sábado, 28 de marzo de 2009

Balcanización gubernamental

El otro sábado muy temprano me preguntaban sobre la retirada de Kosovo y el lío montado. Yo lo atribuí al coste de mantener esas tropas, más económico que moral, y a la necesidad de desplazar otras a Afganistán, un semipacto entre EE.UU. y España que lanzara grititos de consumo interno y que en dos días quedara olvidado. La razón primera la sigo manteniendo, incluso con más fuerza, pero a lo largo de los siguientes días aparecieron nuevas informaciones. Ninguna cambiaba lo fundamental, pero demostraban lo mantas que somos, o mejor, que ya estoy harto de aceptar las ineficacias de otros, la absoluta incapacidad de este Gobierno taca-taca para dar dos pasos sin caerse.

Soy de los que piensan que las formas son importantes, pero no lo más importante. Eso de te pierdes por las formas, puede ser verdad en la real Corte -y hoy también en la confección-, pero demasiado a menudo se deja de hacer lo importante, lo central, por no perturbar las buenas maneras. Bien es verdad que casi siempre es posible hacer lo debido con la mayor corrección, pero muchas veces se desequilibra a favor de la amabilidad y la pulcritud, en lugar de hacia la determinación y la eficacia. Con gemelos en los puños y gomina en el pelo se cambian mal las ruedas pinchadas.

Pero en este caso, de urgencia nula, lo de Kosovo no puede estar entre las cien primeras cosas que este Gobierno, tuviera que afrontar la semana pasada; el curso de las aprobaciones, comunicados, desmentidos ha sido de una insolvencia absoluta sin lograr, como coartada, algún otro rédito más. Hemos mosqueado a los americanos, perdón, este Gobierno ha mosqueado a los americanos, y a la OTAN; un secretario de Estado ha desmentido a la ministra de Defensa, que se ha reafirmado sembrando de dudas el diálogo con el ministro de Exteriores que, a su vez, se demoró, posiblemente de forma deliberada, en comunicar a las embajadas la decisión. Y para poner la guinda en esta enorme boñiga, llega Zapatero y dice que los soldados son nuestros y que hay que respetar lo que España decida. ¡Olé! Ha llegado el momento del talante patriótico. El dueño de la pelota se enfurruña en Bruselas con una nueva soplapollez. Y yo me pregunto si para resolver esta descoordinación, esta balcanización del Gobierno, se puede recurrir meramente a la vulcanización, a los parches estilo Bermejo, o se puede hacer alguna otra cosa.

Saber de todo es imposible, pero es menester pretenderlo, pero al contrario ¿es posible ignorarlo todo? En ajedrez la anticipación de varias jugadas, de movimientos y respuestas es una habilidad básica. Ya supongo que Zapatero no juega al ajedrez y que la estrategia no forma parte de sus atributos, pero al menos podría haber aprendido algo de táctica con el parchís y entender que si estás a tiro, te pueden comer, ergo hay que salirse de objetivo sabiendo lo que es un dado ¿es mucho pedir que se valoren los asuntos contando con la siguiente jugada?

Zapatero ha debido olvidar que se sentó hace nada, en el trasportín que Francia le cedió, creyéndose que ya disfruta del chester de cuero para toda la vida, olvida que las vamos a pasar putas los próximos años y que Alemania, Reino Unido y Francia tendrán que ayudarnos; sucedió en el pasado y volverá a pasar en el futuro. Ha debido olvidar que hay que reconstruir la relación con los EE. UU. con algo más que sonrisas de ojos azules volviendo a quemar las cenizas de Bush. Pero sobre todo ha olvidado, que ya nadie se acuerda del fondo de la discusión. El PP se encarga de ello manteniendo esa duplicidad de criterio que los electores no sancionan y nadie se pregunta ahora para qué coño estábamos allí, se le llame Kosovo o una provincia serbia, la gente sólo repite, porque los medios amigos y enemigos lo repiten sin cesar: Zapatero se ha vuelto a meter en un charco. Y este último cubre un poco más.

La verdad es que Chacón se podía haber mordido la lengua antes de decir eso de misión cumplida con la que pretendía pasar a la historia de las boutades efímeras. Bastaba con recordar a Bush vestido de niño-recluta la mañana de Reyes en un portaviones, saludando al mundo con su mentira de idéntica sintaxis.

Y si la madre, con perdón, de todos estos desaguisados es la Chacón, la hasta ahora esperanza blanca de la sucesión, nos han dejado a los ciudadanos compuestos y sin novia. Cada vez más, piden las hordas mediáticas el cambio de Gobierno, la sustitución de esos ministros incómodos. Y yo, ingrato, me pregunto, si la solución está en una remodelación o lo que hay que cambiar es al líder. Al menos es una hipótesis que se debería contemplar. Y es el propio Secretario General del PSOE el que tiene que preguntarse, ¿soy yo el que debiera dirigir el Gobierno? De hecho sería la máxima demostración de liderazgo, aceptar que la dirección política de un partido no tiene necesariamente que coincidir con la ejecutiva de un Gobierno, y reconocer que a lo mejor, es necesario esbozar dos voces en estos tiempos de tanto ruido.

Volviendo a nuestro Kosovo, quizá se dé la oportunidad política de traer a los soldados en estos momentos de zozobra, como forma de recuperar el tono muscular o las riendas de la acción, pero la ejecución de esa voluntad no puede ser sólo política. Si no parece que Zapatero sea un maestro en la estrategia, sí se le atribuye cierta intuición política. Canalizar las iniciativas y que otros las lleven por buen camino es un aprendizaje necesario y conocido en el mundo empresarial, en donde el que tiene la idea, la energía, no siempre es el mejor gestor de su desarrollo. Como se ha visto, existen precauciones de toda índole que tomar, desde la propia conexión entre el Gobierno hasta las advertencias que realizar y procedimientos que seguir con terceros. Los fielatos de alta diplomacia. La dirección política debe dejar hacer a la dirección ejecutiva y ésta debe oír al partido y buscar las claves de coyuntura y de elaboración para ello.

Se pensó que Carme Chacón era la sucesora: joven, mujer, catalana, atributos que no te hacen mejor –sin duda tampoco peor- pero si más políticamente apta en esta comprensión superficial y alícuota de la cosa pública. En realidad la Chacón era además aguerrida, capaz, socialista desde siempre, lista e independiente, lo que la hacía -ahora sí- idónea para la sucesión. También tenía ese punto de altivez explícita, de exhibición buscada que incordiaban un poco. Y ahora esto: el caganet en el Belén de Serbia.

Con un Solbes preparando el ajuar de jubilado, Fernández de la Vega de señorita Rotenmeyer permanentemente desobedecida y la Chacón recién eliminada de Eurovisión, sólo nos queda Rubalcaba: hombre, cincuentón, cántabro, atributos que no te hacen peor –sin duda tampoco mejor- pero si menos rutilantes para esta escenografía de tres al cuarto. Al fin y al cabo dicen que Chacón lo aprendió todo con Rubalcaba, y si es así ¿por qué contentarse con el aprendiz si se puede tener al maestro?

lunes, 23 de marzo de 2009

Cuando el pipí no avisa de nada

Un tal Santiago García-Tornel, pediatra, está buscando famosos españoles que se hicieran pis en la cama. Quiere recoger sus testimonios para desmontar los prejuicios. ¿Por ser enurético o por ser famoso?

Dice que la enuresis primaria muy pocas veces tiene que ver con trastornos psicológicos. Este pediatra se queja de que los padres llevan a sus hijos directamente al psicólogo, dice que es el pediatra el que debe explorar y determinar las causas y afirma que el típico niño enurético suele estar sano sin problemas físicos ni psicológicos, pero si no se lleva bien y no se tratan las causas reales, aparecen inseguridades, haciendo que el problema persista o se agrave.

Como verán es una cantinela de un gremio contra otro, yo lo hago mejor que este, porque éste no sabe por dónde se anda. Hasta aquí lo normal en esta sociedad con licencia para curar y en la que las farmacias venden maquillaje, gafas y regaliz mientras te toman la tensión o te pesan con el abrigo puesto.

Nuestro pediatra empieza su tratamiento así: Como si fueras un deportista, yo seré tu entrenador. Te diré lo que tienes que hacer para ganar, pero tú eres quién debe entrenarse y seguir mis recomendaciones. La periodista añade que en el tratamiento se trabajan los hábitos y la motivación del niño, incluso se le invita a llevar un calendario en el que apunta sus noches secas y mojadas. El pediatra concluye: todo ello en un clima de cooperación para mantener e incluso aumentar su autoestima.

Resume los consejos prácticos de esta forma:

* Evitar los castigos y los enfados al ver que el niño ha mojado la cama
* Potenciar las felicitaciones y las recompensas cuando se despierta seco
* Procurar que no tome líquidos antes de irse a la cama
* Durante el día pedir que el niño haga pis cada tres o cuatro horas
* Hacer que lleve un calendario con las noches secas y mojadas
* No etiquetarle de meón
* No avergonzarlo ante amigos u otros adultos
* No crearle inseguridad y potenciar su autoestima
* Que haga su propia cama tras mojarla.

Como ven son recomendaciones estrictamente médicas, premio, castigo, recompensa, felicitación, calendario conductual, coste de respuesta, control de estímulos, mejora de la autoestima, etiquetado. Los psicólogos deben estar encantados enyesando piernas o haciendo tactos rectales.

Me he tomado la molestia de revisar las asignaturas de ambas carreras: las de medicina y las de psicología. En Medicina quizá toquen tangencialmente el asunto en una de 3º, Bases Psicológicas de los Estados de Salud y Enfermedad, y si nuestro médico está tan enterado quizá en Pediatría se explique junto con la escarlatina y el ojo vago.

Por el contrario en Psicología sí hay algunas asignaturas que explican algo mejor el asunto. En primero está la Psicología del Aprendizaje que se repite en segundo, Psicología de la Atención, Psicología de la Motivación, Evaluación Psicológica, Psicopatología, Técnicas de Modificación de Conducta, Evaluación Clínica Infantil, Terapia de Conducta ¿sigo?

Claro que a los niños no les pasa nada por hacerse pis por la noche la mayor parte de las ocasiones. Las estadísticas las maneja todo el mundo. Las hipótesis celotípicas quedaron atrasadas hace décadas y no son los psicólogos sus defensores. Son trastornos del aprendizaje, del control, de la percepción de estímulos, se resuelven organizando el aprendizaje con los métodos para ello. Nada más. No hay complejos ocultos, ni hipótesis de madres castrantes o padres rivales. Cuando un médico se atribuye un conocimiento que no se tiene es intrusismo; moral al menos, y además es un comportamiento bastante estúpido. Los médicos saben de muchas cosas, sin duda demasiadas, pero no saben de motivación más que un abogado, o de recompensas más que un arquitecto –que en estas épocas sabe más de castigos-. Son los psicólogos los que además de ese conocimiento inespecífico, que tenemos todos, tienen un saber teórico y pautado, por poco que les luzca. Cuando los médicos utilizan hormona diurética, anticolinérgicos o antidepresivos para resolver la enuresis, están utilizando medios vetados a los demás profesionales que no han cursado farmacodinámica, por más que a la mayoría de los galenos se lo haya contado el visitador de laboratorio de turno. Cuando afirman ser un entrenador personal, cuando les piden rellenar un calendario, cuando esbozan la teoría del etiquetado sin saber de qué están hablando o recogen los principios básicos del aprendizaje sin haber leído a Thorndike o a Skinner se meten en un terreno, si no vedado, al menos impropio. Pero pretender echar a otros de ahí es sin lugar a dudas arrogante.

Este médico se quedó en la época de cuando los niños se seguían meando pero sabían por qué según rezaba el chiste y reivindica procedimientos de amplia utilización en las aulas, en la clínica infantil y adulta, no son procedimientos sólo para wet backs que ignoran donde está Río Grande, son los paracetamoles y las amoxicilinas de los médicos, cada día, con cada paciente.

No es cuestión de aburrirles, pero para vender un libros sobre meones famosos no es necesario usurpar los pocos asuntos en los que los psicólogos se defienden moderadamente bien. Venir a estas alturas a señalarnos Mediterráneos… Quizá nuestro médico crea que la enuresis solo la pueden tratar los pediatras y hay que recordarle que las tonterías solo las pueden decir los tontos.