viernes, 2 de octubre de 2009

A verlas venir

El Partido Popular presentó una moción con un bonito título: Sobre el fracaso de la política económica del Gobierno para crear empleo, frenar el incremento del paro y la caída de la afiliación a la Seguridad Social y dar cobertura a las personas en situación de desempleo. Sé que echaran en falta una mención descortés a las madres, pero en el PP se saben controlar.

En la interpelación que presentó Echániz Salgado dijo: España tiene un mercado laboral arcaico y en algunas materias incluso anterior a la Constitución. Los mecanismos de ajuste de nuestro mercado de trabajo español frente a esta crisis no funcionan. Es tan rígido que se absorben los ajustes económicos destruyendo empleo, en lugar de ajustando la productividad, los salarios o los picos de la demanda.

Yo creo que no se puede estar más de acuerdo. Es lo que tantas veces hemos oído del paro estructural. Lo dice el PP, lo dice el PSOE y lo dice el padre Astete. Pero se callan las soluciones. Porque la derecha debiera haber hecho algo si esto viene de antes de la Constitución. Del 76 al 82 y del 96 al 2004 son catorce años para haber modernizado el mercado de trabajo, máxime si como presumen, traen siempre la bonanza. Bien es verdad que en los casi catorce de Felipe y los cinco de Zapatero algo se podía haber hecho. Porque los males de la economía española no han venido con la crisis de sopetón, sino que ésta ha iluminado con gruesos trazos fluorescentes las principales líneas de un pésimo guión.

Echániz sigue: Quizá, señor ministro, está haciendo falta un sindicato que defienda los intereses de los trabajadores, un sindicato moderno que se ocupe de los más débiles, de los más desprotegidos y que no impida que vuelvan al mercado laboral.

¿Se dan cuenta? Qué harían los trabajadores, los asalariados de este país sin el PP. ¡Populares del mundo uníos!

Esto que les cuento parte de la lectura apresurada del Boletín del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso, el llamado GPS - con ese nombre deberían saber acercarse un poco mejor a los problemas sin perderse- y ya que lo señalan, proponer, en la misma línea paradójica, la necesidad de una nueva patronal. Una patronal coherente, que vele en la medida de sus fuerzas, que son muchas, por los intereses del país, que trabaje para dar trabajo, que gane dinero y haga ganarlo, siendo comedido en los precios y los beneficios, que reinvierta los excedentes, las plusvalías, que piense a largo plazo, que forme a los empleados, que abra nuevos mercados, que cumpla con las leyes de seguridad, que denuncie las extorsiones políticas, que haga facturas con todo el IVA y pague todo el impuesto de sociedades. Una patronal que cambie la furgoneta renqueante antes que el Mercedes descapotable. Una patronal que no pida a la vez una baja en los salarios y dé indemnizaciones multimillonarias a sus empleados de copete.

¿A alguien se le oculta que esa patronal alicorta y cerril que falsamente negocia con el Gobierno, sale de una pésima clase empresarial, sin formación, apresurada en el beneficio y nada emprendedora? ¿Y no es evidente que esos sindicatos surgen de una clase trabajadora absentista, disimulona e indolente? ¿Puede ignorarse que los abusos empresariales, la falta de seguridad en los tajos, los contratos ausentes cuando no esclavistas, tienen al otro lado del espejo millares de listillos dispuestos a beberse el zumo del aborrecible garantismo laboral, con bajas ficticias y productividades de párroco titular?

Y quizá por ahí debiéramos empezar, esos debieran ser los auténticos pactos de La Moncloa que quieren recuperar los que carecen de votos para gobernar. Los pactos por hacer de España un lugar mejor. Si CCOO o UGT añoran los sindicatos alemanes, también los patronos añoran seguramente la disciplina y la puntualidad de los teutones y todos nosotros quisiéramos multinacionales industriales fuertes y grandes empresas en las que el gobierno alemán tiene participación e influencia. ¿No fue Aznar el que desinvirtió la participación de algunas grandes empresas españolas haciendo caja y colocando en la presidencia a los que le atusaban el bigote en el colegio? ¿No son sus seguidores los que reclaman ahora una banca estatal fuerte que controle las ayudas y dé créditos a los trabajadores autónomos, aquellos que se fumigaron el conglomerado de Argentaria?


Pero el GPS no dice tanto; no llega a mucho más este TomTom parlamentario, demasiado subyugado por pactos para salvar los muebles de las sanguijuelas minoritarias, demasiado abducido por este Ejecutivo mandón, o quizá es que el Partido Popular represente más el Tonton Macoute, el hombre del saco haitiano, y les atemorice con sus intrigas y sus luchas, confiando el éxito a la labor judicial, cuando seguramente hay tanto que hacer en las cámaras de representación. Y hacer algo ya y que se note y que se sepa, hasta que el presentador de Canal Nou se beba toda su brillantina y se coma su oposición. Porque el macutismo que Camps impone en Valencia empieza a ser preocupante, desde las gafas negras de Fabra hasta esa arrogancia de Costa que obscenamente ostenta la bandera española en la muñeca. Por no hablar de la indolencia de Rajoy o esas declaraciones deliberadamente apócrifas de la Cospedal, que siempre hace en espacios abiertos ¿tanto apesta? Pero la experiencia les ampara ¿alguien espera que Zaplana se siente en algún banquillo por sus tejemanejes en Terra Mítica? ¿lo suponemos de Trillo por sus prisas y desmanes turcos? ¿nos creemos lo de la investigación del patrimonio de Jaume Matas?

Camps pide ahora que dimita Zapatero, lo dice un imputado perdonado por un amiguito y recién recurrido al Supremo por la Fiscalía. El futuro presidente del Gobierno para el susodicho se la envaina y hace bromas sobre Madrid 2016, la última apuesta hiperbólica de Gallardón, y la mosca que vive detrás de mi oreja me susurra ¡qué calladita está ésta! ¿qué estará destejiendo Penélope Aguirre?