sábado, 26 de septiembre de 2009

Blanqueamiento

Estoy seguro, absolutamente convencido, de que una mujer es capaz de realizar lo mismo que un hombre, sobre todo si lo restringimos a tareas intelectuales que son las que de verdad nos distinguen del resto de seres vivos, esos meros objetos respirantes, pero no anhelantes como nosotros. Y estoy seguro de corazón que pueden, aunque es verdad que a veces no tanto de que un hombre pueda hacer lo mismo que una mujer, pero eso ya son cosas de actitud, que pertenece al negociado de la seguridad y el propio respeto en el que las mujeres nos ganan de largo.

Dicho esto, que no sé muy bien por qué hay que decirlo cuando es evidente, dicho esto, repito, sigo también sin entender por qué hay que subvencionar igualitariamente el cine en función del sexo de la directora. Es, sin duda, una soplacoñez -fíjense en el adjetivo de género- que tenemos que aguantar hombres y mujeres. Y en especial las mujeres porque ellas entienden mejor el cine, sobre todo los silencios, porque son capaces de ir más allá, porque saben jugar en el terreno de la elipsis, en la arena de los sobreentendidos.

Dice nuestra Ministra de Cultura que es "curioso" que se levante una polémica por el hecho de que la orden ministerial de desarrollo de la Ley de Cine vaya a primar las películas dirigidas por mujeres, y que "no pase nada" con las destinadas a fomentar el catalán o a determinadas minorías. No pasa nada porque no nos enteramos porque ya les vale que sea cierto.

No es cuestión de meterse con Bibiana Aído o con Ángeles González Sinde, bastante llenas tienen ya las alforjas, pero ¿no sería mejor colocar las películas por un hipotético orden de calidad y subvencionar las mejores? no digo ya las buenas por este vacío de creatividad que nos invade, pero darle pelas a esas películas que nos puedan resultar a la mayoría apetecibles, las haya hecho una tía, un tío, o el obispo de Madrid Alcalá, que es el reconocido tercer sexo como ustedes saben.

En mi puñetera vida he ido a ver una película de un hombre, ni lo contrario, aunque sí he deseado que Liliana Cavani hiciera algo para justificar otro atracón de palomitas porque me gustó Portero de Noche, porque me encantó Más allá del bien y del mal o La piel. Es verdad, lo confieso: prefiero que en el porno haya alguna mujer, incluso a veces me sobran los hombres, pero en el resto de películas no llego al punto de desear que lo dirija un sexo concreto. La Coixet me gusta poco, pero tampoco adoro a Medem y adoraría a Clint Eastwood o Truffaut aunque se emasculasen.

Si hacemos caso a Aído la mitad de los días nos quedaríamos sin programas de ópera, por ejemplo, dado el escasísimo repertorio operístico compuesto por mujeres; siempre podemos hacer que las arias de tenor las canten sopranos y así equilibrar de algún modo la balanza. Es lo que pasa cuando quieres solucionar un problema ancestral en una generación, que perjudicas a esa generación que, justamente, nada tuvo que ver con el problema.

Acepto desde ya, como dicen los castizos, que soy un machista y un asqueroso, pocos recursos me quedan, pero la igualdad se está desequilibrando en importantes áreas de la sociedad. Ya hay más juezas y más médicas que sus homólogos masculinos. Tengo que entender que ha sido así porque son mejores, cuestión esa de la excelencia sin duda discutible, pero las pruebas que se piden seguro que así lo atestiguan. Y ello va a determinar una forma de ejercer la judicatura, ni mejor ni peor, pero sí distinta. No habrá nadie que diga que es por cuota, afirmarán que así lo han demostrado las severas oposiciones y que las mujeres saben más, has respondido mejor.

Bien. ¿Podemos hacer lo mismo con el cine o cualesquiera otras disciplinas que dependan de Sinde o Aído para que salgan las mejores, haya o no haya pelos de bigote en el guión? Gracias.

Claro, que puestos a pedir guiones sin pelos, y hablando de Bigotes, quiero que la mitad de la trama corrupta de Gurtel sea chica. Es lo justo. Por lo visto la cúpula del PP, no confundir con cópula, aunque también esto tiene bastante de coyunda, ha dirigido la financiación ilegal del Partido Popular en Valencia según dice la Brigada Policial de Blanqueo. De momento hablan de Vicente Rambla, vicepresidente, de Ricardo Costa, secretario general, David Serra, vicesecretario y solamente una mujer, Yolanda García Santos, tesorera. Así que una de dos. O se buscan otro par de caraduras con XX en los genes o le cortan los distintivos colgantes a uno de los tres. ¡Cómo mola la igualdad! Y así, con las piernecitas de par en par, pueden aprovechar para hacerse la última necesidad de los españoles, la intervención más fashion. Me refiero al blanqueamiento anal: la decoloración de la pigmentación oscura de la piel alrededor del ano con propósitos cosméticos.

Puestos a blanquear, que se hagan un completo.

lunes, 21 de septiembre de 2009

La noche de punta en blanco

Era la explosión del año nuevo: caos de barro y nieve, atravesado por mil carruajes, centelleante de juguetes y de bombones, hormigueante de codicia y desesperación; delirio oficial de una ciudad grande, hecho para perturbar el cerebro del solitario más fuerte. Entre todo aquel barullo y estruendo trotaba un asno vivamente, arreado por un tipejo que empuñaba el látigo. Cuando el burro iba a volver la esquina de una acera, un señorito enguantado, charolado, cruelmente encorbatado y aprisionado en un traje nuevo, se inclinó, ceremonioso, ante el humilde animal, y le dijo, quitándose el sombrero: «¡Se lo deseo bueno y feliz!» Volviose después con aire fatuo no sé a qué camaradas suyos, como para rogarles que añadieran aprobación a su contento. El asno, sin ver al gracioso, siguió corriendo con celo hacia donde le llamaba el deber. A mí me acometió súbitamente una rabia inconmensurable contra aquel magnífico imbécil, que me pareció concentrar en sí todo el ingenio de Francia.

Les acabo de trascribir el poema nº 4 de Spleen en París de Baudelaire. Lo tituló Un gracioso. Otra ciudad, otro país y, desde luego, otro tiempo. Pero en Madrid también tenemos nuestros graciosos, en plural, un plural enorme, un plural corporativo, un plural sayón y escriba. Ayer nos abrieron en carnes la ciudad, bajo la coartada del insomnio, de la cultura gratuita, de esa derecha social bajo la que discurre nuestro alcalde, a través de una ciudad sobre la que no discurre nadie más, quizá por ese tedio intelectual que los incapacita, quizá por esa ausencia masiva que protagoniza nuestra oposición, en un oxímoron crónico y añejo en este Madrid que nos cobija y nos expulsa y que no acepta opinión.

Arranqué el domingo, entre vidrios mojados que no me dejan escribir nombre alguno, entre envases vacíos a la fuerza, entre cubos de basura impuesta e impositiva, y salgo a las calles nuevamente para enterarme que la semana que viene volverán las hordas enrolladas a destripar las aceras para celebrar el “Día de la Corazonada”. Supongan, mal, que ese día será en el que sus amores se independicen, en el que encuentren algún otro relevante que les acepte mejor y paseen su amor libre por Las Vegas en pos del futuro merecido en el que triunfa el azar. Asuman, mal de nuevo, que será el día que oirán a Tom Waits y sus corcheas bañadas en orujo de caña. Cuando el calendario les deposite, mustiamente, sobre el próximo fin de semana, no será la celebración universal de la Corazonada de Ford Coppola, será Madrid y será Bisbal quien enfangue sus sueños. El Día de la Corazonada celebra la presunción de nuestro alcalde de que nos concederán la organización de los Juegos Olímpicos. Después de analizar vísceras, otear posos u consultar augures, nuestro alcalde ha tenido una corazonada y nos concita en la Cibeles para mostrar al mundo con más ruido, más suciedad y mucha más esperanza, que si no disponemos de un buen proyecto, al menos nadie nos gana a ilusión. Al fin y al cabo es el precipitado olímpico del fracaso, en el que lo importante es participar, destrozada ya la cultura del esfuerzo y del merecimiento que la izquierda igualitaria destierra y que esta derecha social promueve.

Si aquel spleen de Baudelaire, aludía al tedio que vive en el bazo con la melancolía y el enfado en una niebla de humores y rocíos, la corazonada reniega del cerebro para asirse al órgano cordial, más arrebatado e impulsivo, más obstinado y terco con la misión de ofrecernos una versión vacua del deseo más que un apunte de la realidad.

En tanto, seguimos trotando, alocadamente, como el asno, mientras los íncubos, diestros y siniestros, nos apremian y nos excitan, dispuestos a toparnos de tarde en tarde con graciosos engominados que nos distraigan y espanten de esta ciudad y este país de humorada que hemos levantado y que no sabemos terminar.