viernes, 25 de diciembre de 2009

Fun, fun, fun

Me gustaría empezar por felicitarles la navidad, pero no quiero tomarles el pelo ¡a qué engañarnos! El día de hoy es precioso, no demasiado frío, claro, con un sol puntito anémico, tirando a tímido, como los buenos amantes desesperados, pero suficiente para sacar los colores cobrizos y oxidados a las rendidas hojas, caídas en desgracia de los árboles.

Si ayer era día de cenas, hoy lo será –déjenme mantener la ilusión del futuro que aleja el presente- de comidas. Un páncreas que ya no da más de sí, un hígado hipertrófico vertiendo las grasas que le sobran en el caudal sanguíneo, con la esperanza de poder seguir bebiendo para lograr embotar a un cerebro aburrido del mundo y sus peripecias. Yo me pondré mi chándal, que no crean, tiene todos los motivos navideños, religiosos y paganos, para honrar las fechas y no desentonar.

Si entre cuñado y primo tienen oportunidad, en lugar de hartarse de peladillas, hagan por ver Retorno a Brideshead, la película, que aunque quizá no pueda competir con la serie de nuestra juventud -quizá mejor y seguro que más explícita-, puede revisitarse –me dejan, ¿verdad?- en un par de horas.

En algún momento Charles Ryder, el advenedizo, pide recorrer el casoplón y le llevan a la capilla. El superricachón, Sebastian Flyte, se persigna y el otro hace lo mismo.
-¿Qué haces?, dice Sebastian.
-Nada, replica Charles.
-¡Tú no eres católico! ¿Por qué lo haces?
-Por encajar.


Por eso me visto para la ocasión, aunque sea un chándal, por eso pongo algún oratorio o me casco algún villancico por más que sea en las versiones más profanas. Por encajar.

En casa no hay nacimientos salvo los del vello en la línea del bikini. Hace unos meses me tiraron el árbol artificial superecológico y ya no sé dónde colgar las bolas. Mi navidad laica es un coñazo de muerte. Sólo me queda hacer una lista de buenos propósitos. Con los años el inglés, el adelgazar y cosas por el estilo me advierten que esos planes son bastante estúpidos, ya que sigo siendo un gordo que se entiende por señas, así que este año me he propuesto asuntos más serios.

Por ejemplo, escoger a los parientes. Los amigos te los encuentras y, mejor o peor, los cuidas y mantienes durante períodos libres de dinero y mujeres. Sé que una buena estrategia sería buscárselos ricos y homosexuales para que no se interpusieran entre tú y tus objetos del deseo, pero seguro que se te pone cara de chapero y, qué quieren que les diga, uno ya no está para esas cosas. Así que me he conformado con heteros igual de desgraciados y con cierto código de conducta de no agresión y con algún gay, igual de pobretón y con la otra variante de la conducta de no agresión.

Pero los parientes te vienen dados, como el genoma, nada más nacer, ¡qué digo!, en el momento de la concepción ya tienes padres, primos, sobrinos, hermanos –salvo que seas el primogénito y entonces tienes psicólogo- que te rodearán el resto de tu vida como moscas pertinaces. Y por si eso no fuera suficiente, esas rémoras se asocian con otras dando lugar a cuñados, suegros, compadres y padrinos que establecen esa segunda guardia de corps: los políticos.

Así que mi gran deseo para este año 2010 es escoger a los parientes, lo que significa una forma de deshacerte de unos y hacerte con otros, para mantener las magnitudes mafiosas de relación en sus justos términos.

Y ya que estamos les voy a presentar a un par de parientes que me acabo de apuntar. Como esto del parentesco debe ser recíproco, debo solucionar el detalle de que ellas lo sepan, aunque estoy seguro de que me aceptarán. En la era del Facebook, quién no quiere un nuevo pariente.



Monas, ¿verdad? Tienen ese punto de estudiar en las irlandesas y hacer que el Soy el novio de la muerte parezca música sacra, pero también tienen pinta de engañar a las monjas y colar como villancico romántico una de Tom Waits que predica las tesis de Spinoza.

Así es como quiero yo a mis parientes. Con doble propósito y sin ninguna moral. Ya que te van a acompañar el resto de la vida, por lo menos que te ofrezcan dos posibilidades y que no te hagan sentir culpable por rechazarlas y rechazarles.

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