sábado, 27 de marzo de 2010

Rin Tin Tin

El otro día hablábamos de las técnicas de marketing que el arzobispo de Madrid utiliza para vender plazas de aparcamiento. Quizá el paso de consejeros de la Comunidad de Madrid al Instituto de Empresa les haya dado alas para hacerse con un master con el que defender los garbanzos en estos tiempos de ira con libertad en los que vivimos.

Lo último es el aggiornamento de una campaña contra el aborto. Si la original era "¡Es mi vida!... Está en tus manos" el monaguillo del master se ha currado la versión adolescente con un conmovedor "Es un tú en ti" espero que lo entiendan a la primera sin necesidad de repetirles es-un-tuenti. Claro que así es como lo decodifico yo, que soy un tipo raro, tirando a extrañísimo, a lo mejor lo que yo entiendo como hallazgo, es una simple coincidencia siguiendo el se non e vero, e ben trovato que dicen en el Vaticano y alrededores.

Hacer chascarrillos con cosas tan serias es, digamos, complicado, así que otorguémosles el beneficio de la duda y asumamos que no han pretendido hacer nada gracioso.

Vayamos pues al sentido literal, a la explicitación de la igualdad de producto que el cuerpo alberga. Ya he escrito mucho sobre ello, que básicamente se resume en que poner una fecha de aparición del concepto humano es tan estúpido como considerar que con la Comunión se nos incorpora el seso moral. Para mi, la vida es un continuo desde la concepción hasta la muerte y no es menos un cigoto de 100 horas, que un bebé con las fontanelas abiertas, que un notario después de aprobar la oposición. Si se ponen plazos es más por el riesgo de la madre que por una fecha que conceda humanidad al agrupamiento de células. Dicho esto, la trascendencia de tener un hijo, no de incubar un huevo, es de tal calibre que los embarazos indeseados merecen una consideración especial.

Si la campaña primera recurre al potencial grito del feto que reclama ayuda exterior, la segunda implora, y demanda, la responsabilidad dirigiéndose directamente a la mujer embarazada recordándole que es como ella misma. Es verdad que esa mujer puede recuperar el primer mensaje y reclamar con todo derecho, es mi vida, está en mis manos lo que implica un tú no te metas a tanto meapilas, igualmente desgarrador pero infinitamente más comprometido y mucho menos entrometido.

Porque a pesar de que la Iglesia dice que esta campaña es a favor del derecho a la vida de los que van a nacer y de apoyo a las mujeres embarazadas que pasan por dificultades, la verdad es que las mujeres embarazadas lo que han recibido normalmente de la Iglesia es crítica, moralina y desconsideración; sorprende que se preocupen tanto de embriones y tan poco de mozalbetes púberes en manos de sus colegas pederastas.

Roberto Mirabile, el presidente de una asociación italiana de víctimas de pederastia, dice: "Ni los obispos en sus diócesis, ni la propia Curia, ni siquiera el tribunal de la Congregación para la Doctrina de la Fe han enviado jamás a un cura a la cárcel por un crimen pederasta, se han limitado a trasladar a los culpables de diócesis en diócesis, permitiendo que los criminales continuaran abusando impunemente y convirtiéndose así en encubridores y cómplices con el terrible agravante de su autoridad moral". Contundente.

Y es la misma Iglesia la que condenó a los llamados niños medicamento, o la investigación con embriones o prohíbe los preservativos o los anovulatorios, es la Iglesia que en el colegio de Ana Botella y sus secuaces grapaba las hojas dedicadas a la reproducción de los libros de biología, esas madres irlandesas que quizá conocieron a sus camaradas masculinos, allá en la verde Erin, que tanto dinero les han costado al Gobierno irlandés en indemnizaciones por paidofilia. Todos dignos herederos de la cadena de asadores, no de sino para, Servet, Bruno o Galileo, tratados más como viandas que como comensales.

Pero dejemos la historia inquisidora y volviendo a marzo de 2010, casi abril, the cruellest month de Eliot, la Iglesia se olvida del sufrimiento de millares de niños, ¿serán millones? y tanto se hace el longuis, que sólo sale a la palestra para explicarnos el evidente e innoble intento del New York Times de hacer daño a Benedicto XVI. ¿Daño? ¿Estará sangrando Benedicto inter crura? ¿Le dolerán los labios de tanto escupir la semilla sacerdotal? ¿Se le caerá la piel a tiras por frotarse con fruición tratando de destruir el lúbrico sudor talar? ¿Se recuperará de la humillación de verse palpado y hollado? ¿Podrá olvidar esos ojos libidinosos, esos besos pestilentes? ¿Podrá volver a mirar a sus amigos, a mirarse a si mismo? ¿Podrá también el Papa Benedicto dejar de pensar en el suicidio por ese innoble intento de hacerle daño del New York Times? ¿Puede haber mayor desfachatez?

Porque el gran pecado del diario americano es haber editorializado sobre la enorme responsabilidad del cardenal Ratzinger al hacer oídos sordos a las denuncias de un arzobispo contra Lawrence Murphy, un sacerdote americano que abusó de 200 niños sordos. El portavoz del Vaticano en un alarde de compasión dice que Murphy "violó la ley, y cosa aún más importante, la sagrada fe que las víctimas pusieron en él". ¿Se puede ser más inmisericorde, por decirlo en católico, que lo que se violó fue la ley o la fe, en lugar de decir que lo que ese cabronazo hizo fue violar a unos niños? ¿Dónde coño estaba Dios?

¿Tendrá Rouco el morro de ponerle música y lema a esta vergüenza, tendrá la Iglesia la chulería de resumir su latrocinio con la voz queda y viscosa de: tranquilo niño, soy yo en ti?

3 comentarios:

Sol dijo...

Mejor no podría escribirse sobre esto. Aplaudo su posteo y comparto la indignación.

Tesa dijo...

"Es que, a veces, es imposible evitar tentaciones".- he oído decir a un cura, hace un rato, en televisión.

Leandro María dijo...

Gracias Sol por tus palabras.

Tesa, ya sabes que la tentación duerme en literas.