lunes, 16 de febrero de 2009

La unidad de la derecha

- ¡Uf, qué gusto me has dado! Con lo seco que pareces.

- ¿Seco yo? Solo un poco tímido. A mí también me ha encantado. Eres muy excitante.

- Ya estoy mayor, tonto.

- Estás fantástica. De verdad. Si pareces del clan Becerril.

- Qué bobo eres. El clan Cebralín van a tener que fundar para limpiar tanto como han ensuciado.

- Eso parece querida. Eso no va a terminar aquí. Cascos está temblando.

- Deja a Paco anda, que se me va la libido. ¿Tienes tabaco?

- Sabes que no fumo. Pero creía que tú tampoco, que lo de no respetar la Ley era solo para fastidiar a Zapatero.

- Por eso sobre todo, pero después de lo que hemos hecho y ¡cómo lo hemos hecho! es lo que se impone ¿no?

- Yo no lo hago.

- ¿Por qué? ¿Fumarías demasiado?

- Eso son habladurías. No tengo ojos nada más que para ti.

- Ya. Qué mentiroso eres.

- No. De verdad. Ni lo de aquella revista era cierto.

- No me tientes a intercambiar dosieres con Sebastián, que yo soy una experta. Anda, pégate a mí.

- ¡Uy, qué pies más fríos!

- ¿Fríos dices? Desde que los convertí en un icono revolucionario, en símbolo de la lucha por la liberación de los pueblos no me he vuelto a poner aquellos calcetines.

- Ja, ja, ja.

- ¿De qué te ríes? A ver si no.

- Me hace gracia recordarte de aquella manera. Me excita imaginarte desnuda con los calcetines a media pierna, sin duchar, saltando entre manchas de kétchup y croutons de ensalada Cesar. Porque de sangre y cascotes nada ¿verdad?

- Cómo eres ¿de verdad tienes que romper el encanto?

- Bromeaba.

- Lo que pasa es que estás muy crecidito con los líos que tengo.

- Bueno eso de crecidito lo dirás tú. Me acaban de rebajar los ratings. Ya no tengo una ciudad de primera.

- Eso pasará, pero ahora eres ya el candidato único, el elegido cuando Rajoy vuelva a fastidiarla.

- ¿Te retiras de la lucha, cariño?

- Un paso atrás ni para tomar impulso, pero a los dos mantas que tengo debajo se les ha visto el plumero y lo de López Viejo irá a más.

- Seguro, yo ya lo tuve y le eché. Qué necesidad tenías…

- ¡Ay hijo!, los compromisos. Como tú con Anita Botella.

- No me hables. Se cree algo. Ya ves el otro día exigiéndole a Mariano que defendiera a su marido. ¡Públicamente!

- Pero tonto, ¿no ves que ya lo tiene todo hecho? Si te vas, se queda ella. Y con tus olimpiadas.

- ¡Qué horror! Me estremece más que tus pies.

- Idiota. No están tan fríos.

- Ven aquí, anda, enfadica.

- Déjame, a ver si vas a coger algo.

- Ven, anda, déjame que te muerda.

- Pareces de la oposición.

- Yo te muerdo de verdad. No me vas a comparar al blandito de Tomás Gómez.

- En modo alguno. Estate quieto que me pones la carne de gallina.

- Te voy a comer entera.

- Ay sí, recalifícamelo todo. Pero sin prisas, como en un guateque.

- Qué guarrilla eres. Ya sabes que somos lentos y que no nos tomamos esas licencias.

- Tú como con la M30. Una vez que has empezado ya no pares.

- Ni las zonas verdes me detendrán.

- Qué loca me pones.

- Tú sí que me vuelves loco.

- ¡Uf, por Dios!

- ¡Ay, la Virgen!

- Dos veces. Estás hecho un toro.

- Solo cuando te veo.

- ¿Te acuerdas de la primera vez?

- Claro, cómo olvidarlo. Cuando me tocaste en el ascensor mientras decías No sé por qué te pones así. Si se gana, podrás ser vicepresidente si Mariano te lo pide. Y si Mariano pierde, tú y yo estaremos en iguales condiciones, como los demás.

- Así fue. Rajoy jodido arriba y yo agarrándote el paquete en el ascensor.

- Nos los tenías cogido a los dos. A todo el partido.

- Armas de mujer, ¿la has visto?

- Aquella noche fue la bomba.

- Sí, a pesar del trance, lo pasamos bien. La excitación de la tragedia.

- Lo peor es tener que fingir después lo mal que nos llevamos.

- Entra en el sueldo ¿no?

- A mí, querida, me da un poco de pena Mariano.

- ¿Pena? ¿dices pena? Vamos a ver, Aznar se pone a jugar a los soldaditos para ayudar al bobo de Bush y nos cuesta un montón de votos. Luego los cantamañanas de Acebes y el morenito Zaplana se lían con las verdades y los versos y perdemos ante un chiquilicuatre, unas elecciones que meses antes eran de mayoría absoluta. Y Rajoy, tocado por el dedo divino, lleva ocho años sin ganar ni a los chinos abriendo las manos ¿Y a ti te da pena?

- Pero lo tiene que estar pasando mal. El no es como nosotros, él es un señor de provincias. Acuérdate de Viri.

- Vaya pazguata. Podría haber aprendido algo de la Pantoja. Dientes, dientes, que es lo que les jode. Y ella con la lágrima a flor de piel. Allí arriba en Génova. ¡Qué impresentable la pavisosa!

- Qué dura eres y qué dura estás.

- Adulador. Por lo uno y por lo otro.

- Y de Camps ¿qué piensas?

- No creo que sea un problema. Su carrera la ha hecho de pelota. Antes de Zaplana y ahora de Rajoy. Creo que ha alcanzado el máximo de traiciones posible.

- Yo me cuidaría de los idus de marzo valencianos.

- Bah. Rita juega en otra liga, incluso con otras ligas y el propio Camps, si fuera listo de verdad, no intentaría disputarte el puesto.

- Así que la mujer implacable se da por vencida.

- Las cosas vienen como vienen. Y hay que manejar la información y los tiempos. Mi imagen no es la mejor ahora mismo y tú estás teniendo mucha suerte. Pareces la Inmaculada Concepción.

- Solo por detrás bonita.

- No seas borrico. Pero si no soy yo, te aseguro que quiero que seas tú.

- Nunca pensé que te oiría decir eso.

- No lo has oído. Yo lo he dicho, pero tú no lo has oído.

- Qué mala eres.

- Tengo mis días. Cuando llegues a Moncloa ¿nos seguiremos viendo?

- Claro.

- Ese claro es lo más falso que he oído nunca.

- Qué va. Es mi deseo ahora. Pero no pienses en eso. Carpe Diem.

- No sé qué es eso y me da igual. Al menos un día en la Bodeguilla podríamos probar.

- Por supuesto. Y otro día en el bunker.

- Te tomo la palabra. Yo mañana tengo follón con la reinauguración de un hospital ¿Dormimos algo?

- Yo también tengo lío temprano. Pero…quizá…podríamos…

- Hijo mío, qué locura, cómo estás. ¡Cómo te pone el poder!

- Calla y mira hacia delante. A partir de ahora, no todo lo bueno te va a venir de cara.

-¡Ouch!

- ¡Mmm!

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