lunes, 3 de agosto de 2009

La injuria humana

Hace pocas lunas hablaba de Dalton Trumbo y de forma indirecta aparece hoy Lillian Hellman, compañera amorosa de Dashiell Hammett, y como Trumbo, implicada en la caza de brujas, negándose a declarar en el infausto comité. Hellman, fallecida en 1984, estrenó hace unos pocos años La calumnia (The children’s hour) en Madrid, de la mano de Méndez-Leite como director de teatro debutante e interpretada por Fiorella Faltoyano y Cristina Higueras. En este caso hablaba de la interpretación de una amistad en clave moral. Poco importa si eran intensas amantes o tenían una simple amistad, una forma desexualizada del sexo, lo crucial era que se pudiera proponer una condena, falsa o no, sobre la decencia ante un hecho íntimo y absolutamente personal. Hellman escribió guiones como La loba y La jauría humana, película que acabo de repasar.

Estoy seguro que todos conocen y recuerdan esa película. Un gamberro casi profesional (Robert Redford) se escapa, en su última tontería, del penal donde estaba recluido y vuelve, huyendo, a su casa tejana. El pueblo es propiedad de un terrateniente y oligarca al que casi todos rinden pleitesía, cuyo hijo se ha liado con la mujer (Jane Fonda) del fugitivo . El casi anterior, se refiere al sheriff (Marlon Brando) que defiende su integridad al principio de la película, rechazando que su mujer (Angie Dickinson) lleve un traje regalado por el magnate para su fiesta de cumpleaños a la que acuden todos los constructores de la zona.

Siendo agudo como soy, me faltaron segundos para pensar en Francisco Camps cuando Marlon, permítanme las confianzas, dice: mi mujer llevará los trajes que yo pueda pagarle. Era el año 1966 y ellas no pleiteaban por pagarse sus propios trajes, era cosa del marido, años bárbaros de incorrección política y menor beligerancia, porque las mujeres han trabajado siempre y seguramente la propia Angie se pagaba muy bien sus vestidos. Camps ha actuado como una solícita esposa de otros tiempos y ha aceptado regalos. Lo llaman cohecho impropio. Existe el cohecho sin apellidos que es cuando se hace además algo por la parte regalante. Es cuestión de pruebas y de fe en la virgen. En cualquier caso es algo irregular como el mismo participio, que de no serlo sería cohacido, pero en la gramática va la penitencia. En estos días, hoy quizá, se verá si se le juzga por llevar trajes sin desembolso. Dicen que los jueces son sus amigos. Veremos cuán grande es el fondo de armario de Camps.

Y la pprensa –no es un error mecanográfico- resalta que es casi un delito piadoso, que se subsana con 2500 euros, un problemilla que debiera salir del Código Penal pidió la alcaldesa Rita con su bolso de Louis Butrón –tampoco es un error- al brazo. Y quizá se quede en nada. Pero a mi me gustaría proponer que para los cargos que se benefician de ser juzgados por el Supremo y requerir suplicatorios y otras mandangas, una vez que se han concedido y son juzgados y, eventualmente condenados, debieran cumplir las penas en un grado superior. Te protejo de la inquina en consideración a tu cargo, pero si eres culpable la has cagado traduzco libremente de un viejo adagio en latín. Porque no es lo mismo que un ratero se encarame a tu ventana con riesgo de su vida para robarte, que te haya pedido prestada la cuerda y la ganzúa para entrar. Si se busca inmunidad se les debe recompensar con agravamiento. Es lo justo ¿no?

Y es verdad que aceptar unos trajes es pelín cutre habiendo yates y pelucos de oro, dice Rajoy que nadie se pringa por unos trajes, y todos sabemos que nadie regala miles de euros si no es a cambio de algo. Pero por algo se empieza, algo así como evitar tocar la nalga de la secretaria y conformarse con reposar la mano sobre la rodilla en actitud de disimulo ¡pero si es una rodilla! dicen ¡Cómo si los pervertidos no supiésemos el poder de la parábola!

Pero en La jauría humana, la cosa no termina en presentes o dádivas. Es una cuestión de tolerancia. Los sábados en el pueblo parecen organizados por Orange Market con el Bigotes a la cabeza oficiando la ceremonia. Los corifeos deciden lo que es adecuado y lo que no, asumen un papel parapolicial, de acoso racial o de persecución del fugitivo, en un pueblo en el que asisten a fiestas con pistolas y revólveres al cinto y se emborrachan sin control. ¿Les suena el sheriff de Coslada, saben de los tejemanejes de Granados en la Comunidad de Madrid? Así, cuando el cacique lo requiere los serviles segundones absorben el uso de la violencia, se convierten en Estado, interrogan, torturan y deciden qué hacer. Mientras los ciudadanos ven, receptivos e impasibles, como el sheriff es vapuleado por intentar defender la ley, no se enfrentan a esos matones de nuevo cuño, aceptando con su silencio el nuevo statu quo. Es más, participan en la razia con bengalas, bailes y traca final. Y esto no queda lejos, por más que se situara en la Texas de hace cuarenta años. Esa pasividad ciudadana contrasta con la lectura plebiscitaria de unas elecciones, un resultado real que respalda las tropelías, que mira hacia la nada y que sólo en Madrid alberga discrepancias porque se espía también a los propios. ¿Cómo pudieron? me pregunto, ¿cómo les votaron, les dieron una nueva mayoría, confiaron en ellos por un nuevo periodo? Y grito ¿tan malos son los otros, tan corruptos, tan incapaces, que ante lo que todos sabemos, esos ciudadanos consienten? ¿Es posible que viendo los canales autonómicos tan bochornosos nadie sienta la necesidad de hacer algo, con las privatizaciones salvajes de la sanidad, del agua, con las regalías en educación para amigos, para sectas, la aprobación de antinormas para el tabaco o la educación para la ciudadanía, o el filibusterismo para el nombramiento de senadores?

¿Qué pasa? ¿Lo podemos llamar adulterio social? ¿Desdén moral? ¿Hastío escrotal?

En La jauría humana el sheriff salva del tiroteo al ladronzuelo y le lleva a la cárcel, pero es acribillado por uno de los segundones protegidos en la misma puerta de la comisaría. Los demás miran. Al final el sheriff, la ley, abandona la ciudad.

¿Dónde iremos nosotros?

3 comentarios:

Tesa dijo...

A mí sólo me gustaría que siguieran hurgando, investigando.
Que sepamos si, de verdad, ese cohecho es impropio ...o se puede seguir tirando del hilo y llegar hasta una madeja todavía más gorda.

Fíjate, que a pesar de la situación mafiosa que se interpreta en la película, la historia es totalmente creíble. Es cierto que la realidad supera siempre a la ficción.

Leandro María dijo...

La realidad es ficción. Casi siempre.

Leandro María dijo...

Defendemos cada hombre un voto y puede resultar duro, pero a veces pienso que no todo el mundo está legitimado para votar. Downs decía que la política es un mercado en el que votantes y partidos intercambian votos y políticas favorables, considerando el valor decisivo de los votos, muchos sujetos no debieran de ir a votar. Quizá todo sea que creemos que vivimos en un mundo diferente del real.
Saludos Tercera Opinión,