porque Travolta sí me parece un buen actor.
Me sorprende que no leas. Con lo literariamente que escribes, parece imposible no leer. Quizá es la Montero, ya para mi aborrecible, irreconocible de lo que fue, la que te tapona. Si me dejas recomendarte una breve, de tirón, es Chesil Beach de McEwan. Verás cosas que están en tus escritos. Por cierto, no siempre me apetece escribir en tu blog, me siento ajeno, desubicado entre ellos, pero te leo.
Luis

Tesa dijo...

Todos llegaron como tú, desubicados, y ahora la habitualidad le da a los comentarios una pincelada de complicidad cibernética.
Confieso que conozco a algunos de ellos en persona, por eso la confianza en el trato.
Gracias, muchas, por leerme.
:)

Tomo nota de tu recomendación literaria, sobre todo si es una novelita breve. Me pondré enseguida a localizar el libro, que quizás sea el elegido para acompañarme en mis vacaciones.